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Largo adiós a Abelardo Estorino

22 de noviembre de 2013

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Ha muerto Abelardo Estorino, el más grande dramaturgo cubano. Agasajado con el Premio Nacional de Literatura y con el Premio Nacional de Teatro, Estorino era un hombre de teatro.
Lo conocí a fines de los 80 del pasado siglo, cuando era una joven estudiante de Teatrología y expresaba mi opinión sobre el estreno de “Week end en Bahía”, la obra de Alberto Pedro que tantas opiniones suscitó. Hasta los predios del Instituto Superior de Arte llegó él para escuchar lo que pensaban los más jóvenes creadores, que veían en su obra un motivo inspirador. Así surgieron varias obras que, como “La dolorosa historia del amor secreto de don José Jacinto Milanés”, encontraron estímulos en los poetas cubanos del siglo XIX.
Era habitual verlo en el teatro, atento a lo que hacían sus colegas, y luego daba sus opiniones y escuchaba lo que decía el otro, y hasta era capaz de matizar sus criterios. Y es que Estorino era un hombre bueno.
Con su entrañable Adria Santana hizo un dueto creador que será recordado por mucho tiempo. Al fallecer la actriz que fuera su gran amiga, publiqué una nota de homenaje en La Jiribilla de papel, y Estorino tuvo la delicadeza de llamarme para agradecer el gesto.
Ahora podría mencionar las innumerables veces que vi “Parece blanca”, “Las penas saben nadar”, “Vagos rumores”, “Que el diablo te acompañe”. O cuántas veces asistí a las funciones de “La casa vieja” por Teatro D Dos. O podría apuntar la importancia del escritor que fue Estorino, del director de escena que nos descubrió a tantos actores. Pero en esta hora prefiero evocar al amigo que ya no está, al hombre que me dijo que le preocupaba el hecho de que pasaba mucho tiempo conectado a Internet y apenas dejaba tiempo para la lectura. O como aquel que me contaba que Virgilio Piñera se burlaba de él y le decía que pasaría a la eternidad como el autor de “La cucarachita Martina y el ratoncito Pérez”. O al que soñaba desmentir a Omar Valiño cuando afirmaba que había publicado su teatro completo.
Ahora quiero compartir con los lectores fragmentos de opiniones intercambiadas con amigos, en distintos momentos, sobre ese gran hombre que fue Abelardo Estorino.

Cada tarde de domingo, las ondas de Habana Radio transmiten el programa “Vagos rumores”, un espacio donde actores de varias generaciones prestan sus voces a los dramaturgos de la isla. Personajes, conflictos, temas, estilos literarios cobran vida intensa, reflejando la Cuba de estos tiempos. Bajo la dirección de la actriz Corina Mestre, el equipo de creación decidió bautizarse con uno de los títulos emblemáticos de Abelardo Estorino, Vagos rumores. Aquí explica las razones:
-Debía llamarse Teatro en Habana Radio, pero creo que Vagos rumores es la obra más grande de Abelardo Estorino. Él tuvo el valor de versionarse a sí mismo, es una versión de La dolorosa historia del amor secreto de don José Jacinto Milanés, y como nosotros íbamos a hacer esa versión en este espacio, me dije: ¿por qué no utilizar el título de Estorino para bautizar el programa? También porque una de nuestras grandes preocupaciones es defender el teatro, que perviva por siempre, y a cada rato llegan rumores de que el teatro está en crisis. Denominarlo así es una llamada de auxilio a favor del teatro, es una promoción a eso que tanto amamos, el teatro.

Adria Santana fue musa inspiradora de Abelardo Estorino. En diálogo con Habana Radio confesó detalles de su amistad con el dramaturgo y director:

