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Las abejas y su miel

24 de enero de 2020

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“Si sobre la mesa de cada persona hubiera miel,
la gente pronto olvidaría los sufrimientos ocasionados
por numerosas enfermedades”.

N.P. Ioirish, conocido estudioso ruso de las abejas

 

Tema 201. Abeja libando

 

La lucha entre el hombre y los insectos se inició mucho antes del comienzo de la civilización, y continúa en el presente y continuará mientras el ser humano persista, porque ambos, el ser humano y los insectos, desean y se disputan las mismas cosas al mismo tiempo, cuestiones vitales para ellos como son las fuentes de alimentos: animales, semillas, raíces, tallos, hojas, y frutos de las plantas.

Muchos escritos acerca de los insectos perjudiciales maximizan su acción destructiva y ponen en peligro el valor, los atributos y el beneficio que los insectos en general brindan al ser humano y a toda la Naturaleza, cualidades que sobrepasan en mucho los efectos indeseados.

Los beneficios más obvios y tangibles que se originan a partir de las actividades de los insectos, son el uso que el ser humano ha dado a las cosas que los insectos hacen, colectan, o producen, tales como la seda, laca, pinturas, tintes, medicamentos, cera de abeja, miel de abeja.

Son, sin dudas, las abejas, los insectos de los que más se ha escrito y hablado a través de los años. Son ellas los polinizadores por excelencia, productoras de miel, jalea real, ceras, propóleos, apitoxinas, etc. con múltiples usos en la industria alimenticia, cosmética y farmacéutica.

Pero, ¿cómo las abejas producen la miel? Todos hemos podido observar como en un bello día de verano, las abejas sobrevuelan las flores recolectando goticas de néctar. Arduo trabajo, pues para preparar 100g de miel la abeja debe visitar cerca de ¡un millón de flores!

Con su boca masticadora – lamedora, las abejas recolectoras succionan el néctar y lo van almacenando en un estómago especial llamado “estómago de la miel”, después regresan a la colmena y, al llegar aquí, pasan el néctar a las abejas jóvenes, las receptoras, que durante un tiempo también lo guardan en su estómago de miel. En este lugar, el néctar continúa sufriendo una transformación muy compleja que ya se había iniciado en el estómago de miel de la recolectora. El proceso de reenvío de las goticas de néctar hacia la receptora se repite hasta 240 veces seguidas. En este estomago tiene lugar también la concentración del néctar, ¿cómo?, el agua contenida en este es succionada por las células de la pared del estómago, pasa a la sangre, de aquí a los órganos excretores, luego al intestino y es expulsada del organismo, de forma tal que la cantidad de agua en la miel elaborada no debe sobrepasar el 20 %. En el interior del organismo de la abeja el néctar también se enriquece de fermentos, sustancias desinfectantes, etc. Así, poco a poco la miel va madurando, y entonces las abejas receptoras van llenando con miel los alvéolos de cera vacíos en el interior de la colmena y los tapan con cera. La miel queda almacenada y puede conservarse allí durante muchos años.

Una abeja sin carga, es decir, que aún no ha libado el néctar de las flores pude volar a una velocidad de 65 km/hora. Una vez cargada con su cosecha, cuyo peso puede alcanzar hasta ¾ el peso de su cuerpo, aún puede volar a 30 km/hora. Para obtener un kg de miel, una abeja debe llevar a la colmena entre 120,000 a 150,000 cargas de néctar. Si las flores de las que está recolectando el néctar están a una distancia del colmenar de 1,5km, para llevar cada carga tendrá que volar 3km. Por lo tanto, deberá recorrer aproximadamente 360,000 a 460,000 km para preparar un kg de miel. Esta distancia es entre 9-11 veces superior a la correspondiente a la circunferencia de la Tierra en el ecuador.

Además de la miel, otros productos también fabricados por las abejas constituyen elementos de alto valor nutricional así como participan en la elaboración de importantes fortificantes, medicamentos, por ejemplo los propóleos, la jalea real, la cera, el veneno.

En Cuba, la Empresa Apícola Cubana, se ocupa del cuidado y protección de las abejas y sus colmenas y de la obtención de miel con una elevada calidad, tanto para el consumo nacional como para la exportación a diversas regiones del planeta. De acuerdo con las estadísticas de 2018, la apicultura cubana produjo un promedio de 8000 toneladas de miel por año, a partir de la actividad de 186000 colmenas, con un rendimiento per cápita entre 40 – 45kg. En 2019, los colmeneros de la provincia de Matanzas alcanzaron los 70kg por colmena. Cuba aspira a producir en 2030 unas 15000 toneladas de miel de abejas (Fuente: Periódico Granma, noviembre 2019).

Dicen los colmeneros cubanos “que las abejas lo agradecen todo, en especial la dedicación y el buen cuidado. Es un trabajo de incontables horas, de mucha constancia, en el que es importante, además, aplicar los conocimientos científicos”.

La protección de uno de los seres más laborioso del planeta no tiene discusión, pero también hay que proteger los bosques y su riqueza florística, que es la fuente primaria donde se nutren las abejas. En los bosques las abejas recogen su alimento en diversas plantas, en primer lugar en los arbustos de bayas, en segundo lugar en los árboles y arbustos como la madreselva, las euforbiáceas y otros árboles con flores, en tercer lugar en las plantas herbáceas melíferas que crecen en los claros, en las orillas, en los campos rasos, en los caminos. Todos ellos, abejas y plantas tienen derecho a existir independientemente de que sean útiles o no para nosotros.

 

Recordemos que “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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