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La tradición del Cascanueces

15 de febrero de 2013

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Ballet Cascanueces

La primera función del Gran Teatro de La Habana en el año que acaba de comenzar tuvo lugar el 1 de enero y además de la entrega del Premio de esa institución al diseñador Salvador Fernández, incluyó la presentación de la puesta integral del ballet Cascanueces. Comienza a hacerse habitual entre nosotros poner en los días navideños esta obra, como se hace en otras latitudes, dado el sabor festivo de ella, que atrae, junto al público informado, a espectadores infantiles que siempre quedan ganados por su magia.
Este ballet, estrenado en San Petersburgo en 1892, con coreografía de Lev Ivanov y música de Chaicovski, se ha convertido en uno de los símbolos de la era del gran ballet ruso. Su libreto, realizado por el maestro de ballet Marius Petipa deriva de Cascanueces o el rey de los ratones, un relato del romántico alemán Ernst T.A. Hoffmann, traducido por Alexandre Dumas (padre). El público quedó sorprendido por este ambiente de casa de muñecas donde un cascanueces en forma de soldadito es capaz de derrotar al Rey de los Ratones y sus huestes para salvar al País de los Dulces, cuyo espíritu estaba encarnado en el Hada de la Ciruela Azucarada.
La música del espectáculo fue encargada a Chaicovski, quien puso tal entusiasmo en ella, que unos meses antes del estreno no sólo había concluido la partitura, sino que se apresuró a estrenar una suite de conciertos que tuvo inmediato éxito y sirvió además para llevar a las orquestas sinfónicas un nuevo instrumento: la celesta – especie de pequeño piano vertical, en el que los martillos golpean planchas de metal y producen una sonoridad semejante a la de las campanas, creada por el francés Mustel en 1880 – que acompaña la Variación del Hada en el segundo acto.
En 1945, Alicia Alonso bailó en New York el pas de deux de Cascanueces, a partir de la versión del ruso Nicolai Sergueev, tal y como la conservaba en su memoria Alicia Markova quien era por entonces estrella invitada del American Ballet Theatre. Muy pronto se hizo célebre este montaje, pues la danzarina cubana daba vida al Hada, en su dúo con el Soldadito y no se limitaba a la reproducción de las dificultades técnicas, sino que aportaba a la vez elegancia, humor y alma a un personaje que hasta entonces las intérpretes veían como un pretexto para el virtuosismo académico pero sin grandeza espiritual alguna. El público cubano pudo aplaudir por primera vez a la intérprete en este rol el 21 de marzo de 1950, en una función del Ballet Alicia Alonso, teniendo como partenaire a Igor Youskevich.
En 1953, la profesora y coreógrafa británica Mary Skeaping dirigió el equipo que realizó el montaje integral de Cascanueces para el Ballet Alicia Alonso. El público más joven, que no pudo contemplar esa legendaria puesta reclamaba una nueva versión integral. Esta llegó en 1998 y es la que hasta hoy se conserva. En ella, está intacta la   ingenua magia del libreto de Petipa y se respeta la fusión de vocabulario académico con elementos del folklor ruso y de otras naciones, sin olvidar el cuidado en el montaje de las escenas mímicas, a partir del complejo lenguaje de la “pantomima blanca”. Aunque el despliegue escénico es mucho más modesto que el ofrecen algunos escenarios del llamado “primer mundo”, la materia danzaria es de primera calidad: el respeto a la relación música –danza, gobernada en este caso por una partitura compleja y llena de matices, así como la integración de los diversos números notables a un espectáculo de temperatura creciente, hacen de esta puesta una oferta nada desdeñable.

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