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La solidaridad de José Martí con el sufrimiento de los seres humanos

10 de febrero de 2021

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Paseo del Prado, Detalles de la estatua de Marti, (foto Liborio Noval) Abril 2003

Paseo del Prado, detalles de la estatua de Martí, (foto Liborio Noval) Abril 2003

 

A través de su vida José Martí evidenció ser un hombre de una gran sensibilidad y con hechos concretos patentizó el sentido que le atribuyese a la solidaridad entre los seres humanos.

Un hecho, particularmente dramático en su vida, cuando era todavía un adolescente demostró con creces como Martí sería capaz de pasar a un segundo plano el sufrimiento personal ante la situación que padecían otros hombres.

Me refiero acerca de su estadía en presidio en Cuba y sobre la realización de trabajos forzados, en el año 1870 cuando él tenía tan solo17 años.

Precisamente en un trabajo titulado “El Presidio Político en Cuba”, que publicó en Madrid, España, en 1871, él llegó a manifestar: “Yo suelo olvidar mi mal cuando curo el mal de los demás. Yo suelo no acordarme de mi daño más que cuando los demás pueden sufrirlo por mi.”

Y también aseguró en el citado trabajo: “A qué puedo hablar de mi mismo ahora que hablo de sufrimiento si otros han sufrido más que yo. Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?”

De esta forma se refirió cuando evocaba las atrocidades que las autoridades españolas cometían contra varios de los que habían compartido con él la cárcel y el trabajo forzado.

Y además planteó Martí: “Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba y los hace terribles es seguramente la convicción de nuestra impotencia para callar los dolores ajenos.”

En su obra “El presidio político en Cuba” él hizo referencia a un anciano de 76 años nombrado Nicolás del Castillo, condenado a diez años de prisión y también contó lo que padecían en la realización de trabajo forzado tres niños: dos de 12 años, y el tercero de 14.

En relación con uno de estos infantes Martí expresó: “Doce años tenía Lino Figueredo, y el gobierno español lo condenaba a diez años de presidio. Doce años tenía Lino Figueredo y el gobierno español lo cargaba de grillos, y lo lanzaba entre los criminales, y lo exponía, quizás como trofeo en las calles.”

Igualmente trató acerca de un retrasado mental que también se hallaba en presidio.

Señaló al respecto: “Pobre negro Juan de Dios. Reía cuando le pusieron la cadena. Reía cuando le pusieron la bomba. Reía cuando marchaba a las canteras. Solamente no reía cuando el palo rasgaba aquellas espaldas en que la luz del sol había dibujado más de un siglo. El idiotismo había sucedido en él a la razón…”

Con particular dramatismo Martí además narró el suicidio de uno de los que realizaba trabajo forzado en las canteras de San Lázaro.

Contó: “Era un joven, tenía 20 años. Era aquel su primer día de trabajo, y en aquel día en que el comandante había mandado suspender el castigo, en aquel solemne día, para él y la integridad nacional, amiga aún, a la media hora de trabajo. Delgado, que lo había comenzado, erguido, altanero, robusto, se detuvo en un instante de descuido de los cabos en la más alta de las cimas a que había llevado piedra, lanzó su sombrero al aire, dijo adiós con la mano a los de la cárcel de Guanabacoa que habían venido con él, y se arrojó al espacio desde una altura de ochenta varas.”

En esta obra de denuncia contra los atropellos del presidio en Cuba, al hablar más de los demás que de si mismo, Martí demostró desde muy joven la trascendencia que le concedió a la solidaridad.

En el trabajo “El presidio político en Cuba”, Martí llegó a enfatizar: “Y cuando yo sufro y no mitiga mi dolor el placer de precisamente mitigar el sufrimiento ajeno, me parece que en mundos anteriores he cometido una gran falta que en mi peregrinación desconocida por el espacio me ha tocado venir a purgar aquí.”

No sólo durante su estancia en el presidio y en la realización del trabajo forzado sino igualmente en otras etapas de su vida Martí pondría de relieve la trascendencia que le atribuyó al ejercicio de la solidaridad entre los seres humanos.

En uno de sus Versos Sencillos, grupo de poemas que creó en 1890, Martí resumió el valor que le atribuía a la solidaridad al exponer:

Con los pobres de la tierra

          Quiero yo mi suerte echar…

Incluso también expuso en cartas y otros trabajos periodísticos reflexiones acerca de las penas que padecían los hombres y mujeres y cómo se debían encarar.

Por ejemplo en una misiva a su amigo mexicano Manuel Mercado, fechada el 6 de mayo de 1880, planteó que encerrarse con su pena, no es más que hacerla mayor, mientras que en un trabajo titulado “Francisco Sellén”, publicado en el Partido Liberal, México, en su edición del 28 de septiembre de 1890 detalló: “…a la pena se la ha de su cortejar, en vez de huir, porque él que renuncia a sí, y se doma, entra desde esta vida en un goce de majestad y divino albedrío, por donde el espíritu, enlazado con el universo, pierde la noción del apetito de la muerte.”

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