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La espiral eterna (II)

15 de enero de 2019

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Tal como prometí, continúo hoy ofreciendo las respuestas que el maestro Leo Brouwer ofreció al editor general de la revista Opus Habana, Argel Calcines, en una entrevista hace más de una década. Empezaré por La espiral eterna, que da nombre a mi comentario.

“Esta obra nació como un ejercicio electroacústico, pero la sentimos más efectiva en guitarra. /…/ En La espiral eterna el sonido pretende ser infinito: cada evento sonoro nace del silencio y vuelve al mismo. El astrónomo inglés Ross creó el telescopio más desarrollado para su siglo; entonces vio en el firmamento la famosa forma espiral en las nebulosas, forma presente en seres orgánicos de nuestro planeta. El modelo estructural de esta obra fue la “sección áurea” tratada en el siglo XIII por su creador Fibonacci y por Da Vinci, Paccioli, Bach, Bartok, Mesiaen, y tantos otros. Al componerse esta obra como una nebulosa sonora, ofrece al intérprete una infinitud o indeterminación de ese continuo rumor, rara pulsación, “paciencia mineral” –dice García Márquez–; “respiración vegetal” –dice Lezama Lima–; “inquietud del grano de arena”, diría yo finalmente. ¿Así se tocará…?”.

El maestro Brouwer posee una vastísima cultura, que le permite hablar de cualquier asunto con objetividad. Cuando se le preguntó su opinión sobre la rehabilitación de La Habana Vieja y su significado para la cultura cubana dijo:

“El restauro de La Habana Vieja no es sólo rescatar su belleza y dignidad histórica. La obra descomunal de Eusebio Leal va más allá. Desde insertar a la generación actual en el entorno, amar y respetar –de nuevo– esa Habana, hasta recuperar un modo de vida activo y cotidiano del hombre común y del creador en ese contexto (donde los niños vecinos al entorno reciben su aprendizaje en palacios de los siglos XVII y XIX. Pintores con talento y obra, tienen sus estudios en esa Habana). Todo esto y más es la cultura con mayúscula, que en silencio ha hecho nacer nuestro historiador Leal. Cuidémosle. Es un polinizador cuyo ojo exaltado se ilumina frente a su “nueva” Habana Vieja, fulgurante. Creciendo y completándose a sí misma.”

A la pregunta: ¿Se considera usted un hombre de temperamento romántico a pesar de haber vivido  y creado en la postmodernidad?, Brouwer respondió:

La tradición se rompe…pero cuesta trabajo del 67 (revisada en el 69) con vista a su ejecución pública, sin cambio alguno, opone sonoridades “contemporáneas” de la vanguardia  a citas de los grandes clásicos. Esta obra plantea con mucha anticipación “la convivencia de culturas sonoras aparentemente contradictorias”, como definí al postmodernismo en un encuentro en la Academia de Artes de Berlín. /…/ Nuestros siglos XIX y XX nos vendieron lo moderno como idea del progreso lineal ascendente y acumulativo. Esta visión lineal puso etiquetas a las diferencias y buscó “unidad”, desembocando en la filosofía del “destino manifiesto”, justificando el expansionismo (norteamericano, por supuesto) en términos socio-económicos con la formación de que el desarrollo tecnológico es el único camino y representa una mejora con respecto al pasado, abogando por la imposición de ese único camino. /…/ Soy romántico del siglo XXI, lo que equivale a continuar como postmoderno que no escinde sino unifica.

Para terminar este comentario, veamos la opinión del maestro Leo Brouwer sobre la guitarra:

“No desaparecerá nunca, pues es el único instrumento capaz de representar a todos los estilos. Ella se transforma. Es el instrumento portátil más completo. La guitarra clásica implica una “carrera de obstáculos” histórico-técnicos, atrincherados en conservatorios con metodologías del siglo XIX. No critico al gran arte del siglo romántico, sino a la pedagogía actual tan retrasada. Soy un clásico, por lo que mi elogio de la guitarra popular como síntesis no debe confundirse como superioridad de un género sobre otro. Por otra parte, al retroceder tres o cuatro siglos, descubrimos una belleza que ilumina y embellece nuestra necesidad de conocimiento. Un oasis para el oído, frase hecha pero precisa.”

Indiscutiblemente, Leo Brouwer es un hombre que, como su Espiral eterna, siempre será infinito en el tiempo.

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