La prodigiosa permanencia del Teatro Martí

26 de febrero de 2014

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Fernando Rodríguez Sosa

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Arquitectura, Nancy González Arzola, Teatro Martí

Quizás la arquitecta Nancy González Arzola nunca imaginó que, casi cuatro décadas después de haber iniciado sus investigaciones sobre el Teatro Martí, viera la luz un libro dedicado a presentar el resultado de su empeño. Porque ese es, en realidad, el fin de estas páginas: ofrecer una aproximación a la génesis, desarrollo y esplendor de uno de los escenarios más representativos en la historia del teatro insular.

No resulta descabellado afirmar, por ello, que Teatro Martí, prodigiosa permanencia (Ediciones Unión, 152 pp) es un libro que, aunque nacido a partir de las contingencias de la vida cotidiana, se estructura a partir de la memoria, los recuerdos, la nostalgia… Un estudio que intenta, y logra, presentar, desde el nacimiento hasta la decadencia, de una construcción que se ha convertido en símbolo de la escena cubana.

A través de estas páginas, se conocerá una fascinante y sugerente historia, marcada por las causas y azares del destino, que comenzó a escribirse a fines del siglo XIX. Una historia, iniciada oficialmente en 1884, año de inauguración del entonces denominado Teatro Irijoa que, a partir del 17 de enero de 1899, fue rebautizado como Teatro Martí, en tributo al Héroe Nacional.

Sustentada en una vasta documentación, este estudio ha sabido integrar, de manera consecuente, varias fuentes de diversa procedencia. Así, junto a la información técnica del inmueble, se manejan otros materiales rescatados de periódicos y revistas, de archivos e instituciones, que han permitido conformar un ameno y fluido discurso de interés no sólo para lectores especializados.

Uno de los materiales reproducidos es un elocuente comentario que, a propósito de la apertura del teatro, publica, en el suplemento dominical del periódico El Triunfo,  el poeta José Fornaris. En fragmentos de esa crónica,  aparecida el 15 de junio de 1884, puede leerse:

El teatro presentaba un aspecto delicioso. Todos celebraban la sencilla arquitectura y las comodidades y ventilación del nuevo coliseo. Ni puede comprenderse, decía uno, como los anteriores han hecho en un país cálido teatros como el de Payret y Albisu, especies de jaulas que aún en la Laponia misma serían molestos y calurosos. He aquí un precioso teatro que no desdice de los europeos, decían los más, que tiene toda la gracia de la arquitectura moderna y recibe en todas direcciones las corrientes de aire tan necesarias para la salud bajo el sol de fuego que nos abrasa.

Ésta es la opinión general que circulaba la noche del domingo en el teatro Irijoa en los entreactos de la representación (…). Consideramos al señor Irijoa un hombre benemérito en el país, por haberlo dotado de un teatro propio del clima en que vivimos. Reciba nuestro pláceme humilde.

Arquitecta de profesión, Nancy González Arzola (Guanajay, 1944) se ha vinculado, a lo largo del tiempo, a varias manifestaciones artísticas y literarias. Es autora del texto y las ilustraciones del libro de cuentos Las carolinas blancas (2000), ha ejercido la docencia y se ha desempeñado como diseñadora de vestuario, escenografía y dirección de arte cinematográficos.

“El proyectado rescate del Teatro Martí –comenta el escritor Reynaldo González, al presentar Teatro Martí, prodigiosa permanencia— le resultó un cautiverio feliz a la arquitecta Nancy González Arzola, algo que refleja en estas páginas. Con minuciosa aplicación entrega sus observaciones, cuanto ha podido saber del teatro y de su tiempo de gloria, venturas y desventuras colectadas con amoroso desvelo”.

Es impostergable salvar del deterioro y el olvido a los valores patrimoniales de la nación. Nancy González Arzola está convencida de tan noble y urgente empeño. De ahí que Teatro Martí, prodigiosa permanencia se convierta en un libro referencial. No sólo de las luces y las sombras de tan relevante escenario, sino también –a no dudarlo— de toda una época y de quienes fueron sus protagonistas.