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La Edison Records en La Habana

12 de agosto de 2016

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Todos los indicios encontrados, parecen demostrar que, el año preciso que se conoce en La Habana de la presencia de grabadores de fonogramas, es el de 1893. Resulta posible que, en una columnilla de algún diario habanero, quedara al descubierto la actividad de estos “cazadores de talento musical” en la ciudad, que, luego de ser registrados en primitivos cilindros de cera con una marcada propuesta comercial, se enviaban a Estados Unidos para ser comercializados en los ya notorios asentamientos hispánicos entonces reconocidos en esa nación.
En verdad esta información nos llegó a través del maestro Odilio Urfé (1921-1988), quien tuvo la oportunidad de visitar la Biblioteca del Congreso de Washington y escuchar algunos fonogramas grabados en La Habana en esa época. Estas búsquedas quedaron plasmadas en el ensayo “Coincidencias e interacciones musicales entre Cuba y Norteamérica. Cronología de un proceso” 1978.
En estos añejos soportes sonoros, quedaron atrapadas importantes expresiones de nuestro rico quehacer guarachero y de una lánguida y enunciada cancionística de largos textos, formulada en compás ternario -tan en boga en La Habana de entonces. Tampoco se descarta la posibilidad de que la expresión guarachera del habanero Ramón Ramos, conocido artísticamente por “Ramitos”; el viejo Sansirena, legendario y reconocido cantador; Concepción Cirártegui, primera cantante profesional de Cuba, y otros importantes exponentes del arte musical de la época, quedaran registrados en los desiguales surcos de estos primitivos soportes fonográficos.
Como una reafirmación a la presencia en La Habana, en fechas muy tempranas, de máquinas grabadoras de música, citamos fragmentos de una columna del diario puertorriqueño La Correspondencia de Puerto Rico, de fecha 5 de octubre de 1895, donde se puede leer “(…) Don José Martínez acaba de llegar de La Habana con un magnifico fonógrafo, y en estos días saldrá de esta capital [se refiere a San Juan de Puerto Rico] para exhibirlo en los pueblos de Luquillo, Fajardo y otros de la isla. Ofrece audiciones muy originales y curiosas (…) un aguinaldo jibaro, un baile de garabatos con gritos y música brava, guajiras, guarachas y décimas (…)”. Odilio Urfé nos llegó a decir personalmente, que en la fonoteca del Congreso de Washington, se guarda una grabación realizada en 1896 a un barítono desconocido que grabó, en un cilindro USPC Unnumbered (de 2 minutos de duración), un tema titulado “La mulata”, con el respaldo musical de ¡castañuelas y tambores!, pero que él casi no pudo definir el género ni la pieza en general por estar el cilindro casi inaudible; entonces: ¿de qué tambores se está hablando?
Muy interesantes resultan las relaciones de fonogramas que emite el investigador norteamericano Richard K. Spottswood en su enjundioso y abultado catálogo Ethnic Music on Récords (ocho extensos volúmenes), y que en su cuarto volumen dedicado a las músicas españolas, portuguesas, filipinas y vascas, relaciona a un “cantante desconocido” que se hacía llamar “Sr. Poncí”, y del cual añade que, para el año 1896, este había grabado en Estados Unidos para los cilindros USPC Unnumbered dos temas musicales titulados “La Mulata” y “La Camagüeyana”, de los que no se especifica el género musical ni el autor o autores.
Pero más adelante, este abultado texto consigna que Poncí había grabado, también en 1896 –parece que después se haría una regrabación en 1898– en un cilindro de cera marca Consolidated, un tango titulado “El negrito y la mulata”.
¿A qué “tango” se refiere el autor? A caso se reseña al patrón rítmico que en Cuba se conoce como “tango-congo” y que resulta evidente en la contradanza, la danza y la habanera. O el tango-congo que luego influyó notablemente en New Orleans en los blues grabados por William Cristopher Handy –que afirma haberlo escuchado en su viaje a La Habana en 1900– y en los ragtime registrados en discos al famoso pianista Jelly Roll Morton, de quien se dice fue el primero en New Orleans en sacar a relucir este “patrón rítmico cubano”.
Pero surgen otras interrogantes, por ejemplo ¿Dónde realmente grabó este Sr. Poncí estas piezas? ¿En La Habana? ¿En Estados Unidos? Quién lo sabe… Lo cierto es que estas grabaciones abren otra posibilidad de tributo a las interinfluencias entre las músicas de Cuba y Estados Unidos.

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