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La gran dama de la radio cubana (II)

18 de enero de 2022

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Nacida en Madrid en 1912, María de los Dolores Valero Sisteré heredó de sus antepasados paternos el talento y la vocación por la escena.

Dicen que su bisabuelo, el primer actor José Valero, protagonizó la obra “Baltasar”, drama en versos de nuestra Avellaneda, estrenada en abril de 1858, en el teatro Novedades, de la capital española; puesta que contó con la presencia de la autora y de los mismísimos Reyes de España.

Como profesional debutó la joven María a los 15 años en el Teatro Fontalba, convirtiéndose pronto en una aplaudida damita joven. No obstante, la prematura muerte del padre la apartó de la vida artística. La Guerra Civil la encuentra de enfermera en el Hospital Obrero de Madrid; mal herida en un bombardeo al sanar se reintegra a su servicio con igual dedicación.

Cuando termina la guerra en 1939, la Valero, como dice el periodista Ciro Bianchi Ross, “está en el bando de los perdedores”. Logra llegar a Francia. De ahí a La Habana en el buque El Flandre.

“En efecto, dirá la actriz en una entrevista, he vivido la guerra de mi país dos años y diez meses por imperativo de mi profesión de enfermera, que entonces se hizo militar. El primer año fui enfermera de la retaguardia. El final de la guerra lo pasé en el frente, con el ejército. De la guerra se sale con rasguños, cicatrices en el cuerpo y algunas en el alma. Pero se saca un espíritu más fuerte y sano. Me enorgullezco de haber sido útil a mi país, y estoy dispuesta a serlo, si el caso llegase a esta querida tierra que considero ya mi segunda patria”.

Desde el principio, en Cuba, María Valero cautivó lo mismo en la pequeña Radiodifusión O’Shea, bajo la dirección artística de Marcelo Agudo, que en el muy cotizado cuadro dramático de la firma Sabatés, donde junto a Ernesto Galindo, el galán de moda, formó la pareja romántica por excelencia de nuestra radio en aquella época, a través de “La novela del aire”, espacio estelar de la RHC Cadena Azul.

Advertida de la creciente fama de la primerísima actriz, la firma Sabatés pone en sus manos un contrato de exclusividad, que sólo le permite trabajar en programas patrocinados por la empresa jabonera de marras, una de las dos más poderosas del país.

Después, en 1945, María Valero conseguirá lo que actriz alguna en la Isla, cuando el Circuito CMQ, en desafío abierto a la RHC Cadena Azul, le ofrece, por su parte, un contrato de 600 pesos mensuales, verdadera fortuna para la época.

Especulaban con ello apropiarse de la audiencia de su encarnizado rival.

La artista acepta la oferta y de esa forma, al decir de la especialista Josefa Brazero, se rompe “la pareja artística más prominente de la radio cubana en la década del cuarenta, la de Galindo y la Valero”.

No habrá que esperar mucho tiempo, sin embargo, para que una nueva pareja artística aparezca en los predios de la CMQ, la de María Valero y Carlos Badía. Justo es reconocer, no obstante, que años después, la RHC Cadena Azul, con tal de rescatarla, le propuso a la estrella un sueldo más allá de todo cálculo: mil pesos mensuales, que ella rechaza.

El primero de abril de 1948 saldría al aire el primer capítulo de “El derecho de nacer” por las ondas de la CMQ Radio. Entre sus protagonistas estaban, resulta obvio decirlo, María Valero y Carlos Badía.

Lo que sigue es conocido.

En el capítulo 199 de la muy popular radionovela, la Valero, en pleno apogeo de su gloria, realiza su última actuación al sufrir un absurdo y trágico accidente de tránsito mientras sus ojos buscaban la luz de un cometa.

Fue enterrada con la gran mantilla negra que trajo de España.

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