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¿La guerra o la paz?

7 de septiembre de 2018

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Del asunto de las emociones y los sentimientos en el divorcio hay mucho que decir. Si se fueran a contar solo algunas historias tendríamos material para una enciclopedia, porque si cuando nos casamos, lo hacemos llenos de amor, euforia, esperanza y bastante idealismo; cuando nos divorciamos es muy difícil evitar las emociones contrarias, o sea, el resentimiento, la ira, la desconfianza, el deseo de venganza y hasta el odio, por lo que no es difícil que lo que fuera la ilusión del paraíso se convierta en una diabólica guerra, con batallas, escaramuzas y muchas pérdidas.

Lamentablemente las pérdidas es en lo que menos piensan los contrincantes, porque están tan sumergido en las emociones, guiados por la mente emocional, encerrando en una caja fuerte a la mente racional, que no se dan cuenta que el daño directo se acompaña de pérdidas colaterales, es decir, la afectaciones a los hijos, los demás miembros de la familia, los amigos, los cuales muchas veces se sienten obligados a tomar partido en esa guerra, “sin comerla, ni beberla”, e incluso puede haber hasta matrimonios amigos que tienen problemas por opiniones divididas, es decir, la mujer defiende a la amiga y el hombre al amigo. En fin, que si la Ciencia Militar estudiara estos casos, estoy convencida que agregaría algunas estrategias al arte de la guerra -siempre me ha parecido que llamar a la guerra arte es un insulto, pero así se le llama y como yo no tengo ninguna influencia en la Real Academia de la Lengua Española, no tengo otra alternativa que usar la palabra-.

Conclusión, que del mal manejo de las emociones en la separación marital voy a dedicar este espacio hoy, porque es tan frecuente y tan dañino que creo amerita hacer algunos análisis al respecto. Cuando hay separación por regla general uno de los dos está más decidido que el otro, y quien no quiere o no está seguro de querer terminar, corre el riesgo de convertirse en una bomba que puede estallar en cualquier momento y entonces, ya sea que quiere rescatar a la pareja, como que quiere que se “pudra en el infierno”, adopta muchas veces conductas agresivas en las diferentes esferas de la vida social. Su primer frente de batalla suelen ser los hijos que los toma como rehenes para hacerle daño al otro, con diversas manifestaciones como pueden ser no dejar que los vea, hablarle mal del padre o la madre, ponerlos en contra de la nueva pareja, culparlos por el divorcio, hacer que pidan paseos, bienes materiales, hacer comparaciones, etc. Y los únicos que salen dañados y muchas veces marcados de por vida son los hijos porque aprenden que ese es el modelo de pareja y lo repiten en su vida adulta.

El otro frente son los amigos, a los que se les habla de los defectos de la otra parte, todo lo que tuvo que tolerar durante el matrimonio, y la exigencia que tomen partido porque “están a favor o en contra”. La imaginación dañina puede ser inagotable porque puede incluir la desacreditación en el trabajo, en el barrio, y si existiera vida en otros planetas también allá iría para hablar mal de quien fuera su pareja y a quien le consintió sus debilidades, le permitió sus desvaríos, le aceptó sus defectos y le justificó toda su conducta.

No niego que puede ser que una de las dos personas sea muy mala y se merezca el infierno, pero ese no es el punto, el asunto estriba en que hay que honrarnos a nosotros mismos y si estuvimos con esa persona y aceptamos sus defectos (todos los tenemos) y después de la separación abrimos la caja de Pandora, entonces nos desacreditamos a nosotros mismos porque fuimos capaces de compartir la vida con ese “monstruo” verdadero o inventado por el despecho. Total, que el resultado siempre es inexorablemente una guerra sin ganadores, porque todos pierden, ya que como siempre digo, las emociones negativas y las conductas que conllevan envenenan al autor y le impiden seguir adelante.

No digo que el divorcio sea fácil, es sin dudas un desgarramiento, una pérdida, pero para bien o para mal, esa pareja llegó a su final, y el camino es dedicar sus esfuerzos a reestructurar la vida sin esa persona con la que se vivió X cantidad de años. Agredir, envenenar, y cualquier conducta agresiva provoca que gastemos tiempo y energía en algo que no vale la pena y lo desperdiciamos cuando debíamos dedicarlo a reconstruir la vida, o sea, seguir adelante, evaluar en qué nos equivocamos (porque en todo divorcio ambos tienen responsabilidad) y encontrar nuevos caminos, nuevos amores; porque quedar atrapados en el pasado nos impide vivir y la vida es una sola, no hay que olvidar nunca eso.

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