ribbon

La contaminación acústica

21 de septiembre de 2018

|

 

noticia-sore-23-andina

 

¿A qué se llama “contaminación acústica”? A “la pérdida del silencio en el ambiente” ocasionada por el ruido intenso derivado de las actividades antrópicas, sobre todo la industria, la construcción y el tráfico rodado, ferroviario y aéreo.

Sí, efectivamente, el ruido también es un contaminante como lo son el polvo, los químicos, los gases, los microorganismos, las radiaciones, etc. El ruido es un azote de la civilización moderna: porque ha habido ruido en este mundo en todas las épocas de su historia; pero nunca tan acentuado, intenso y diverso y a veces tan omnipresente y molesto como en nuestros días.

Por supuesto, para que los ruidos tengan algún significado social es imprescindible la presencia de sistemas auditivos, si no somos capaces de oír, el ruido sería socialmente inútil.

Gracias al conocimiento que tenemos de nuestro propio sistema auditivo: el oído humano y, que este oído (humano) es bueno para oír, no sólo para oírnos a nosotros mismos sino también a todo aquello que nos rodea incluyendo a los animales, es que ha sido posible estudiar las sonoridades mediante las cuales se comunican los animales y conocer también sus sistemas auditivos.

Los sonidos animales más familiares son semejantes a los que nosotros, lo humanos, emitimos, es decir, son el producto de “instrumentos de viento”, son la consecuencia de la salida del aire a través de estrechos pasillos, por ejemplo: el croar de las ranas, el ladrido de los perros, el maullido de los gatos, el aullido de los lobos, el graznido de los cuervos y los gansos, el balido de las ovejas, el relincho de los caballos, el chillido del tapir y el rinoceronte, el mugido de las vacas, el rugido de los leones, el bramido del toro, el cacareo de las gallinas, el gorjeo de los sinsontes y los jilgueros, el silbido de las tortugas, las serpientes y los lagartos, el gruñido de los cerdos, etc.

Pero, no son sólo los vertebrados los únicos emisores de sonidos. También los insectos los generan, ellos están considerados los principales productores de sonido entre los invertebrados, sin embargo ellos utilizan “instrumentos de cuerdas”. Aquí el sonido surge por fricción: una pata articulada contra otra parte del cuerpo; el frotamiento mutuo de las alas anteriores; el frotamiento recíproco de las coxas; el frotamiento del lado interno del fémur, provisto de dentículos, contra las alas anteriores; la vibración de las alas durante el vuelo; la vibración de los segmentos abdominales, etc.

De la misma forma que en los humanos, estos sonidos emitidos por los animales serían inútiles sino existiera un oído receptivo a ellos.

El sistema auditivo más conocido es el de los vertebrados, formado de manera general por un oído externo, un oído medio y un oído interno. Este sistema responde a cambios de presión en el aire o en el agua; por lo tanto, para identificar la dirección de un sonido, se necesitan dos oídos que estén preferiblemente separados entre sí por alguna barrera de sonido, en este caso la cabeza.

En los insectos, existen dos tipos de dispositivos auditivos: los órganos cordotonales y los órganos timpánicos. Los primeros están formados por un conjunto de cuerdas muy sensibles, por debajo de su exoesqueleto y unidas a la dermis, y ubicados en los segmentos del tórax y el abdomen, aparecen en las moscas, avispas, mariposas, escarabajos, etc.

Los segundos, los órganos timpánicos, son más complejos, están provistos de una membrana timpánica muy sensible, a manera de un oído externo, después está el tímpano propiamente dicho y por último, el nervio timpánico. Está presente en los grillos, saltamontes, mariposas, etc.

Son muchos los animales cuyo oído es más fino que del hombre. Por ejemplo, la capacidad auditiva del gato se extiende una octava más que la del hombre, mientras que la del perro, dos octavas más.

Los murciélagos emiten gritos ultrasonoros que duran una milésima de segundo y que el hombre no puede escuchar; pero ellos sí perciben el eco de ese grito reflejado por los obstáculos del camino, verdadero radar que les permite orientar su vuelo en la oscuridad. Muchas mariposas son capaces de oír los ultrasonidos emitidos por los murciélagos cazadores de insectos y esto les permite ponerse en fuga, lejos del acecho de esos quirópteros.

Gracias a esta capacidad de los insectos, el hombre ha logrado perfeccionar verdaderos “espantapájaros” ultrasónicos capaces de ahuyentar a los insectos que amenazan las cosechas, por ejemplo en las plantaciones de algodón.

El ruido se mide en dicibeles (dB), un Bel es la unidad de intensidad sonora; la décima parte de éste es un decibel. El límite inferior de la intensidad de sonido oído por el hombre se llama umbral de audibilidad y se acepta como 0 dB. Está demostrado que con niveles superiores a 35 o 40 dB se interrumpe nuestro descanso, mientras que índices mayores a los 65 dB comienzan a perjudicar nuestra salud.

En un verano apacible y tranquilo, el murmullo de las hojas movidas por el viento produce 10 dB, mientras que el ruido total en el bosque no sobrepasa los 32 dB. Los animales aportan sus sonidos a ese fondo sonoro, así, por ejemplo un poderoso coro de saltamontes, que puede alcanzar su apogeo en una noche de verano, eleva el nivel de ruido en 11 dB.

No son los animales, precisamente, los que contaminan nuestro ambiente con sus ruidos; es el hombre el principal contaminante: su conversación ruidosa produce 60dB, sus motocicletas, 80 dB; sus automóviles, camiones y trenes, 90 dB, sus aviones a reacción, 110 dB.

Cuidar nuestro oído “humano” es una necesidad imperiosa de salud, pero cuidar también el oído de los animales que nos rodean es nuestro deber. Los animales están ahí, regocijándonos con sus trinos, recibiéndonos con sus alegres ladridos, o advirtiéndonos del peligro con sus gruñidos o rugidos, o demostrándonos cuánto nos quieren con su ronroneo.

Evitar la contaminación acústica es un deber y responsabilidad de todos.

 

Recordemos que “…la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

Galería de Imágenes

Comentarios