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La música de Sergio Vitier en el cine cubano

2 de septiembre de 2019

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Sergio Vitier García-Marruz (1948-2016) es una obligada recurrencia cuando se habla de la música del nuevo cine cubano, razón más que suficiente para rendir tributo a su obra al conmemorarse seis décadas de la fundación del ICAIC. La Cinemateca de Cuba ha programado del 4 al 11 de septiembre en su sede capitalina, el cine 23 y 12, el ciclo «Sergio Vitier: un músico para el cine cubano» como tributo a este guitarrista, compositor y concertista que recorrió múltiples manifestaciones artísticas: el ballet, la danza, el teatro, el cine y la televisión, así como diferentes formatos orquestales. Nacido en La Habana el 18 de enero de 1948, Sergio Vitier cursó estudios de guitarra en el Conservatorio Amadeo Roldán y de composición en el Instituto Superior de Arte.

La realización de música para el cine es una de las constantes en su quehacer como compositor de más de cincuenta partituras para la gran pantalla, no pocas de ellas en su etapa como integrante del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC a partir de 1969. Su vínculo comenzó en 1972 con el largometraje documental Girón, realizado por Manuel Herrera para el que imaginó un danzón que resuena en medio de la victoria contra las tropas mercenarias. Al año siguiente compone la música que acompaña las vigorosas imágenes del único largometraje de ficción dirigido por la documentalista Sara Gómez, De cierta manera; para ello contó con la voz de Sara González.

A este período inicial de su trayectoria en que Sergio Vitier realiza un significativo aporte para el cine documental al componer con destino a Con las mujeres cubanas (1975), de Octavio Cortázar, un maravilloso cha cha cha. El cineasta acude a él para El brigadista (1977), su primer largometraje de ficción. El resultado es uno de los temas más conocidos de Sergio Vitier, que figuró en el noveno lugar entre los mejores en la historia del ICAIC de acuerdo a la selección promovida por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica de lo mejor producido por la institución en sus primeros cincuenta años. En él interviene como solista en el tres. La asociación con Octavio Cortázar, prosiguió en su versión de la noveleta de Alejo Carpentier Derecho de asilo (1994). El músico estructuró «Batucada cubana», basada en nuestra rítmica como elemento dramático, que recrea el país imaginario aludido en la trama.

Sergio Vitier estableció una fructífera relación creativa con el desaparecido cineasta Manuel Octavio Gómez, en La tierra y el cielo (1977), basado en el relato de Antonio Benítez Rojo, el compositor concibió un conjunto de temas en los que pudo dar rienda suelta a su dominio de las raíces del folklore afrocubano. Una mujer, un hombre, una ciudad... (1978) en Nuevitas por el mismo realizador, plantea una serie de conflictos contrapunteados por las partituras de Vitier.

Otro cineasta a quien Vitier aportó para dos de sus películas fue Sergio Giral. Maluala (1979), la primera de ellas, marca el cierre de su trilogía sobre la esclavitud. Siete años más tarde, este director reclamó de nuevo el concurso del notorio compositor para Plácido (1986), biografía fílmica del poeta matancero, a la cual contribuye con varias partituras que recrean la época y definen personajes y situaciones. Capablanca (1986), aproximación a una etapa en la vida del afamado campeón de ajedrez, rodada por Manuel Herrera, contó con un hermoso tema que el compositor Sergio Vitier tituló con el nombre de su esposa: «Liliam».

Santiago Álvarez también reclamó el apoyo sonoro de este compositor y esto generó una propuesta estética y conceptual de gran validez, reconocida por la crítica especializada en títulos como El octubre de todos (1977), El soñador del Kremlin (1984) y La soledad de los dioses (1985).

La riqueza de la banda sonora de Roble de olor (2003), opera prima de Rigoberto López en el largometraje de ficción, otorga a sus partituras valores independientes a los propiamente cinematográficos. Esa mirada al presente desde el pasado, ese respeto de las diferencias, esa defensa de las utopías del ser humano, se relacionan y fusionan en su obra para convertirla en una de las más originales, prolíferas e innovadoras en el mundo de la música cubana de los últimos cuarenta años.

Recorrer la huella dejada por un músico de la talla de Sergio Vitier a través de más de una decena de títulos documentales y de ficción, es el propósito de este ciclo de presenta la Cinemateca de Cuba, que incluye el documental Identidad (1999), consagrado por Lourdes de los Santos a su impronta.

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