ribbon

La Habana 1974, memorias del primer Mundial de boxeo

5 de septiembre de 2014

|

Le duele el pie derecho y tiene dificultades para moverse por el cuadrilátero. Es el último round y se sabe con ventaja en las boletas de los jueces. Gira hacia la izquierda y evita la embestida del norteamericano Stinson. Diez segundos y todo habrá terminado… Suena el gong. La pelea ya es historia.

stevensont

Cuando el árbitro levanta la mano de Téofilo Stevenson y lo proclama campeón del mundo en más de 81 kilogramos, el público, reunido en el Coliseo de la Ciudad Deportiva habanera, estalla en aplausos. En medio de los vítores por la quinta medalla de oro para Cuba, Stevenson desciende del cuadrilátero con claras muestras de dolor en su pierna derecha. Cojea, pero mantiene en alto su brazo, como señal de victoria. Sonríe, y no es para menos, su brillante actuación puso fin al primer campeonato mundial de boxeo.

Controversias por una sede

A finales de 1973 los delegados de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA) se reunieron en Montreal, Canadá, para tomar la decisión final sobre la sede y forma de competencia de lo que sería el  primer campeonato mundial. Las posiciones entre las distintas naciones diferían en varios aspectos, aunque el punto de mayor discrepancia era la cantidad de atletas que podrían participar y su modelo de clasificación.

Cuba, y varios estados del entonces Campo Socialista, apoyaban la idea de un Mundial con una libre participación de todos los países; mientras otro importante grupo de delegados opinaba que la mejor opción era realizar una eliminatoria continental y, luego, los medallistas ganarían el derecho a competir en el Mundial.

Las dos posiciones tenían puntos a favor y en contra. Por un lado, los opuestos a la libre participación alegaban que si se permitía una masiva presentación de atletas, entonces los gastos organizativos se elevarían demasiado. La réplica de los cubanos y de importantes personalidades del mundo del boxeo fue que, si se restringía el número de competidores, podrían quedar fuera varios peleadores que también merecían una oportunidad.

En medio de ese ambiente caldeado llegó el día de la elección secreta. Después del primer conteo, las boletas mostraban un empate a 19 votos y una anulada. El presidente de la AIBA por aquel tiempo, Rudyord Rusell, anunció que, como persistía la igualdad, él decidiría. Las voces de protesta por parte de aquellos que apoyaban la eliminatoria continental no se hicieron esperar. Para evitar más problemas, Rusell hizo una lectura pública de cada uno de los votos. Así se determinó que la boleta anulada, debido a un error técnico,  correspondía a un delegado que optaba por el “sí”. Por la mínima diferencia, prevaleció la idea de un mundial abierto.
Como Cuba fue la nación que lideró los esfuerzos de un torneo con la representación de cada país, los delegados le otorgaron la sede a La Habana del primer campeonato mundial de boxeo, previsto para agosto del año siguiente, 1974.

Un mundial para el descubrimiento

El Mundial de La Habana quedó en la historia como uno de los torneos más fuertes de todos los tiempos. A la capital cubana asistió lo mejor del boxeo universal. Un total de 263 atletas, provenientes de 45 naciones, disputaron durante más de una semana los 11 juegos de medallas.

Un necesario e imprescindible recuento de las estrellas que brillaron en La Habana nos llevaría hasta nombres tan importantes como los soviéticos Vassily Solomin y Rufat Riskiev, el genial yugoslavo Mate Pavlov, el boricua Wilfredo Gómez y los cubanos Jorgito Hernández, Emilio Correa, Douglas Rodríguez, Rolando Garbey, junto al más grande de todos: Teófilo Stevenson.

Cada uno protagonizó peleas memorables que, cuatro décadas después, todavía son recordadas por los afortunados que tuvieron la oportunidad de presenciar los combates.

Solomin, de los 60 kilogramos,  recibió la distinción de boxeador más destacado y, a la vez, más técnico del Mundial. Los rivales del soviético cayeron derrotados con amplitud, e incluso la pelea final contra el rumano Simion Cutov, no pasó del segundo asalto.

Aunque Solomin resultó el más completo,  el extranjero que más impresionó en La Habana fue el yugoslavo Mate Pavlov, campeón olímpico de los 81 kilogramos en la cita estival de Múnich, en 1972. El cubano Gilberto Carrillo tuvo la mala suerte de cruzar guantes contra Pavlov en la primera ronda del torneo y ambos escenificaron la mejor pelea del certamen.

