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La soprano mexicana Elisa Altamirano

26 de agosto de 2022

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Elisa Altamirano 1

 

Algunas de nuestras más importantes obras del arte lírico cubano no fueron estrenadas por cantantes oriundas de nuestro país. Dos casos bastarían para ejemplificar la afirmación: María la O (L.: Gustavo Sánchez Galarraga / M.: Ernesto Lecuona) y Cecilia Valdés (L.: Agustín Rodríguez / José Sánchez-Arcilla), cuyos roles titulares asumirían, respectivamente, la española Conchita Bañuls y la mexicana Elisa Altamirano, a quien hoy dedicamos esta sección.

Nacida en 1907, con solo doce años de edad, la Altamirano integró, en calidad de bailarina, un espectáculo llevado a Estados Unidos por un tío suyo: el compositor Miguel Lerdo de Tejada. Dos años después —ya como primera figura— formó parte de la compañía que trajo al Martí el empresario mexicano José (Pepe) Campillo y debutó en la capital cubana el 6 de diciembre de 1927 en una de sus creaciones interpretativas: la zarzuela mexicana La Terciopelo. (L..: Humberto Galindo / M.: Emilio Uranga). El crítico Eduardo Alonso (Amadís) afirmó en tal fecha en El Mundo: «La nueva artista tiene para nosotros los mejores antecedentes escénicos. Una figura gallarda, un hermoso rostro y una bella voz; además sabe decir y tiene un temperamento emotivo y vibrante […]».

Terminadas tales faenas artísticas, la Altamirano determinó permanecer en La Habana. Se incorporó a la nómina de Manuel Noriega, en el Martí, y el 7 de abril de 1928 hizo su presentación prístina en la zarzuela española con las obras Las corsarias y Las musas Latinas. El 30 de noviembre de ese año —en la compañía del escenógrafo y empresario José (Pepito) Gomís—, incursionó, por primera vez, en el arte lírico cubano en ocasión del estreno, en el Regina, de la zarzuela La virgen morena (L.: Aurelio G. Riancho / M.: Eliseo Grenet). Al siguiente mes, la prensa destacó la presencia de la cantante y actriz mexicana —como miembro del elenco de José Orozco— en el cine-teatro Actualidades. Allí trabajó también durante 1929 en una Compañía de Zarzuela y Varietés, creada y dirigida por Gustavo Sánchez Galarraga.

Su nombre encabezó carteleras de la Compañía de Ernesto Lecuona que el 6 de junio de 1929 inició en Payret una breve temporada de arte lírico criollo. En esta oportunidad actuó en reposiciones de Niña Rita o La Habana en 1830 (L.: Riancho y Antonio Castells / M.: Lecuona y Grenet), El cafetal, La despalilladora o La mujer de nadie y La virgen morena.

El 3 de mayo de 1930 Lecuona la presentó en un concierto en el Payret, en el cual actuaron, además, Rosario García Orellana, Conchita Bañuls, Miguel de Grandy; Virgilio Diago y otras figuras. En esa jornada cantó, entre otros, los títulos lecuonianos Lamento africano, Canto siboney, ¿Por qué me has hecho llorar?, y Flor de Yumurí, de Jorge Anckermann (L.: Gustavo Sánchez Galarraga). Al siguiente día el periodista Eduardo Héctor Alonso opinó en su columna del diario Heraldo de Cuba: «Elisa Altamirano ha demostrado, al emprender una actividad distinta a las que nos la presentaron hasta ahora, positivos adelantos. // Su voz ha ganado en volumen y en alcance, gracias a estudios bien encaminados. // La Altamirano es ahora una excelente estilista, de la que Ernesto Lecuona sacará partido».

Tales progresos resultarían decisivos para propiciarle uno de los momentos de relevancia en su trayectoria profesional, entre el 27 de junio y julio de 1930, cuando Lecuona la llevó al teatro Roxy, de Nueva York, donde ella y el tenor cubano Adolfo Utrera cantaron a dúo María la O (romanza), en un arreglo especial del autor, que los secundó al piano junto con una orquesta de más de cien profesores bajo la dirección de Erno Rapee.

Volvió al palco escénico del Payret —al lado de Ernesto Lecuona— el 13 de junio de 1931 en la primera reposición de María la O, con lo cual se convirtió en la segunda intérprete del papel protagónico de esta pieza. Ese año mismo año el pianista y compositor intentó infructuosamente que los productores de Hollywood y el director del filme The cuban love song escogieran a la Altamirano para el personaje femenino de la película, en vez de Lupe Vélez, distante por completo del tipo de la guajira cubana. Según declaró entonces Lecuona, «Elisa Altamirano […] aunque es mexicana, está muy identificada con nuestras costumbres. Las siente, las vive […]».

Se incorporó, en agosto de 1931, como primera tiple, a la Compañía de Zarzuelas Cubanas, de la empresa Suárez-Rodríguez, en el Martí, cuyo elenco integró desde la función inaugural —el día 7 de ese mes— hasta el 17 de septiembre de 1932, fecha en la cual se anunció su retirada del conjunto. Durante ese período actuó en numerosas obras y desempeñó los papeles titulares en los estrenos de piezas paradigmáticas del género: Cecilia Valdés, Soledad y Rosa la China. De tales caracterizaciones opinó el doctor Francisco Ichaso, crítico de El Mundo: «Fue mulata no por el color, sino por la música, que es serlo más».

Posteriormente retornó a México y allí se reencontró en 1934 con Lecuona, quien le propició algunas actuaciones en su temporada lírica en el Iris, en la cual debutó el 2 de febrero en el «fin de fiesta» con el que concluyó un homenaje dedicado al creador de La comparsa.

En lo adelante no ha sido posible hallar información sobre la labor de Elisa Altamirano en su patria, excepto su presencia en el filme La mujer del puerto (1934, Dir.: Raphael J. Sevilla y Arcady Boytler).

De esta soprano tan ligada a Cuba desde el punto de vista artístico, Ernesto Lecuona manifestó en 1930: «…tiene una gran voz de soprano dramático, linda figura y un gran temperamento». Meses más tarde, tras verla debutar en María la O, aseguró: «Merece un monumento».

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