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La cruzada martiana por la patra libre: el primer viaje a Tampa

19 de noviembre de 2021

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Foto tomada en Cayo Hueso, Florida, en diciembre de 1891, durante su primera visita junto a los miembros del Comité Organizador de patriotas cubanos en esa ciudad

Foto tomada en Cayo Hueso, Florida, en diciembre de 1891, durante su primera visita junto a los miembros del Comité Organizador de patriotas cubanos en esa ciudad

 

El 23 de noviembre de 1891, hace 140 años, José Martí partió de Nueva York hacia la ciudad de Tampa, en el sur de Estados Unidos. Desde un decenio atrás esa población del estado de Florida venía recibiendo un número creciente de emigrados cubanos, obreros tabaqueros en su mayoría, que se incorporaban a las fábricas de tabaco que allí se iban abriendo. Un núcleo de activistas fue fomentando en Tampa actividades patrióticas en favor de la independencia de Cuba y pronto, siguiendo el ejemplo de Cayo Hueso, se crearon clubes para ese propósito.

Todo parece indicar que el discurso martiano en Nueva York por el 10 de Octubre, donde expuso las líneas esenciales de su programa revolucionario, animó a algunos a invitar a Martí a Tampa para tratar de coordinar los deseos y esfuerzos libertadores. Néstor Leonelo Carbonell, antiguo comandante mambí durante la Guerra de los Diez Años y fundador del club Ignacio Agramonte le convidó a una velada de la institución, lo cual aceptó Martí de inmediato mediante un telegrama que decía: “Acepto jubilosísimo” y ratificado por carta posterior.

La estancia, de solo cuatro días no impidió tomar acuerdos significativos, claro indicio de la comunidad de opiniones que el Maestro halló en esos emigrados. Fueron días sumamente agitados. Martí arribó en la media noche del 25 de noviembre bajo un gran aguacero y al día siguiente ya logró la aprobación entre los representantes de los clubes locales de las Resoluciones por él preparadas. Después de pronunciar el 26 y el 27 dos discursos inolvidables acerca de Cuba, y de asistir el 28 a un mitin en el Liceo, donde los asistentes también aprobaron las Resoluciones, abordó ese mismo día 28 el tren de regreso a Nueva York.

El documento elaborado en Tampa consta de dos partes: la primera son breves consideraciones acerca de la situación cubana luego de la Guerra de los Diez Años y destaca el camino de unidad de criterios que se había ido abriendo entre los patriotas; la segunda son la cuatro Resoluciones que indicaban el camino por seguir.

La primera establecía la urgencia “de reunir en acción común republicana y libre, todos los elementos revolucionaros honrados.”

La segunda planteaba que la acción revolucionaria no “ha de emprenderse sin el acomodo a las realidades y derechos y alma democrática del país que la justicia y la experiencia aconsejan”, ni puede justificar por omisión o confusión el temor del país a una guerra que no se haga como mero instrumento del gobierno popular y preparación franca y desinteresada de la República.”

La tercera se refiere a que la organización revolucionaria no desconocería las necesidades de la constitución e historia del país ni trabajaría por el predominio de clase alguna, sino por la agrupación con métodos democráticos “de todas las fuerzas vivas de la patria, por la hermandad y acción común de los cubanos residentes en el extranjero,” por el respeto y auxilio de otras repúblicas y por crear una república “justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad levantada con todos y para el bien de todos.

La última Resolución dice que “la organización revolucionaria respetará y fomentará la constitución original y libre de las emigraciones locales.”

Se iniciaba así la marcha hacia el Partido Revolucionario Cubano.

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