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La solidaridad expresada por José Martí en su etapa del presidio político en Cuba

18 de agosto de 2021

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Retrato de José Martí hecho en el Presidio Departamental de la Habana.

Retrato de José Martí hecho en el Presidio Departamental de la Habana.

 

José Martí durante la etapa que tuvo que padecer en 1870 por sus convicciones de carácter patriótica el presidio político y la realización de trabajo forzado cuando era un adolescente no solo demostró su firmeza, sino también patentizó la solidaridad con los que también eran sometidos a múltiples maltratos en las Canteras de San Lázaro.

Martí fue detenido en La Habana en octubre de 1869 cuando los integrantes del denominado Cuerpo de Voluntarios hicieron un registro en la casa de Fermín Valdés Domínguez y ocuparon una breve carta en la que tanto éste como Martí enjuiciaban a un joven que había sido condiscípulo suyo en la escuela que dirigía Rafael María de Mendive, por haberse enrolado, precisamente, en esa fuerza militar auxiliar al servicio de las autoridades españolas en Cuba.

Ello ocasionó primero la detención de Fermín y unos días después la de Martí. Ambos fueron sometidos con posterioridad a juicio y cómo Martí asumió la mayor responsabilidad en la confección de la carta resultó condenado el cuatro de marzo de 1870 a seis años de prisión y la realización de trabajo forzado.

En abril fue trasladado hacia el presidio y en lo que es en la actualidad la Fragua Martiana, entonces las Canteras de San Lázaro, fue donde realizó trabajo forzado.

En el presidio estuvo desde abril hasta el mes de octubre cuando fue indultado gracias a las gestiones que había hecho un amigo de su padre, quien consiguió que la condena a presidio le fuera conmutada por la deportación hacia España.

En enero de 1871, tras una estadía de algo más de dos meses en la finca El Abra, en Isla de Pinos, que era propiedad del amigo de su padre que había conseguido su liberación, salió hacia España y una de las primeras cosas que hizo allí fue escribir primero un trabajo en el que evocó y denunció las atrocidades cometidas contra uno de los que había compartido con él el presidio y la realización de trabajo forzado, un anciano nombrado Nicolás del Castillo.

Poco tiempo después elaboró un trabajo mucho más integral en el que no sólo hizo referencia a Castillo sino también a otros presidiarios, entre ellos a varios adolescentes e igualmente expresó conceptos muy significativos que pusieron de manifiesto su gran entereza y la trascendencia que le atribuía a la solidaridad.

En su trabajo titulado El Presidio Político en Cuba, Martí señaló: “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.”

Y más adelante al resumir lo que significaba el presidio, Martí estableció un paralelismo con el infierno descrito por el genial escritor Dante al manifestar: “Dante no estuvo en presidio. Si hubiera sentido desplomarse sobre su cerebro las bóvedas oscuras de aquel tormento de la vida, hubiera desistido de pintar su infierno. Las hubiera copiado, y lo hubiera pintado mejor.”

Martí tenía tan solo 17 años cuando encaró esa etapa sombría de su existencia, pero ello más que hacer que claudicara en sus convicciones políticas reafirmó su compromiso con su Patria y sobre todo también lo hizo crecer desde el punto de vista humano.

Y esto se puso de relieve en el propio trabajo en el que detalló sus vivencias de su etapa como presidiario.

Martí señaló al escribir dicho trabajo que fue una denuncia contundente contra los vejámenes cometidos por las autoridades españolas en Cuba: “¿A qué hablar de mi mismo, ahora que hablo de sufrimiento, si otros han sufrido más que yo? Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?”

Y más adelante expuso: “Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba y los hace terribles es seguramente la convicción de nuestra impotencia para calmar los dolores ajenos.”

Igualmente Martí detalló que él solía olvidar su mal cuando curo el mal de los demás y que no solía acordarse de su daño más que cuando los demás podían sufrirlo por él.

Y agregó de inmediato: “Y cuando yo sufro y no mitiga mi dolor el placer de mitigar el sufrimiento ajeno, me parece que en mundos anteriores he cometido una gran falta que en mi peregrinación desconocida por el espacio me ha tocado venir a purgar aquí. Y sufro más, pensando que, así como es honda mi pena, será amargo y desgarrador el remordimiento de los que la causan a alguien.”

En otras etapas de su vida Martí también dejó constancia del valor de la solidaridad entre los seres humanos y a manera de ejemplo recuerdo que en abril de 1895 en una carta dirigida a Carmen Miyares y sus hijos, él señaló lo que había sentido al atender a unos heridos en un combate del cual había sido testigo en el territorio cubano.

En carta fechada el 26 de abril de 1895, Martí le aseguró a Carmen Miyares: “Sentía anoche piedad en mis manos, cuando ayudaba a curar a los heridos.”

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