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La charada china

24 de junio de 2019

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“No hubo un chino cubano desertor, no hubo un chino cubano traidor”, fue la frasea de Gonzalo de Quesada citada por Fidel cuando le entregó al mandatario chino un hermoso símbolo de la amistad entre ambos pueblos, en diciembre de 1895.

Muchas son las huellas dejadas por los chinos en Cuba desde su llegada en 1847, en la cultura, la economía, al comercio, y también en nuestras tres guerras de independencia. El cementerio chino, su cultura milenaria del té, su laboriosidad y decencia.

Los más viejos recordamos los trenes de lavados de ropa y los almacenes de comidas y bebidas, que era donde más barato se compraba. Pero también en nuestras costumbres China dejó una huella imborrable, sobre todo en las capas más pobres de la población, la charada.

En 1873, en la calle Lealtad y con un capital inicial de 15,000 pesos, se inició este juego de azar, que consistía en 36 números con símbolos de flores y de la dinastía Ming, los que posteriormente los cubanos cambiaron por animales y profesiones, por ejemplo, uno caballo, tres marinero, cuatro gato, etcétera.

Eran muchos los incautos, desempleados en su mayoría, que sin recordar la frase de que “De enero a enero el dinero es del banquero”, pensaban que por una peseta, si cogían algún premio, resolvían la comida de la familia ese día.

Luego surgió la bolita, con tres premios y cien números con más símbolos, 30 camarón, 40 cura, 80 médico y así sucesivamente. En casi todas las esquinas había, por lo menos, una vidriera de apuntaciones.

Con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959 todos estos bancos fueron desactivados, porque ilegales fueron siempre, pero con el consentimiento de las autoridades.

Pero de lo que no cabe duda, es que para los que peinan canas, si aún les quedan, es que el conocimiento de estos símbolos numéricos es un magnífico recurso nemotécnico para fijar en la memoria teléfonos, direcciones y fechas.

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