ribbon

La firmeza de José Martí en los campos de Cuba en abril y mayo de 1895

1 de abril de 2021

|

 

0411-desembarco

 

Consecuente con su concepto en relación con el deber que tenía con respecto a la causa de la liberación de su Cuba querida del dominio colonial español y en correspondencia también con su criterio que un hombre debe estar allí donde es más útil, una vez reanudada la guerra en su tierra natal, José Martí no descansó hasta hallarse nuevamente en el territorio cubano para dar una contribución directa al desarrollo de la lucha en los escenarios donde se libraban los enfrentamientos con las fuerzas al servicio del régimen colonial español.

Pero nuevamente tuvo que encarar y vencer numerosas dificultades. El primero de abril  1895 en unión de Máximo Gómez salió desde Montecristi, Santo Domingo, a bordo de la goleta Brothers rumbo a la isla inglesa de Inagua. También iban con ellos otros patriotas. Al llegar a Inagua el patrón de la goleta decidió no continuar el viaje e instó a los marinos a desertar, con lo cual incumplió su compromiso de llevar a los expedicionarios hacia Cuba.

En medio de esa crítica situación Martí y Gómez encontraron la ayuda del cónsul de Haití en las Bahamas, quién les facilitó pasaportes haitianos con nombres falsos, y les presentó al capitán del carguero alemán Norstrand, Heinrich Lowe, al que convencieron mediante el pago de mil pesos para que los trasladara a Cuba.

No obstante, el Norstrand debía cumplir su misión comercial de transportar madera en la región del Caribe, y  Martí y Gómez y los demás patriotas que los acompañaron tuvieron entonces que viajar primero a Cabo Haitiano, donde permanecieron hasta el 9 de abril.

De allí volvieron a la isla Inagua, de donde partieron en la tarde del 11 de abril rumbo a Port Antonio, Jamaica. Al cabo de dos horas de navegación lograron comenzar a divisar las montañas orientales próximas a la costa sur de la zona más oriental del territorio cubano.

Tanto José Martí como Máximo Gómez reflejaron en sus respectivos diarios las incidencias de la travesía y el instante del  desembarco. Precisamente acerca del desembarco en específico, Martí manifestó: “Yo en el puente. A las 7 1/2, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal.  Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el general ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, la Playita, (al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande.”

José Martí desembarcó, junto a Máximo Gómez y otros patriotas, por Playitas de Cajobabo, en el actual municipio Imías, en la provincia de Guantánamo, el 11 de abril de 1895. Logró así hacer realidad su  gran deseo de hallarse nuevamente en Cuba, esta vez para dar su contribución a la guerra que con tanta dedicación había logrado reorganizar en aras de alcanzar la independencia de su tierra natal.

En días posteriores en varias de las cartas que él escribiera a amigos y colaboradores reflejó lo que sentía al hallarse en Cuba. Por ejemplo en una misiva dirigida a sus amigos y colaboradores  Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, señala: “En Cuba libre les escribo, al romper el sol del 15 de abril, en una vega de los montes de Baracoa. Al fondo del rancho de yaguas, en una tabla de palma sobre cuatro horquetas, me he venido a escribir.”

Y más adelante les resume el orgullo que siente al expresarles en una breve pero emotiva frase: “Hasta hoy no me he sentido hombre.” En esta carta Martí igualmente describió un instante particularmente significativo que tuvo en Cuba, cuando a propuesta de Máximo Gómez se le concedió  el grado de General.

Al respecto comentó: “…al caer la tarde vi bajar hacia la cañada el general Gómez, seguido de los jefes, y me hicieron seña de que me quedase lejos. Me quedé mohino, creyendo que iban a concertar algún peligro en que me dejarían atrás. A poco sube, llamándome, Ángel Guerra, con el rostro feliz. Era que Gómez, como General en Jefe, había acordado, en consejo de Jefes, a la vez que reconocerme en la guerra como Delegado del Partido Revolucionario, nombrarme, en atención a mis servicios y a la opinión unánime que lo rodea, Mayor General del Ejército Libertador. ¡De un abrazo, igualaban mi pobre vida a la de sus diez años! Me apretaron largamente en sus brazos. Admiren conmigo la gran nobleza. Lleno de ternura veo la abnegación serena, y de todos, a mi alrededor.”

Al  día siguiente en otra emotiva carta, enviada en este caso a Carmen Miyares de Mantilla y a sus hijos, Martí  una vez más patentizó el regocijo que sentía por hallarse en Cuba, al manifestar: “… puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriagaba  de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.”

En forma consecuente con lo que fuera capaz de proclamar, tanto en esas cartas escritas en Cuba, como en otras elaboradas anteriormente, así como en discursos y trabajos,  José Martí  se desenvolvió en los campos de Cuba enfrentando el peligro de caer o ser herido en un enfrentamiento con soldados españoles y también encarando y sobreponiéndose a los rigores de una vida en zonas rurales caracterizada por diferentes limitaciones y condiciones difíciles.

Varios años después  Máximo Gómez, el 18 de mayo de 1902, recordó la entereza de José Martí en los campos de Cuba al exponer: “Y yo vi. entonces también a Martí atravesando las abruptas montañas de Baracoa con un rifle al hombro y una mochila a la espalda, sin quejarse ni doblarse, al igual de un viejo soldado batallador acostumbrado a marcha tan dura a través de aquella naturaleza salvaje, sin más amparo que Dios.”

Galería de Imágenes

Comentarios