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“La lectura es una vía placentera de enriquecer el espíritu”

20 de diciembre de 2017

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No cree el escritor Luis Cabrera Delgado que el libro en soporte de papel, tal y como se conoce desde hace siglos, vaya a desaparecer en el mundo contemporáneo ante el vertiginoso avance de las nuevas tecnologías, aunque considera que, indudablemente, será un objeto raro y curioso.

Licenciado en Psicología, profesión que ejerció por años, Cabrera Delgado, nacido en Jarahueca, en Sancti Spíritus, en 1945, narrador, poeta, dramaturgo, guionista de radio, periodista, ensayista, crítico, animador cultural, es autor de una prolífica obra –que incluye más de medio centenar de títulos–, dirigida, casi en su totalidad, al público infantil y juvenil.

No le resulta difícil, por ello, gracias a su reconocida experiencia –tanto dentro del campo profesional como en el ámbito de la creación literaria– conversar sobre el libro y la lectura, dos temas que le han preocupado – y ocupado– a lo largo de un fecundo desempeño intelectual de varias décadas.

–En mi época, y mi medio –rememora–, la lectura no era una preocupación familiar ni educativa, como ahora; lo cual no quiere decir que no tuviera, de alguna manera, un acercamiento a la literatura. A mi madre le gustaba leer, mi maestro con frecuencia llegaba al aula diciendo alguna décima, y todos los viernes había un momento para que los alumnos repitiéramos poemas previamente aprendidos. Aún recuerdo «El sueño del esclavo», «La Higuera», «La fuga de la tórtola», «A una golondrina»…

Pero la lectura recreativa de mi infancia eran los llamados “muñequitos”. Mi padre viajaba semanalmente a Santa Clara y siempre me traía un ejemplar de Tarzán, La pequeña Lulú. El pato Donald, El llanero solitario, Los halcones, Tom y Jenry, Supermán… revistas que aún conservo. Mas mi descubrimiento y fascinación por el libro ocurre cuando voy como pupilo a estudiar Bachillerato al Colegio Padre Félix Varela, de los Padres Misioneros Canadienses, en Colón. Allí había, como biblioteca, un estante de libros: Dickens, Salgari, Julio Verne… y comencé a leer con desenfreno hasta los días de hoy.

 

 

Como reconoce que «los libros dejan un sustrato cultural que va a ser determinante en la calidad de la creación», está convencido de que su interés por escribir estuvo incentivado, incuestionablemente, por esa relación tan especial que, desde su niñez y adolescencia, ha mantenido con los libros y la lectura.

–La lectura estimula la imaginación, desarrolla la fantasía, despierta el interés por la aventura, espolea los sentimientos y emociones, te hace vivir otros mundos y situaciones; y dado que siempre he sido más dado a la contemplación que a la acción, me despertó el deseo de escribir.

 

 

Interesantes resultan, igualmente, las reflexiones del autor de Tía Julita –obra clásica dentro del panorama de la literatura infanto-juvenil cubana de entre siglos– acerca de la controvertida definición de la lectura como hábito o como necesidad del ser humano para enriquecer su espiritualidad.

–Como psicólogo que soy, decir hábito de la lectura para lo que pretendemos significar, es un error. El hábito es una conducta semi inconsciente, automatizada, adquirida a través de la repetición y que nos permite realizar determinadas acciones sin mayor esfuerzo. La forma en que nos bañamos, es un hábito; como lo es manejar un auto, teclear una computadora, cepillarnos los dientes… La lectura puede convertirse en una necesidad, de las llamadas superiores o espirituales; para ello hay que partir del placer que despierte leer, que este hecho placentero nos desarrolle el deseo y surja el interés de leer, la repetición de esta actividad se convierta en costumbre y crezca entonces la necesidad espiritual de satisfacer ese gusto a través de la lectura. Hoy en día se están usando otros términos para desechar lo de “hábito”; uno de ellos es adición por la lectura.

 

 

Otro asunto a debate –no solo entre autores, editores y libreros, sino también entre quienes disfrutan la aventura de llegar a las páginas de un libro– es el evidente decrecimiento de la lectura, tanto en Cuba como en otras latitudes del mundo. Luis Cabrera Delgado opina al respecto.

–Indudablemente que el ritmo que ha adquirido la vida moderna, los muchos otros medios de información y/o entretenimiento que hoy se poseen, han hecho que hoy se lea menos que ayer, si es que estamos hablando de la clásica lectura de libros, porque el hombre actual sigue leyendo, pero en otros formatos.

En Cuba hay otros muchos factores que hacen que no se desarrolle en la infancia el gusto por la lectura. No todos los padres leen, ni le leen a sus hijos; en las casas puede haber cualquier cosa, pero no siempre hay libros. Las bibliotecas escolares no poseen un fondo bibliográfico suficiente acorde a las edades infantiles y juveniles; los maestros no leen ni propician que sus alumnos lean más allá de los contenidos escolares.

Los libros se publican en tiradas escasas. Los educadores no tienen una información actualizada de la creación literaria del momento; los adultos de hoy estamos pensando en Corazón, como libro ideal, y los niños solo son capaces de nombrar La Edad de Oro, sin que ni siquiera este, sea un texto verdaderamente leído.

 

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¿Qué estrategias desarrollar, entonces, para lograr que la lectura interese a los lectores potenciales? ¿Pueden las nuevas tecnologías contribuir a ese empeño? ¿Cómo lograr que los jóvenes disfruten plenamente la lectura? Estas son algunas de las interrogantes que también responde Cabrera Delgado.

–Soy un sujeto de la edad antigua, anterior a la generación digital. Por lo tanto poco conocedor de las nuevas tecnologías y, por ende, de las posibilidades que estas son capaces de ofrecer. Puedo pensar de manera intuitiva que si el uso de estas técnicas atraen a los jóvenes, sería inteligente el utilizarlas para su enriquecimiento intelectual y espiritual. Para ello habría que ver cuáles son los contenidos que le están llegando, y con lo poco que sé del tema, me es suficiente para asustarse: violencia, terror, derramamiento de sangre y destrucción, pues son los valores que se están fomentando.

 

 

Algo tentador resulta preguntarle, a quien se inició primero como ávido lector y luego se dedicó apasionadamente a escribir cuentos, novelas y piezas teatrales para varias generaciones de niños y jóvenes, cómo definiría, brevemente, al libro y a la lectura. He aquí su elocuente respuesta.

–Un libro, para mí, es un soporte, cualquiera que sea, que contenga palabras. La lectura, en su definición clásica, es la descodificación de determinados signos gráficos en significados verbales. Pero supongo que lo que quieres que te diga es que la lectura es una vía placentera de adquirir información y de enriquecer el espíritu.

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