En el round inicial Carrillo derribó dos veces a su rival; pero en los siguientes asaltos descuidó la defensa y el campeón olímpico no perdió tiempo y le pagó al cubano con la misma moneda: lo envió a la lona en cuatro oportunidades. Al final los jueces le dieron el triunfo a Pavlov, por 3-2. De ahí en adelante, el yugoslavo no tuvo más complicaciones y se alzó con el título mundial.

Otro extranjero que deslumbró fue el boricua Wilfredo Gómez, quien con apenas 18 años ganó la división de 54 kilogramos. Wilfredo venció con claridad en sus cuatro peleas y se dio el lujo de poner fuera de combate, en el segundo round, al cubano Jorge Luis Romero por la discusión del oro.

En la división de 48 kilogramos debutó por Cuba un jovencito de solo 20 años, Jorge Hernández. Los especialistas no le concedían muchas oportunidades, sobre todo después de que el sorteo le deparara como rival en la primera pelea al favorito de todos, el titular olímpico en Múnich, el húngaro Gyorgy Gedo. Sin embargo, Jorgito—como le conocían sus compañeros— desarrolló una pelea muy inteligente, siempre a distancia, con entradas y salidas repetidas para, de esta forma, descontrolar a su calificado contrincante.

La victoria del cubano fue una de las grandes sorpresas de la cita en La Habana. Después de ese éxito, Jorgito pasó por encima del bronce olímpico, el español Enrique Rodríguez y, en la discusión del título, venció al keniano Steve Mushoski.

Si Pavlov impresionó por la fuerza de su pegada y Solomin por su depurada técnica, en el capítulo de valentía sobre el cuadrilátero las palmas se las llevó Douglas Rodríguez.

El pequeño peleador de los 51 kilogramos se lesionó su mano derecha en la primera ronda. Casi no podía moverla. El estilo de boxeo de Douglas era el del clásico “tirador”, siempre en la corta distancia y metido en intercambios constantes de golpes. Por la lesión de su principal mano y la calidad de sus próximos rivales, nadie contaba con Douglas, ni siquiera para una medalla. Se equivocaron los entendidos.

Tras un cerrado triunfo ante el soviético Zasipko, el cubano tuvo que verse en la final contra el venezolano Alfredo Pérez, quien lo había derrotado meses antes en el torneo Centroamericano. Era la oportunidad del desquite y Douglas no la dejó ir. Los jueces votaron 3-2.

En general, los combates del mundial fueron bien cerrados y casi ningún boxeador mostró una total superioridad en su división. Tal vez la única excepción haya sido Emilio Correa, en los 67 kilogramos. El campeón olímpico de Múnich ganó tres peleas antes del límite y en las otras dos logró amplias decisiones por 5-0. La victoria más importante fue contra el norteamericano Clynton Jackson, quien había anunciado que noquearía a su rival. Los constantes golpes de Correa contra el rostro del estadounidense lo devolvieron a la realidad y el árbitro llegó hasta los 10 segundos en la cuenta de protección durante el tercer asalto. Así terminaron los alardes de Jackson.

Para cerrar la excelente actuación de Cuba en su Mundial, nadie mejor que Teófilo Stevenson. En 1974 ya era famoso por su impresionante desenvolvimiento en la Olimpiada de Múnich donde derrotó a la “esperanza blanca” norteamericana, Duanne Bobick. La lesión en su pierna derecha tal vez restó un poco de potencia a sus golpes porque le disminuyó la capacidad de movimiento, aun así, venció sin muchas complicaciones a sus contrarios.

Uno de los momentos más emocionantes del mundial fue la larga ovación que le prodigó la afición habanera a Eligio Sardiñas, el Kid Chocolate. Durante la inauguración, el locutor anunció la presencia en el público del Kid. El Coliseo se puso de pie para aplaudir al gran boxeador que eligió morir en el mismo barrio que lo vio nacer, el Cerro.
La cita de La Habana, en 1974, marcó el inicio de una larga historia de campeonatos mundiales de boxeo. Con sus altas y bajas, estos torneos constituyen, junto a las Olimpiadas, el máximo escalón para los boxeadores amateurs.

Galería de Imágenes

Comentarios