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La casa de Antonio San Miguel

5 de marzo de 2019

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La casa colonial de Cuba esquina a Peña Pobre

La casa colonial de Cuba esquina a Peña Pobre

 

El edificio de Cuba No. 52 esquina a Peña Pobre –hoy hotel San Miguel–, fue una casa sencilla del siglo XIX antes de convertirse, incluso, en la residencia del reconocido periodista y hombre de negocios Antonio San Miguel y Segalá. Se sabe por los asientos del Registro de la Propiedad de mediados de ese siglo, que en esa época era una casa de mampostería y azotea y aparecía señalada con el número 14 de la calle Cuba, entre Peña Pobre y Cuarteles, en el Barrio del Ángel.

Constan como su más antiguos propietarios doña Joaquina Carlota de la Torre, en 1868 doña Merced y don José María de la Torre, y en 1870 don Antonio Prudencio López. Este señor la había comprado junto con la de altos y bajos de Peña Pobre No. 1 esquina a Aguiar, puesto que eran dos casas contiguas con sus accesorias. Don Prudencio falleció en 1899, pasando la propiedad a uno de sus hijos, doña Belén López y Travieso, quien a su vez la vendió, en 1913, al abogado Aurelio Albuerne y Roig.

Sería este señor quien remodelaría la vivienda en 1915 para construir un edificio de dos pisos, de cantería, ladrillos y azotea, con habitaciones altas en ésta. Las obras corrieron a cargo de los facultativos J. Planes y Rivas y Lorenzo Rodríguez, y concluyeron en 1916. El resultado sería una casa confortable, de amplios espacios y funciones bien definidas.

Después de reedificada la vivienda, uso para el que desde sus inicios se concibió, su propietario y habitante don Aurelio Albuerne la vendió en 1918 a don José Ignacio Lezama y Reyes, quien la hipotecó en varias ocasiones hasta perderla definitivamente en deuda con el Banco Nacional de Cuba. Como no pagó en el tiempo establecido, ahora en poder de dicha institución, la finca fue sacada a pública subasta. Esta se publicó en la Gaceta Oficial de la República el 5 de julio de 1923. El 30 de ese mes se celebró el acto fallando a favor del señor Antonio San Miguel y Segalá, convirtiéndose en su propietario.

Al año siguiente, San Miguel solicitó licencia a la Alcaldía Municipal para hacer reformas en las plantas existentes, las cuales consistían en ampliar el segundo piso, construir unos cuartos sobre la azotea de esta planta y cubrir una terraza con techos de vidrios. Esta vez el maestro de obras fue A. M. Moleón. En general se reformaron y crearon nuevos espacios, y se le colocó un tragaluz de vidrios emplomados al gran hall. Se instaló, además, un elevador automático para dos personas.

Al reedificarse de nueva planta en 1916 y reformarse en 1925, el edificio dejó atrás su aspecto de casa colonial para asumir los nuevos códigos del eclecticismo que se impusieron desde principios del siglo XX. Sin embargo, su fachada ejecutada en cantería con sencillos elementos decorativos, le otorgaron al inmueble un aspecto sobrio en consonancia con el contexto colonial en que se levantó.

Sus tres niveles están divididos por un balcón corrido en el primer piso y balcones individuales en el segundo, ambos cerrados con elementos de mortero. El alero lo define una cornisa clásica denticulada con ménsulas, y pilastras corintias adosadas completan la composición. Se destacan los vanos de entrada con los medios puntos de hierro donde puede leerse el monograma A.S.M., o sea, Antonio San Miguel. El resto de la herrería es también de excelente factura resaltando la de la escalera del vestíbulo, bellamente elaborada en hierro forjado con aditamentos decorativos fundidos.

En su interior igual se distinguen el falso techo de yeso, el gran arco de entrada, los enchapes de mármol en el zócalo y el uso del mismo material en la anterior escalera, así como en otros pisos. De igual manera, aportan belleza al conjunto los vitrales de colores que forman parte de la carpintería.

