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La ópera en Brasil (I)

12 de julio de 2013

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Cuando hablamos de ópera, siempre destacamos el rol fundamental que jugó Italia en su historia; pero pocas veces recordamos que también el género tuvo figuras relevantes en América Latina, donde el compositor brasileño Carlos Gomes marcó un “hito” en el siglo XIX. A este tema dedicaré mi comentario de hoy.

Casa de la Ópera de Sao Paulo

Haciendo un poco de historia sobre la presencia de la ópera en Brasil, debo remontarme al año 1809, cuando la gran flota portuguesa donde viajaban unas quince mil personas, ancló en Guanabara (Brasil) Pero el motivo de esa avalancha humana no era otro que los conflictos surgidos cuando Napoleón obligó al príncipe regente a escoger entre perder Portugal o Brasil y, ante tal disyuntiva, el futuro Joao VI se decidió por este último país, pues no podía perder la inmensa colonia que, con sus productos, llenaba las arcas del tesoro real. Entonces es fácil entender que entre los recién llegados se encontraran: la familia real, los nobles cortesanos, el alto clero, artesanos y artistas pertenecientes a la servidumbre, como era habitual. Fue entonces cuando empezó a apreciarse un gran desarrollo en la economía y la cultura brasileñas, y como detalle importante debo destacar que el príncipe, perteneciente a la familia Berganza, amaba las artes, sobre todo, la música y, en especial, la ópera. Cuando Pedro I sucedió en el trono a Joao VI, Brasil mantuvo su desarrollo cultural, y su independencia fue proclamada el 17 de septiembre de 1822, ocasión en la que entonó en la Casa de Ópera de Sao Paulo, el Himno de Independencia, cuyo autor era el propio rey, quien se consideraba compositor. Luego de innumerables conflictos internos, el próximo sucesor de la corona, Pedro II, continuó favoreciendo el desarrollo cultural del país, y Francisco Manoel da Silva, surgió entonces como el músico más importante de esa etapa, por lo que fue nombrado Maestro de la Capilla Real y, entre otras instituciones, creó el Conservatorio donde se formaría la generación posterior de músicos, entre los que se destaca el compositor Carlos Gomes (1836-1896)  quien se convertiría en el compositor más relevante de la ópera brasileña, como veremos más adelante.
Carlos nació en el pueblo de Campinas de donde su padre era director de la Banda de Música. A los diez años, el pequeño sabía tocar muy bien un instrumento de viento brasileño conocido como ferrinho y, poco a poco, aprendió otros. Desde la adolescencia le gustaba componer piezas de moda, de origen europeo, con las que amenizaba tertulias familiares; pero su pasión era la modinha, canción de carácter melancólico, inspirada en la ópera italiana tan de moda entonces en Brasil.
Al cumplir los dieciocho años, Carlos compuso una Misa para homenajear a su padre, quien le había transmitido todo cuanto sabía de música; fue entonces cuando descubrió que el joven llegaría a ser un gran compositor. Pero ya la ópera se había convertido en una especie de obsesión para el hijo, que pasaba horas y horas estudiando, sobre todo, las óperas de Verdi, y al cumplir veintitrés años decidió ampliar sus horizontes, viajando a Sao Paulo en compañía de uno de sus hermanos, donde compuso su Himno Académico y disfruto, por primera vez de una compañía de ópera italiana, de paso por aquella ciudad, algo que le resultó deslumbrante, y lo decidió a viajar a Río de Janeiro, donde el Conservatorio y la Academia Imperial de la Ópera le abrirían sus puertas, gracias a una dama de la aristocracia. Muy pronto se convirtió en el mejor alumno del Conservatorio y en el preferido de su director, Francisco Manoel.
La trayectoria profesional del músico brasileño Carlos Gomes es amplia e importante, por lo que continuaré hablando sobre él en mi próximo comentario.

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