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La fuma del tabaco, comienza la historia

19 de diciembre de 2019

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tabaco

 

El incierto recorrido iniciado el viernes 3 de agosto en el puerto de Palos para hacerse a la mar misteriosa del poniente, los había llevado auxiliados por la corriente ecuatorial que forma un extenso arco entre las Islas Canarias y las Bahamas, a una ruta que los vientos reinantes transformaban en ineludible.

La madrugada de otro viernes histórico –del once para el doce de octubre– definitivamente fue comprobada la existencia de tierra firme, y muy temprano aún, desembarcaba Cristóbal Colón con toda su pompa en el modesto cayo –San Salvador, en Bahamas– que sirvió de escenario al primer encuentro. Después de sortear durante varios días los cayos aledaños, el veintiocho, se produce otro desembarco igualmente trascendente en un lugar conocido desde entonces y para siempre como Bariay. Ponía sus pies en las supuestas posesiones del reino milenario y fantástico del Lejano Oriente. Entre el veintiocho y el treinta y uno, había movido la pequeña flota cerca de la costa hacia el oeste, estando fondeada esta última fecha en la bahía que denominó Río de Mares (Gibara).

Llegado el día 2, muy temprano en la mañana acogió en su camarote a los marineros Rodrigo de Jerez, andaluz de Ayamonte y al judío converso Luis de Torres, murciano que hacía de intérprete.

Sin perder tiempo desentrañó el carácter de aquella misión, que en esencia consistía en contactar tierra adentro con el asiento del soberano de aquellos dominios. Entregarían las cartas que los Reyes Católicos habían preparado para la ocasión, regalos acordes al alto rango, y el saludo del Señor Almirante, cabeza de la expedición que recién había anclado en sus predios. Les acompañarían dos nativos. Debían estar de regreso con la tarea cumplida en no más de seis días.

La improvisada comitiva se preparó urgentemente para cumplir el encargo y es precisamente en ese deslumbrante e inaprensible minuto, cuando sus integrantes generan un conjunto de hechos, trascendentes pioneros en el área enorme que años más tarde sería conocida como el continente americano.

Los emisarios se movían por los senderos interiores, y en breves jornadas, acamparon en un poblado aborigen de unas cincuenta casas. Los habitantes del lugar –creyéndoles enviados del cielo– les rendían todo tipo de honores, y ellos, a su vez, intentaban indagar por el señor todopoderoso que como objetivo llevaban contactar para entregar las cartas y regalos. Las evidencias sugerían una idea exacta en cuanto al entorno donde se encontraban y concluyeron que entre aquella gente humilde y primitiva no encontrarían la opulencia que señalaba el Almirante, por lo cual decidieron regresar en el plazo fijado.

Desandado el camino, rindieron una detallada información sobre los pormenores de la exploración. Un hecho sorprendente e inesperado ocupó su atención: durante el recorrido habían visto muchos habitantes de la zona, que sostenían en sus manos una especie de mosquete o tizón para hacer volutas de humo.

Esta fue la primera vez –precisamente en Cuba– que los hombres del otro mundo vieron un ser humano fumar tabaco. Y este suceso, para nada trivial, se escamotea sin sonrojo alguno, tanto para el hecho en sí, como para el esclarecimiento de la palabra tabaco.

Una popular y muy utilizada enciclopedia digital nos daba esta explicación ridícula y burlesca del término. “…El Tabaco es un apellido de origen chino, que significa “podrido”. Otras versiones tomadas de cronistas españoles proponen que “tabaco” proviene de la castellanización del lugar donde la planta fue descubierta, ya sea Tobago, una isla antillana, o la localidad mexicana de Tabasco. Sin embargo, lo más verosímil es que proceda del árabe “tabbaq”, nombre que se aplicaba en Europa desde al menos el siglo XV a diversas plantas medicinales. La variedad maya conocida como Cikar (fumar), se extendió por todo el continente gracias al comercio…”

Como apreciamos de esta “definición”, hay que ser celosos receptores de los millones de falsedades que pululan tras el anonimato casi impune del maravilloso invento que significa Internet.

Pero afortunadamente, tenemos a la mano la aclaración contundente, con la cual no hay que acudir a suposiciones ni especulaciones trasnochadas. Lo cierto es que en la Historia General de las Indias que escribió el Obispo Casas, Cap. 46, se refiere más detalladamente al párrafo del suceso que documentó nada menos que Cristóbal Colón en su diario el 6 de noviembre de 1492, anclado con sus tres naves iniciadoras en ese momento en Río de Mares (Gibara, Holguín, Cuba): “Hallaron (dice) estos dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos mugeres y hombres siempre los hombres con un tizón en las manos y ciertas yerbas para tomar sus sahumerios, que son unas yerbas secas metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete, hecho de papel de los que hacen los muchachos la Pascua del Espíritu Santo; y encendido por una parte de él, por la otra chupan o sorben o reciben con el resuello para adentro aquel humo: con el cual se adormecen las carnes y cuasi se emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes, o como les llamaremos, llama ellos tabacos”.

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