ribbon

La música, lo cubano y la innovación (I)

19 de febrero de 2019

|

 

 

Aprovechando el cumpleaños 80 del maestro Leo Brouwer, hoy voy  a referirme a un libro publicado por la Editorial Letras Cubanas en la década de los años 80 de la pasada centuria, que recoge algunos ensayos del entonces joven Brouwer bajo el título que encabeza este comentario y que, por la indiscutible sapiencia de su autor, debía volver a publicarse, pues sería muy útil sobre todo para quienes se dedican al arte de los sonidos.

Como dice Radamés Giro en el Prólogo: “Estos ensayos /…/ tienen el mérito de apartarse del lugar común de analizar la música cubana encerrada sólo en el marco de lo nacional. El autor rehúye los malabarismos teóricos, los encasillamientos en escuelas y tendencias, y discrepa de los que quieren hacer ver que nuestra música es sólo el resultado de dos raíces etnoculturales: la africana y la española. Y es que, sin negar estas fuentes fundamentales, aporta nuevos elementos”. Veamos un fragmento del primer ensayo que aparece en el libro.

“Lo primero que surge en la mente cuando hablamos de música, es la clasificación, o división de ésta en tipos. Esta clasificación -no de mi agrado-,  engendrada por la especialización de los campos consumidores más que por el producto mismo, ha quedado subdividida, con gran trabajo y descontento en música popular y música culta (obviando toda clasificación de géneros, estructura formal, etcétera). /…/ las grandes contradicciones que resultan de esta nomenclatura nos hacen explicar, una vez más sin éxito, las verdades etimológicas de lo popular y lo culto. Por culta se sobreentiende aquella música

elaborada con un sentido de complejidad estructural  y de tradiciones sonoras de múltiples raíces históricas, enlazadas con las tradiciones de conciertos…Por música popular, aquella que no se plantea compromisos con la eternidad, que se fundamenta en pocos elementos de fácil reconocimiento, como para no turbar la capacidad intelectiva o para  no preocuparla “inútilmente”. /…/ Pero lo medular de una clasificación está en la función que se le atribuye al objeto de ésta. De ser así, diríamos que la música culta reúne complejidades con el fin de oír-pensar (clasificación también discutible que contiene el espíritu de lo “clásico”, pero que excluye buena parte de lo contemporáneo –siglo XX-) en tanto que la popular ha tenido siempre una función de entretenimiento, de disfrute inmediato. Entonces saldría de un golpe la contradicción excluyente: ¡Quien piensa no disfruta” y viceversa. Semejante sarta axiomática nos llevaría a la escolástica medieval para sólo probar que el análisis contemporáneo no puede fragmentarse más en compartimientos estancos”.

A pesar de que este ensayo de Brouwer tiene más de treinta años, y que el término concierto en la actualidad se aplica a cualquier actuación pública (sea “culta” o no) la música continúa clasificándose como hace décadas atrás, por lo que las opiniones del maestro mantienen su vigencia. Hace siglos, se clasificaba la música, de manera inteligente, a partir de su función social en: religiosa (la que se escuchaba dentro de las iglesias), y profana (la que se escuchaba fuera de los templos religiosos), lo que no provocaba contradicciones; pero el paso del tiempo transformó el pensamiento humano, y comenzaron a surgir las clasificaciones, que no siempre (como en el caso de la música) resultan adecuadas.

Nadie mejor que Leo Brouwer para emitir criterios acertados respecto a la música cubana, no sólo porque él nació y creció en nuestro país, sino porque es un artista de vasta cultura y de altísimo nivel académico, y porque ha creado partituras de elevada complejidad que incluyen la sala de conciertos, el cine, y la música popular… Por eso, continuaré con sus criterios en mi próximo comentario.

Galería de Imágenes

Comentarios