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La Manzana de Gómez III

28 de marzo de 2017

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Manzana de Gómez, principios del siglo XX

 

En el diseño de la Manzana de Gómez se tuvo en cuenta una distribución más moderna, -aunque conservando la independencia de las tiendas o locales comerciales que lo integraron-, que los bazares hasta el momento construidos. Su antecedente fue el llamado “Bazar habanero”, levantado en los terrenos del ring hacia 1873, en la Calzada de Monte, entre Prado y Zulueta, haciendo esquinas con ambas calles, por lo que abarcaba toda esa acera. Lo componía un conjunto de doce casas porticadas de una planta, de arquitectura modesta, unidas por un frente corrido con arcadas de medio punto. Su concepto fue el del bazar tipo español con pequeñas tiendas especializadas, en el que el vendedor y el cliente estaban en contacto directo.

 

Manzana de Gómez, en construcción, 1908

 

Igualmente, entre las cláusulas del contrato entre Gómez Mena y la viuda de Aedo, se especificaba la exclusión de asegurar contra incendios el establecimiento, porque el inmueble, según su dueño, poseía condiciones incombustibles debido a los materiales constructivos que se emplearon, o sea, la cantería para los muros y la vigueta y bovedilla, con falso techo de barrotillo, para la cubierta de los establecimientos y el portal. Se sabe que el hierro y el cristal se emplearon para las galerías interiores.
Pero en 1905 la Manzana de Gómez sufrió un incendio devastador. El fuego comenzó por la peletería El Gallito, de Louzao y Farnes. Esta tienda se quemó por completo y se extendió a otros establecimientos. La tasación de daños realizada al efecto por el ingeniero Arturo Amigó arrojó la elevada cifra de 89.304 pesos oro español. Quedaron perjudicados varios metros de pretiles de azotea, cerramentos, arquitrabes, columnas, pilastras, cortinas metálicas y el cielo raso. De igual manera 2 balcones de chaflán, 50 repisas de balcón, cientos de metros cúbicos de cantería en machones, numerosos apoyos de cantería, miles de metros cuadrados de pavimento y cubiertas de sótano. A ello también se sumaron las obras de apeos, derribos y escombreos.
Después de la reconstrucción, y con las intenciones de aumentar las rentas, en 1907, Don Andrés Gómez Mena dio en arrendamiento a Enrique Rosas y Aragón, empresario mexicano, la azotea de la Manzana. El edificio que podía construir el señor Rosas sería un circo teatro destinado a toda clase de espectáculos. Igualmente, podía establecer café, restaurant, lunch, un salón para patinar y dos torres anunciadoras con todos sus anexos.
En 1909 las obras estaban terminadas, y la sociedad habanera disfrutaba del Gran Teatro o Polyteama Habanero y de otro más pequeño nombrado Vaudeville, erigido poco tiempo después.
Este tipo de instalación, como afirma el historiador Carlos Venegas en su obra La urbanización de Las Murallas: dependencia y modernidad, “introdujo en La Habana el roof-garden de la ciudades de Norteamérica y Europa, al estilo de los establecimientos existentes en el primer piso de la torre de Eiffel en París, muy empleado también en los hoteles”. Por los escenarios del Vaudeville pasaron compañías de cupletistas, acróbatas, bailarines, excéntricos y cantantes procedentes de circuitos teatrales norteamericanos. Mientras, el Polyteama, se dedicó a  la presentación de conocidas óperas. Para atraer más público, sus propietarios incluyeron actuaciones del género bufo y comedias de segundo orden.

 

En la azotea, con el Teatro Polyteama

 

Por el lado de Monserrate había una imprenta donde se imprimían los argumentos de las zarzuelas que presentaba el Teatro Albisu, con actores famosos. También allí se tiró una revistilla teatral llamada El Teatro, que tenía dibujos del caricaturista del periódico La Lucha, y funcionó la Academia de Baile de Loreto Campos, artista exótica que cultivó el género bufo, siendo clausurado por las autoridades este primitivo cabaret, por los frecuentes escándalos que el exceso de alcohol provocaba entre sus asiduos visitantes, todos jóvenes pertenecientes a la alta sociedad. Las instalaciones de la azotea de la Manzana de Gómez, necesitaban un adecuado mantenimiento, por lo que a inicios de 1916 comenzaron a remozarse. La reconstrucción de la fachada comprendía la demolición del techo de cristales existente y su sustitución por otro de vigas de acero, placa de hormigón hidráulico, enrajonado y soladura de ladrillos catalanes. Exteriormente el inmueble mostraba una filiación estilística de orden clásico, calificado en la época como estilo “Jónico del Renacimiento”.

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