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La impulsividad

3 de febrero de 2017

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Daniel Goleman asegura que existe una muy estrecha relación entre la mente emocional y la racional y esta afirmación es muy innovadora y transformadora, pero para lograr que pase de ser un enunciado a convertirse en parte de la vida nuestra, hay un largo trecho, por lo que creo que es un tema de investigación abierto y muy necesitado de ser desarrollado por las complejidades, que entraña lograr que las personas incorporen como parte de su personalidad a este “matrimonio” históricamente tan mal llevado, ya que tanto en el campo científico, como en las creencias populares se afirma que cuando las emociones funcionan, se desconecta el raciocinio y viceversa.

No es que sea falso este criterio, porque realmente se ve con frecuencia que cuando las emociones dominan a una persona, es difícil que pueda pensar con calma y lo contrario también, ya que si quieres dominar tus emociones ante una situación, te “separas” y actúas racionalmente, pero la pregunta es ¿Por qué ocurre esto? Y yo les contesto; porque así nos educan, y damos por sentado que hay una suerte de desconexión entre emoción y razón, por lo que es importante la educación en este sentido, aunque también decirlo es muy fácil, pero llevarlo a cabo es tarea larga, de años, incluso creo que de toda la vida.

Uno de los aspectos a tener en cuenta en este proceso de aprendizaje es saber manejar la impulsividad, y al respecto les digo que la más compleja de las formaciones de la personalidad –y que solo se logra alcanzar completamente en la adultez– es la capacidad para tomar decisiones, aunque lógicamente mucho antes en la vida tenemos que decidir ante situaciones, elegir, pero en etapas tempranas, o sea, el niño, el adolescente es impulsivo porque no tiene suficiente experiencia y se deja llevar por primeras impresiones, por lo llamativo, y los adultos lo tomamos como algo normal, cuando es en esos momentos que debemos enseñar a pensar, sin dejar atrás lo que emocionalmente es positivo. Así la madre decide ir de compras y lleva a su pequeña hija, pero si por casualidad pasa cerca de cafetería, entra a la juguetería “se busca un dolor de cabeza gigantesco” porque su hija quiere que le compren helado, refresco, y hasta cinco o seis juguetes, y si la madre no la complace, la respuesta infantil es una ataque de furia con llanto y patadas incluidas. La madre tiene dos conductas; o cede ante las demandas infantiles o se enoja y la regaña y hasta llega a gritarle con nalgada incluida, y se cuida mucho de llevar a la hija nuevamente de tiendas, porque no está dispuesta a disgustarse nuevamente y así pierde la posibilidad de pasar tiempo juntas y lo más importante; ha perdido la oportunidad de alfabetizar emocionalmente a la nena en este dinamismo emoción-raciocinio, y peor aún, le ha reafirmado la conducta impulsiva y ella misma actúa impulsivamente, ya que lo que debió hacer era explicar a la niña antes de salir lo que iban a hacer y que se le podría comprar un helado o solo un juguete y se le dan las razones para ello, ya que lo más importante es los lugares que visitarán y estar juntas, o sea hacer que el disfrute, las emociones positivas se relacionan con los razonamientos que la madre le hace entender.

Es que la impulsividad está compuesta por la urgencia, la falta de premeditación, la falta de perseverancia y la búsqueda de experiencias emocionantes, y no necesariamente es antagonista de la toma de decisiones adecuadas, ya que esta es un componente del proceso de razonamiento y solución de problemas y requiere del reconocimiento de la situación problemática, de las posibilidades de solución y de las consecuencias futuras de cada una de ellas y se apoyan en procesos tales como la atención, la memoria, la inferencia y las emociones.

Las emociones forman parte del raciocinio, pero hay que saber cómo ubicarlas, ya que la impulsividad puede ser disfuncional y funcional y se diferencian en los resultados obtenidos, porque actuar impulsivamente corriendo hacia un auto incendiado para ayudar a personas atrapadas con un instrumento para romper el vidrio y así facilitar la salida es una manifestación funcional de la misma y con un buen componente de razonamiento, mientras que lanzarse al mar sin saber nadar para salvar a alguien es evidentemente disfuncional porque van a ser dos los ahogados en vez de uno. Me gustaría que mis lectores meditaran en el lugar que ocupa la impulsividad en sus vidas y las consecuencias de la misma y tal vez este ejercicio les ayude a actuar mejor.

 

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