Cuando conocí a Estorino no teníamos mucha afinidad. Él prefería a otra actriz, la brasileña Ana Tilde de Paula. Por suerte para mí, ella regresó a su país. Cuando hicimos “Ni un sí ni un no” -pisoteando la modestia, como diría Miriam Ramos-, a mí me quedó muy bien el personaje de La otra; la gente se divertía, y yo también. Trabajaban Omar Valdés, a quien yo adoraba, Aramís Delgado, Elsa Gay, Doris Gutiérrez, Julio Prieto, Paula Alí y Eduardo Vergara. Hacía un monólogo sobre las nalgas y yo siempre he tenido nalgas. En “Santa Camila de la Habana Vieja” disfruté mucho pero era el protagónico y compartía escena con grandes figurones; en “Ni un sí ni un no” hacía un personaje más pequeño, no era protagónico y, por tanto, no tenía encima toda la responsabilidad de la obra. Era un personaje rico y yo lo gozaba. A partir de ese montaje se estrechó mi relación con Estorino. Cuando mi hijo terminó los estudios fue a hacer el Servicio Social a Las Tunas, mi pueblo. De vez en cuando daba mi vuelta por allá para conocer a sus amigos, ver adónde iba, qué hacía. En uno de esos viajes llamé a La Habana y Pablo me dijo que Estorino quería verme para proponerme un texto. Le di un beso a Osamu y le prometí volver por más tiempo. Salí corriendo para La Habana antes que Estorino se arrepintiera y llamara a otra actriz. Estorino nos leyó el texto, al pintor Raúl Martínez y a mí, en la sala de su casa. No dije ni una palabra pero me pregunté: ¿qué carajo se hará con esto? No visualizaba el montaje pero dije que era maravilloso y que era lo más grande que había oído en los días de mi vida. Empezamos a ensayar y creo que soy una Adria Santana antes del monólogo y otra después. Fue maravilloso armar ese personaje tan bien delineado que al que se equivoque hay que darle golpes. Era la primera vez que Estorino escribía un monólogo para un espectáculo y era, también, la primera que yo hacía uno. Hasta el día que me muera recordaré la noche del estreno en el Café Teatro Bertolt Brecht. Estorino invitó a espectadores de todos los estratos sociales porque quería conocer sus opiniones sobre el personaje. Es una mujer frustrada, no sólo una actriz frustrada. Estorino no lo escribió pensando en mí. Lo escribió y después me llamó. A partir de ese momento nuestra comunión fue total. Estorino no es mi director, es mi amigo; con él hablo de mis tristezas y mis alegrías, para mí es un privilegio. Constantemente aprendo con Estorino: es un hombre culto, brillante, quiere saber siempre y cuando no sabe, lo dice. Con él aprendí que un actor en el escenario es un reflejo de sí mismo, que tiene que saber qué dice su texto, que hay que mirar lo que sucede a nuestro alrededor, en la cultura, la economía, la sociedad, porque somos parte de un entorno social.

Sobre los montajes que realizó junto a Estorino, Adria expresó:

“Vagos rumores” es, en mi opinión, la obra maestra de Estorino. En ese montaje sobre la vida de José Jacinto Milanés hice los personajes de la madre, de la novia y de la hermana que cuidó al poeta durante los 20 años en que guardó silencio para ser consecuente con su vida. Ahí trabajamos a partir de las improvisaciones y ha sido uno de los placeres más grandes que he tenido en mi vida. Me hizo crecer como actriz. Los personajes no se definían con el vestuario o con el maquillaje sino por un trabajo interno: era actuación al duro y sin guante. Fue un privilegio hacer esa obra y haber hecho el monólogo de Carlota, una mujer a quien todos creen santa, sacrificada, cuidando a su hermano, que en un momento dice: a la mierda todo. Después hicimos “Parece blanca”, una obra maravillosa. Me encantó hacerla. Yo hacía de Cecilia y llegó un momento en que debía preocuparme por estar “bonita” porque uno dice Cecilia Valdés y todo el mundo piensa en la mulata bonita y al verme a mí, con la edad que tenía, no era posible imaginar a Cecilia ni con 10 libras de maquillaje. Discutí con Estorino porque él dice que el teatro es milagroso, que median las luces y la separación del público. Le dije: será milagroso, pero Cecilia Valdés es un clásico de la literatura cubana y todos se la imaginan de alguna manera y ya no la puedo hacer más. Los personajes salen de la novela, es muy dinámica la obra.

“Medea sueña Corinto” fue la última obra que hicieron juntos Adria Santana y Abelardo Estorino:

Este es el último estreno de Estorino, otro monólogo. Fue más difícil de lo que pensaba. Las segunda veces te causa más temor porque en las primeras no tienes mucho sentido del peligro. Las penas… fue una experiencia exitosa, y temíamos no cubrir las expectativas del público. “Medea sueña Corinto” parte del mito para reflexionar sobre nuestra realidad y a mí me interesaba hablar sobre ella. Creo que eso es lo que hace trascendente a una obra de arte: no tiene sentido hablar del picadillo de soya, por ejemplo. Hay que hablar de la realidad con las herramientas del arte y elevar el pensamiento sobre lo que vivimos. Medea viene de una isla primitiva y busca la “civilización”, por eso se va al Norte. Llega a asesinar a su familia para lograr su objetivo, para cumplir su “sueño”. Pero allí no llegan a realizarse. Es un buen texto y me exigió mucho físicamente: tengo 60 años y una operación grandísima. Mi oncólogo me dijo que sufrió mucho viéndome en escena.

Teatro Pálpito llevó a escena una de las pocas obras que Estorino escribió para títeres, “La cucarachita Martina y el ratoncito Pérez”. También representó “Que el diablo te acompañe”, una comedia a cuyo estreno asistió el autor. El joven Maikel Chávez formó parte del elenco del elenco de ambos montajes. También es el autor de Con ropa de domingo, la obra que Teatro Pálpito representó para Abelardo Estorino el día en que celebraba 80 años de vida. Al preguntarle sobre sus paradigmas dijo:
Yo soy un pichoncito, todavía no puedo hablar y decir que me reconozco en tal o más cual dramaturgo. A mí me gusta mucho lo que escribe Abelardo Estorino, quien tiene obras muy ligadas a la familia como “La casa vieja”.

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