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Las enseñanzas del cuento titulado “Nené traviesa”

18 de agosto de 2017

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“Nene traviesa” es otro de los relatos que José Martí ofreció a los niños y jóvenes lectores de La Edad de Oro en la segunda edición de la revista que se editó en agosto de 1889 en la ciudad norteamericana de Nueva York, en los Estados Unidos de América.

En la parte inicial de esta obra Martí señaló: “¡Quién sabe si hay una niña que se parezca a Nene! Un viejito que sabe mucho dice que todas las niñas son como Nene.”

En dicho cuento se narra la historia de una niña huérfana de madre que le gustaba jugar con sus muñecas a las mamá, a las tiendas y a hacer dulces. Martí señaló que el padre de Nené la quería mucho y que cuando éste retornaba del trabajo la niña siempre salía a recibirlo con los brazos abiertos como un pajarito que abre las alas para volar.

Resaltó que ella lo miraba con mucho cariño, como si le preguntase cosas; y él lo hacía con los ojos tristes, como si quisiese echarse a llorar.

Y agregó: “Pero enseguida se ponía contento, se montaba a Nené en el hombro, y entraban juntos a la casa, cantando el himno nacional.”

Precisó que el padre siempre le traía a su hija algunos libros donde estaban pintadas las estrellas, cada una con su nombre y color.

Incluso le llegó a comentar que en un libro se hablaba de alguien que se fue a vivir a una estrella cuando se murió

Y precisamente Nené le preguntó a su papá por qué las casas de los muertos eran tan tristes y le dijo que si ella se moría no quería que nadie llorara, sino que tocaran música puesto que se iría a vivir a una estrella azul.

En el relato Martí expresó que esa noche la niña no se quiso acostar temprano sino que se durmió en los brazos de su papá.

Seguidamente señaló: “¡Los papás se quedan muy tristes, cuando se muere en la casa la madre!. Las niñitas deben querer mucho, mucho a los papás cuando se les muere la madre.”

Se refirió Martí que esa misma noche que hablaron de las estrellas el padre de Nené trajo a la casa un libro muy grande y muy viejo.

Ella lo quiso cargar y se cayó con el libro encima y su papá vino corriendo y la sacó debajo del libro “y se rió mucho de Nené, que no tenía seis años todavía y quería cargar un libro de cien años.”

Nené se acostó muy callada pero continuó pensando en el libro y tras despertarse como ansiaba saber cómo estaba hecho por dentro aprovechó que su papá no estaba en la casa porque había ido a trabajar y salió en busca de la citada obra.

Martí detalló en el cuento: “Como si la estuviera esperando estaba abierto en su silla el libro viejo, abierto de medio a medio. Pasito a pasito se le acercó Nene, muy seria, y como cuando uno piensa mucho, que camina con las manos a la espalda.”

Y aunque su padre le había indicado que no tocara el libro, la niña se sintió cautivada a hojearlo.

Logró ponerlo en el suelo y al correr las páginas vio una imagen que contenía cinco hombres con diferentes características.

Uno era blanco con casaca y con botas, otro un indio con una corona de plumas y la flecha a la espalda, el otro era un chino con un traje de señora todo lleno de flores, el otro se parecía al chino con un sombrero de pico y finalmente aparecía un hombre de tez negra muy bonito, pero sin ninguna vestimenta.

Nené comprendió entonces por qué su padre no quería que ella viese el libro y decidió arrancar la mitad de dicha página.

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Después vio otra imagen en la que estaban pintados muchos animales e hizo algo similar.

Ella no se dio cuenta que su papá había regresado y que la estaba mirando desde la puerta mientras le decía: “¿Nené, no te dije que no tocaras ese libro? ¿Nené, tú no sabes que ese libro no es mío, y qué vale mucho dinero, mucho? ¿Nene, tú no sabes que para pagar ese libro voy a tener que trabajar un año?”

Contó finalmente Martí que la niña, blanca como el papel, se alzó del suelo, con la cabecita caída, y se abrazó a las rodillas de su papá mientras decía: “¡Mi papá de mi corazón! ¡Enojé a mi papá bueno! ¡Soy mala niña! ¡Ya no voy a poder ir cuando me muera a la estrella azul!” .

Como se puede apreciar este cuento que aparece en la segunda edición de La Edad de Oro trasmite igualmente una gran enseñanza, es decir que los niños no deben contrariar a sus padres y deben por supuesto hacerle caso a sus indicaciones para seguir siendo niños de bien.

En otros trabajos de los diversos que incluyera en las cuatro ediciones de la revista La Edad de Oro, Martí trasmitió otras disímiles experiencias a los lectores de la citada publicación que concibió y elaboró destinada esencialmente para los infantes.

Precisamente en la nota introductoria que le hiciera al número inicial de La Edad de Oro, él destacó: “Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres.”

Y también especificó: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo.”

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