ribbon

La oración de Tampa y Cayo Hueso (I)

14 de febrero de 2022

|

 

El Maestro, 1999 José Miguel Pérez El Maestro, 1999 Acrílico sobre tela 84 x 65 cm

El Maestro, 1999, José Miguel Pérez, Acrílico sobre tela, 84 x 65 cm

 

El domingo 14 de febrero de 1892, imponiéndose a las dolencias físicas que le aquejaban desde finales del año anterior, José Martí se reunió con un numeroso y entusiasta grupo de emigrados cubanos en Hardman Hall, una espaciosa sala de Nueva York donde más de una vez resonó su oratoria.

El objetivo de aquel encuentro con quienes constituían su base de apoyo en la ciudad donde residía desde tantos años antes, era informar a la audiencia de los positivos resultados de sus visitas a ambas poblaciones del estado de Florida en noviembre y diciembre de 1891 y los primeros días del nuevo año.

Había expectación por saber de aquellos viajes pues en ese público habían prendido las ideas martianas acerca de la necesidad de unir esfuerzos entre los cubanos para alcanzar la independencia de la patria por la vía armada, sin depositar confianza en la autonomía dentro de la monarquía española ni tampoco en la anexión a Estados Unidos.

El texto es extenso por lo que Martí, convaleciente de problemas respiratorios y afectaciones en la garganta, tuvo que hacer un gran esfuerzo para sostenerse en el uso de la palabra por más de una hora. Pero aquella era una responsabilidad clave, ya que debía explicar la coincidencia de criterios entre las emigraciones patrióticas y trabajar para fundar el Partido Revolucionario Cubano, cuyas Bases y Estatutos secretos habían sido aprobados por los clubes de Tampa y Cayo Hueso.

El Maestro inició sus palabras con una emotiva presentación de aquellas dos poblaciones fundadas por los cubanos y de las cualidades demostradas por estos en ellas. Júbilo y dicha señala que le produjeron aquellos encuentros por “la mayor suma de virtud” que encontró, lo calle le llevó a considerar que “mi patria posee todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad.” Con su lenguaje sostenido en imágenes explica esas virtudes en “aquellas ciudades levantadas en libre discusión por las fuerzas más varias y desiguales que sobre la peña y las arenas han ido echando la guerra y la miseria y la dignidad…” La “peña” alude a Cayo Hueso, mientras que “las arenas” se refieren a Tampa. Apréciese entonces cómo describe luego las difíciles razones motivadoras de esa emigración (la guerra y la miseria) que se asentó con altura moral (la dignidad).

Cierra el largo párrafo inicial describiendo en el siguiente cómo era la vida en ambos lugares, para hacer comprender por qué no halló “entusiasmo pasajero” por una persona, ni por la ambición de poder, en sutil crítica martiana al caudillismo. En contraposición, alude a su propia persona, recibida con afecto por mostrarse él como “un hombre recogido en sí, en el instante en que el desinterés y sagacidad honrada que se le supone, y la obra ancha y unida que predica, parecen ser las que ordena el país a los que tratan de salvarlo.” Y concluye entonces esa presentación de su persona aclarando que ni hablo ni escribió solicitando, directa o indirectamente, semejante acogida, que le hizo sentir que no era “premio” a “lo poco” hecho por él, sino “modo de decirle hasta donde ha de ir, a para que la ignominia sea igual al honor, si se tuerce o flaquea antes de acabar la jornada.”

Hermosa y original manera la de Martí de fundamentar su liderazgo en Tampa y Cayo Hueso.

Galería de Imágenes

Comentarios