Sus amplios espacios denotan un buen trazado, justo con la función que se concibió, permitiendo esto aprovecharlos hoy para otro uso sin que el mismo le sea incompatible. Entre estas áreas vale señalar la terraza en el primer nivel ornamentada con un zócalo de cerámica sevillana, iniciativa de Antonio San Miguel, quien la recubrió en su momento con techo de vidrio de la mejor calidad. Este sitio goza de una espléndida visual al mar, específicamente al canal de la bahía y las fortificaciones que lo resguardan. No obstante, el preferido sin dudas lo constituye la terraza-mirador del último nivel, que viene a ser un cuarto piso, pero retranqueado.

 

La casa en 1936, cuando se construía el Anfiteatro de la Avenida del Puerto

La casa en 1936, cuando se construía el Anfiteatro de la Avenida del Puerto

 

Hacia 1926 la casa formaba parte de las acciones que Antonio San Miguel había suscrito para constituir una sociedad anónima junto a los señores Manuel Osorio y Loresecha y Felipe Martínez y Quintana, denominada Compañía Inmobiliaria y Mercantil o Real Estate & Mercantile Company. Por tanto, esta empresa se adjudicó el derecho de la finca por título de aportación. Luego, en 1931, la casa fue vendida a la Sociedad Anónima Compañía Mercantil Occidente. Siendo de su propiedad, en 1947, el inmueble es arrendado a The Rhode Island Insurance Company en su totalidad, descontando el tercer piso. Se describía como casa de mampostería y ladrillo con techos de azotea, compuesta de tres plantas y tres habitaciones en la azotea, es decir, sin posteriores modificaciones a las realizadas por Antonio San Miguel.

En 1953 dicha compañía acordó disolver la sociedad, dividiendo sus bienes y valores entre los accionistas. La casa fue tasada en 42 982. 38 pesos. Es así como Francisco Bartés y Marsal y María Antonia Clarens e Ibern, inscribieron a su favor el dominio de del inmueble que adquirieron por título de adjudicación al disolverse de sociedad. En 1954 falleció don Francisco Bartés y Marsal, quedando como herederos su viuda y sus dos hijos Francisco y Mario Bartés y Clarens, quienes nunca habitaron la vivienda, por el contrario, continuaron arrendándola. En 1954 lo hacen a la Compañía de Transporte de Cuba y en 1956 a la Compañía General Trasatlántica Francesa, hasta diciembre del siguiente año en que quedó deshabitada.

Las características del edificio y su estado constructivo por esos años se lo impidieron. Muestra de ello es la solicitud de un nuevo amillaramiento que hicieron sus últimos propietarios en 1958: “A partir de diciembre de 1957, antes quedando desalquilado el resto de la casa, por tratarse de una casa de tipo de vivienda que sólo es arrendable a un solo inquilino o a entidades afines por razones de negocio o amistad, ya que la casa tiene una sola entrada, no es posible separar las dos plantas y además están estas en estado ruinoso. Es difícil encontrar un inquilino que asuma los gastos de reparaciones y la alquile en su totalidad”.

De este modo el edificio perdía su vida útil. Los cambios sucedidos posterior a 1959 lo refuncionalizaron en beneficio del Ministerio de Salud Pública, y la intervención constructiva impidió su pérdida total.

 

Hotel San Miguel

Hotel San Miguel

 

Fue inaugurado como hotel San Miguel en el año 2000 después de arduos trabajos de restauración dirigidos por la Oficina del Historiador de la Ciudad.

El edificio en su concepción general contempló todas las áreas posibles para el mejor confort, tanto en el momento de su construcción como en los cambios de que fue objeto hasta el presente. La elegancia de sus salones, la disposición de sus espacios y su ponderada decoración interior y exterior, hacen de este inmueble un discreto, pero inestimable ejemplo de la arquitectura republicana de la ciudad.

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