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La emoción de la palabra

26 de mayo de 2017

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La palabra es la forma de comunicación específicamente humana, que no posee ningún otro ser viviente. Aclaro como hago con mis estudiantes –porque siempre hay algún simpático que me pregunta si los loros hablan– y es que ningún animal habla por la sencilla razón que no tienen pensamiento, y el lenguaje es la expresión externa de un pensamiento, y las cotorritas, los loritos por su estructura biológica pueden decir palabras que las personas les enseñan pero no conocen su significado, así que no es un lenguaje. Y ya lo dije, hay que pensar para hablar, y vemos el avance del pensamiento infantil, justamente en la medida que avanza su desarrollo del lenguaje.

Seguro que los que me leen recordarán que en más de una ocasión han evaluado la capacidad intelectual de personas con las que se relacionan por el contenido de su conversación, la profundidad de sus criterios, las reflexiones mejores o peores que hacen, por lo que –viendo los extremos de esta evaluación– decimos ¡que inteligente es fulano! o ¡es un perfecto imbécil por creer tal o más cual cosa! Sin embargo, y aunque el pensamiento tiene un papel central en el lenguaje, no podemos desdeñar el lugar de las emociones en lo que se dice, o sea el contenido afectivo. Al respecto es bueno citar lo que dijo George Bernard Shaw quien apuntó: “bajo la clave adecuada uno puede decir cualquier cosa, pero la bajo la clave equivocada nada vale. Acertar con la clave es esencial”, entendiendo que el manejo acertado de las emociones que acompañan las palabras y los pensamientos pueden confirmar lo que se dice, contradecirlo, hacer que se malinterprete, no lograr su comprensión, convencer, entender y así tantas interpretaciones erradas o acertadas.

Conocí a un hombre muy mujeriego, y me decía que su estrategia para terminar con una mujer ella llevarla a cenar, hacer el amor, regalarle flores para –según él– crear un ambiente propicio para la ruptura y no hacer daño, dejándole un buen recuerdo a la mujer. No tengo que decirles que aquellas palabras me dejaron con la boca abierta, ya que el mensaje verbal no tenía nada que ver con el lenguaje emocional, porque la distancia era abismal entre uno y otro. Claro que seguí indagando para que me explicara como reaccionaban las mujeres, y lo peor es que me dijo que no sabía porque no les daba tiempo a la réplica, ya que se iba pronto. Yo me aventuro en suponer que como las mujeres estaban en una situación que expresaba amor, interés, en un escenario muy romántico, la “bomba” que les caía en la cabeza de que la relación se terminaba las dejaba tan pasmadas y congeladas que les era imposible reaccionar.

Este es un ejemplo de manipulación de las emociones con fines muy egoístas porque este hombre lo que perseguía era no pasar por el proceso de la ruptura a la que se le debe dar tiempo, conversaciones, más tiempo, más explicaciones y hasta lágrimas y enojos, porque los sentimientos son algo muy serio y hay que respetarlo, y este hombre –según Shaw– era un verdadero desacierto en usar la clave adecuada, ya que el mensaje afectivo que daba era que todo marchaba bien, y ¡pum! el golpetazo del cual no es fácil recuperarse.

Cuando se tiene un jefe en el trabajo que es lejano en las relaciones interpersonales con sus subordinados, si un trabajador es llamado a su oficina, no sabe que esperar, si lo va a ascender o a sancionar; mientras que si es un jefe que sus relaciones son de crítica, seguro que la llamada es para algo malo; si por el contrario es uno de esos directivos asertivos –que son los que el mundo actual necesita– y ejerce bien el liderazgo, el tono emocional que precede la llamada a su presencia le anticipa si es para algo bueno o malo, porque hay transparencia habitualmente entre lo que dice y como lo dice emocionalmente.

Los que somos padres sabemos mucho de esto, ya que el amor a los hijos nos hace –o nos debiera hacer– que los criticamos, rectificamos, educamos desde el afecto, ternura, cariño. Quien crea que ser lejano afectivamente y darle un tono neutral a sus palabras es una forma de protegerse de los embates de las emociones, que va a ser más respetado por los otros, pues lamento informarles que están en un error, porque si hay algo humano es tener capacidad para ser feliz, sufrir, enojarse, o sea, poseer todo el repertorio emocional que afortunadamente existe.

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