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La resistencia antimicrobiana (IV)

23 de enero de 2018

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farmacorresistencia

 

Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2014 hubo unos 480 000 nuevos casos de tuberculosis multirresistente, denominada así al ser resistente a los dos antituberculosos más potentes. Este tipo de tuberculosis requiere tratamientos mucho más prolongados y menos eficaces, en comparación con la variedad no resistente. Durante ese año, solo la mitad de los casos mundiales de tuberculosis multirresistente fueron tratados con éxito. Sumado a esto, en 105 países ya se ha identificado la existencia de tuberculosis ultrarresistente, en la que la resistencia antimicrobiana se extiende al menos a cuatro de los principales fármacos antituberculosos utilizados.

El paludismo es otra de las patologías que no ha escapado a la resistencia. Hasta julio de 2016 se confirmó la resistencia al tratamiento de primera línea contra el paludismo por Plasmodium Falciparum en Camboya, Myanmar, Lao, Tailandia y Viet Nam. La situación se hace crítica en la frontera entre Camboya y Tailandia, donde el Plasmodium Falciparum se ha vuelto resistente a casi todos los antipalúdicos, dificultando enormemente el tratamiento, por lo que requiere una estrecha vigilancia. La propagación de cepas resistentes hacia otras partes del mundo podría suponer un gran reto para la salud pública y poner en peligro los avances recientes en el control del paludismo.

La resistencia del VIH es otra de las manifestaciones de este fenómeno. Se calcula que en 2010 el 7% de las personas que iniciaron un tratamiento antirretroviral en los países en desarrollo tenían VIH farmacorresistente. En los países desarrollados la cifra fue del 10 al 20%. Recientemente, algunos países han comunicado tasas de resistencia del 15% o más en quienes comienzan el tratamiento contra el VIH y de hasta un 40% en quienes lo reinician, de modo que urge prestar atención a este problema. El aumento de la resistencia del VIH tiene importantes repercusiones económicas, dado que los fármacos de segunda y tercera línea son, respectivamente, 3 y 18 veces más caros que los de primera línea.

Los antivirales son importantes para el tratamiento de la gripe epidémica y pandémica. En la actualidad, prácticamente todos los virus de la gripe A circulantes en el ser humano, son resistentes a los inhibidores M2 como la amantadina y la rimantadina. En cambio, la frecuencia de la resistencia al oseltamivir, un inhibidor de la neuraminidasa, sigue siendo baja, entre 1 y 2%. La sensibilidad a los antivirales es vigilada constantemente por el Sistema Mundial de Vigilancia y Respuesta a la gripe de la OMS.

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