ribbon

La Escepción en el Reparto Las Murallas

14 de octubre de 2021

|

 

Papeleta con la imagen de la fábrica en el siglo XIX

Papeleta con la imagen de la fábrica en el siglo XIX

 

Ubicada en la antigua franja amurallada, la fábrica de don José Gener, hoy señalada con el No. 51 de la calle Monte esquina a Zulueta, permanece como uno de los grandes colosos de la producción tabacalera y de la arquitectura industrial erigida a finales del siglo XIX en La Habana. Tras el derribo de las murallas, en 1863, comienza un proceso urbanizador de esta significativa zona que llevó a la fundación del Reparto del mismo nombre: Las Murallas. Y una peculiaridad del nuevo centro urbano fue la coexistencia de las industrias más importantes de la ciudad con residencias monumentales y edificios recreativos. Esto se produjo por tratarse de fábricas de tacacos y cigarros en su totalidad. La industria urbana estaba en manos de propietarios españoles, quienes poseían grandes capitales y fábricas en extramuros. Al quedar libre los terrenos del otrora cinturón defensivo, los capitalistas tabacaleros compraron solares para levantar sus fábricas, dentro de ellos destacan, además de José Gener, Pedro Murias, Calixto López y Miguel Jané.

 

Papeleta con la imagen de la fábrica y Gener en el siglo XIX

Papeleta con la imagen de la fábrica y Gener en el siglo XIX

 

La conveniencia de situarse en las cercanías de las líneas de ferrocarril, y de las áreas más pobladas, para facilitar el acceso a la materia prima como de los trabajadores, determinaron, en gran medida, la centralidad de las fábricas habaneras. Por otro lado, el propio carácter de la industria que no producía malos olores, humo, o cualquier otro desecho, posibilitó su permanencia en el entorno citadino.

 

Papeleta con los premios de la fábrica en el siglo XIX

Papeleta con los premios de la fábrica en el siglo XIX

 

Las fábricas de tabaco, en general, no se apartaron del todo de las estructuras convencionales de las grandes viviendas habaneras, a pesar de cumplir una función tan diversa. En ocasiones, como el edificio de la marca Calixto López –Zulueta entre Gloria y Misión–, la propia casa del dueño formaba parte del conjunto, ocupando uno de los entrepisos.

 

Havana Cigars 1910. Suplemento ilustrado

Havana Cigars 1910. Suplemento ilustrado

 

En su obra La urbanización de Las Murallas: dependencia y modernidad, el historiador Carlos Venegas afirma: “En efecto, Julián Zulueta, el marqués de Balboa, la marquesa de Villalba, José Gener, Anselmo González del Valle, Miguel Jané y otros miembros de la élite del dinero podían atribuirse esa prueba de adhesión al régimen, pues en plena guerra separatista construyeron en los solares del Reparto muchos de los edificios más valiosos y pretenciosos de la ciudad. En cierto modo dieron un nuevo giro al aspecto de la arquitectura habanera. Con ellos madura, o por lo menos se patentiza una intención de monumentalizar la arquitectura y de prestigiarla decorativamente, propósito que, si bien tuvo sus antecedentes desde casi un siglo antes, nunca se había generalizado y plasmado de modo tan evidente”.

Es indudable que a estas fábricas se les dotó de una cualificación estética diferente al de otras manufacturas. Su condición de industrias urbanas y la necesidad de reconfortar al trabajador más perspicaz, conllevó a construir las tabaquerías a imagen y semejanza de las más suntuosas viviendas, incluso, llegando a repetir su esquema distributivo, sólo adaptado a la nueva función.  “En realidad la casa colonial de alta jerarquía fue siempre algo más que exclusiva residencia. Su piso bajo, incluyendo el entresuelo, era el área rentable de sus dueños, o bien, sus propios almacenes y oficinas administrativas. La amplitud de los salones superiores de la vivienda era un rasgo característico. De ahí que la sagacidad del fabricante tabacalero encontrara bastante trillado, dentro de la tradición constructiva local, el camino hacia su arquitectura industrial”, afirma Venegas en la obra citada.

