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La piña, reina de las frutas cubanas

21 de julio de 2022

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Piña es una de esas palabras que tienen un largo listado de significados. Así lo atestigua el Diccionario de la Academia Española. Según ésta, es el fruto del pino y de otros árboles y así se extiende en la explicación de la definición citada. Puede ser también una mazorca de maíz, un conjunto de personas, tejido blanco mate filipino, masa esponjosa de plata, especie de nudo, puñetazo, cresta del pavo, dispositivo que puede conectar tres enchufes simultáneamente,  camarilla, racimo de frutas, fruto del ciprés… Y como si poco importara también es sinónimo de ananás.

Buscamos ananás en el diccionario y entonces encontramos a nuestra estimadísima piña: Planta exótica, vivaz, de la familia de las Bromeliáceas, que crece hasta unos siete decímetros de altura, con hojas glaucas, ensiformes, rígidas, de bordes espinosos y rematados en punta muy aguda; flores de color morado y fruto grande en forma de piña, carnoso, amarillento, muy fragante, suculento y terminado por un penacho de hojas. || Fruto de esta planta.

En la acepción cubana de la piña o Ananas comusus L., la Enciclopedia Cubana de la Red (ECURED) nos la presenta literalmente de esta manera: Es una de las frutas tropicales de mayor importancia debido a su alta demanda, tanto en forma fresca como procesada en jugos, helados, rodajas o segmentos con sirope…  La piña es muy apreciada para dar sabores peculiares a platillos salados, además de que sirve para suavizar carnes y facilitar su consumo también en ensaladas junto con lechuga, arroz, maíz, pero es todavía más valorada como postre, no sólo por su sabor, sino también por su alto contenido en fibra que mejora la digestión, se producen numerosos subproductos industrializados, en especial jugos, mermeladas, y trozos o ruedas en almíbar. Del jugo se produce un vinagre y se recomienda consumirla preferiblemente fresca… En ambos casos aporta un sabor delicioso y característico de la “Reina de las Frutas”.

Nuestra primera obra literaria, Espejo de paciencia, escrita por Silvestre de Balboa a principios del siglo XVII, relata en versos los sucesos ocurridos  en el poblado de Yara con motivo del secuestro del obispo Juan de las Cabezas Altamirano. Así nos avisa sobre las cien arrobas de carne y de tocino que ofrecen por el rescate. Y además, entre otros, no falta nuestra invitada de hoy…, mameyes, piñas, tunas y aguacates…

En 1817, separado de la puerta de Monserrate, en la confluencia con la calle Obispo de La Habana, existía un bodegón que ofertaba alimentos sin procesar y otros diversos géneros. Y es precisamente en ese año, cuando sus dueños deciden cambiar el perfil comercial del establecimiento y le denominan La Piña de Plata -primer nombre que tuvo el ahora célebre Bar Restaurante Floridita- en honor a la majestad de las frutas tropicales y comienzan a combatir el ardoroso calor del verano perenne de la capital cubana con ofertas refrescantes, matizadas con el hielo del norte que se importaba desde 1805. Escoger el nombre del recién inaugurado punto comercial no procedía de un capricho ocasional. La experiencia práctica de sus dueños valoraba el efecto de la piña, sus increíbles cualidades y utilidad. Su sabor, agridulce, es muy apreciado. Sirve, además, por su apariencia elegante, para adornar una mesa o destacar un plato. Su figura de aldeana rechoncha ataviada con un colorido vestido de tejas superpuestas y el vistoso sombrero que ornamenta en remate magistral su conjunto; le dan la posibilidad de colocarse altiva en el centro de una mesa, rodeada de otras frutas menores y mayores, para complementar así el adorno del lugar.

Cualquier cubano sabe que nuestra provincia Ciego de Ávila es gran productora de esta fruta. Los habitantes de ella son orgullosos de tenerla como bien preciado, al extremo que su imagen ha devenido en símbolo para la misma, incluida en el logotipo de su equipo de beisbol representativo del territorio.

Pero la piña no es solamente una deliciosa fruta con los atributos gastronómicos, decorativos, utilitarios o presta su apelativo con elegancia para darle título de nobleza a bodegones y tascas. También la fruta cubana por excelencia ha tenido sus cantores que emocionados acuden a mañas artísticas para entonarle loas recogidas en poesías, como la Oda A la Piña, que conmovido le dedicó en el pomposo lenguaje decimonónico imperante entonces, el poeta cubano Manuel de Zequeira y Arango

 

A LA PIÑA

Del seno fértil de la madre Vesta,

En actitud erguida se levanta

La airosa piña de esplendor vestida,

Llena de ricas galas.

Desde que nace, liberal Pomona

Con la muy verde túnica la ampara,

Hasta que Ceres borda su vestido

Con estrellas doradas.

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