 

Interior de la fábrica, principios del siglo XX

Interior de la fábrica, principios del siglo XX

 

Por lo general, y La Escepción, en este caso no lo es, en los mayores edificios destinados a tabaquerías, en la planta baja se situaban las oficinas y los almacenes en que se depositaban los tercios; en la segunda planta solía encontrarse la galera, amplia y bien ventilada e iluminada, y en la parte que miraba al norte, sitio donde la luz era más directa y menos propensa a sufrir alternativas, se hallaban el rezagado y la escogida, y caso de que el local fuera suficientemente grande, también se ubicaban, separados de la galera por sendos tabiques, el despalillado y el fileteado, en tanto que en los pisos más altos del edificio, o entresuelos, especialmente habilitados, estaba el secado, importantes departamentos en que se hacían y hacen las ligas de los diferentes tipos de ramas utilizados en las diversas vitolas, rama que era llevada a dicho lugar una vez despalillada, para ser secada en las parrillas e introducida luego en barriles, en cuyo interior sufría la fermentación indispensable para ser después torcida. El mojado de las capas y tripas se efectuaba en los patios, por lo general cubiertos con claraboyas de cristal, lo que permitía también en ese lugar, en todos los tiempos, hacer el examen o registro de los tercios que iban a ser almacenados.

Teniendo en cuenta la arquitectura precedente, La Escepción sobresale por la desmesurada altura, como el resto de los primeros edificios del Reparto. Adoptó el uso del portal que, si bien obligatorio y dispuesto por las ordenanzas de construcción, sobrepasa el nivel de anteriores edificaciones. Y es que para el Reparto se dictaron medidas especiales para su elevación, según Venegas, 6 metros como mínimo y no menos de 12 para la extensión de la fachada. De allí la marcada monumentalidad de estos inmuebles. Por otra parte, la posición esquinera de la fábrica le proporcionó una visual privilegiada desde la intersección de diferentes calles.

 

Anuncio en la revista Marcas y Patentes, 1916

Anuncio en la revista Marcas y Patentes, 1916

 

Para lograr una solución más armónica, y disminuir la altura exagerada del portal, el diseño para esta fábrica se sirvió del entresuelo proyectado hacia la fachada. En la decoración de la misma predominan las formas académicas, en especial, el orden dórico; los paños de los muros están divididos simétricamente con pilastras adosadas y los arcos, de medio punto en planta baja y en el resto carpanel, están rodeados por jambas molduradas. Una cornisa clásica denticulada remataba el nivel original del edificio, pues la última planta que hoy conserva, fue construida en las primeras décadas del siglo XX, la que, a su vez, termina en un pretil de celosía y pilares de mampostería, coronados por copones. Ambas fachadas están resueltas a base de la distribución rítmica de los vanos protegidos por balcones con elaboradas rejas de hierro, indistintamente corridos e individuales, en el entresuelo y los pisos superiores.  En tanto, la planta baja se desarrolla a través de un portal corrido, en forma de L, y la sucesión de puertas incluyendo el portón de la entrada principal, que permiten los diferentes accesos al edificio. Muchos de los vanos en este nivel constituían vidrieras expositivas de los productos de la fábrica. A la entrada, destacan las puertas de madera tallada.

 

Puerta principal y guardacantones con la fecha de 1882

Puerta principal y guardacantones con la fecha de 1882

 

En imágenes más antiguas de la tabaquería aparece, a nivel de la azotea, una construcción que cubría solo una parte de la esquina. Poseía un diseño más elegante, que coronaba el edificio a modo de pabellón, y sobresalía del conjunto como elemento destacado. Esta fábrica tenía, además, una pequeña torre mirador en la misma intersección de Monte y Zulueta. En cuanto al interior de La Escepción, apunta el historiador Carlos Vengas, “la riqueza de los plafones y cielos rasos no tuvo comparación, al adoptar rebuscados rasgos neobarrocos muy pomposos”.

En general, en las construcciones del Reparto, continúa afirmando Venegas en la obra señalada, “…los techos se sostenían con vigas más finas, cepilladas y ligeras. Las puertas eran menos gruesas y anchas. La columna de hierro desterraba al pie derecho, y la reja en forma de cinta ocupaba el lugar de los cierres de barrotes de las ventanas. El ladrillo se hacía cada vez más común en lugar de la mampostería ordinaria, y el yeso formaba amplios cielos rasos.” La comunicación entre los diferentes niveles se establecía generalmente mediante escaleras de caracol, en su mayoría de hierro fundido, y muy vistosas.

Galería de Imágenes

Comentarios