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La carta de José Martí a Gonzalo de Quesada, calificada como su testamento literario

30 de marzo de 2018

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Una significativa carta de José Martí fue la que le dirigió el primero de abril de 1895 a Gonzalo de Quesada y Arosteguí, su gran amigo y cercano colaborador en el empeño de lograr la reanudación de la guerra por la independencia de Cuba. Esa carta ha sido considerada en forma metafórica como una especie de testamento desde el punto de vista literario.

Cuando elabora dicha misiva en la ciudad dominicana de Montecristi, donde había permanecido más de dos meses en compañía de Máximo Gómez, ya Martí se hallaba inmerso en el empeño de trasladarse hacia Cuba para dar su contribución directa al desarrollo de la guerra que se había reiniciado el 24 de febrero.

Martí le señala a Gonzalo que debía hacer con sus obras y otras pertenencias. Le detalla: “De mis libros no le he hablado. Consérvenlos; puesto que siempre necesitará la oficina, y más ahora: a fin de venderlos para Cuba en una ocasión propicia, salvo los de Historia de América, cosas de América –geografía, letras, etc.– que Usted dará a Carmita a guardar por si salgo vivo, o me echan, y vuelvo con ellos a ganar el pan.”

Le precisa: “Todo lo demás lo vende en una hora oportuna.”

También Martí le indica a Gonzalo que le enviase a Carmen Miyares, Carmita como el la identifica, los cuadros que se hallaban en su oficina y le manifiesta que ella irá a recoger todos los papeles.”

Comenta al respecto: “Usted aún no tiene casa fija, y ella unirá a los que ya me guarda.”

Martí expone, con particular modestia, algunas valoraciones en relación con los materiales que ha escrito y le detalla a Gonzalo: “Ni ordene los papeles, ni saque de ellos literaturas: todo eso está muerto, y no hay aquí nada digno de publicación, en prosa ni en verso: son meras notas.”

Y le añade: “De lo impreso, caso de necesidad, con la colección de La Opinión Nacional, la de La Nación, la del Partido Liberal, la de La América hasta que cayó en Pérez y aún luego la del Economista podría irse escogiendo el material de los seis volúmenes principales.”

Seguidamente le expone: “Y uno o dos de discursos y artículos cubanos. No desmigaje el pobre Lalla Rookh que se quedó en su mesa. Antonio Batres, de Guatemala, tiene un drama mío, o borrador dramático, que en unos cinco días me hizo escribir el gobierno sobre la independencia guatemalteca.”

También Martí hace referencia a La Edad de Oro, revista que concibió y escribió en el año 1889 especialmente dirigida a los niños, y de la cual salieron cuatro ediciones, entre los meses de julio y octubre.

Señaló: “La Edad de Oro, o algo de ella sufriría reimpresión.”

De inmediato comentó que tenía mucha obra perdida en periódicos y citó algunos con los que había colaborado y/o dirigido como fue el caso de la Revista Venezolana, que logró hacer realidad durante su estancia en el primer semestre de 1881 en ese país sudamericano, pero esa publicación salió sólo en dos ocasiones en el mes julio y se interrumpió su edición al tener Martí que salir abruptamente de Venezuela, ante la reacción airada del gobernante de dicha nación por un trabajo que él publicara en ese segundo número de la revista.

Gonzalo de Quesada y Arosteguí

Martí le expresó a Gonzalo que si no regresaba –y él insistía en publicar todos sus trabajos– siguiera un orden establecido.

Detalló el siguiente orden:

I y II Norteamericanos,

III Hispanoamericanos

IV Escenas norteamericanas,

V Libros sobre América

VI Letras, Educación y Pintura.

Y tras detallar que sobre sus versos se podría hacer otro, incluyendo los poemas contenidos en su libro Ismaelillo, los Versos Sencillos y lo más cuidado o significativo de unos Versos Libres, indicó que los tiene Carmita, le expuso: “No me los mezcle a otras formas borrosas, y menos características.”

Y le hizo la siguiente alerta: “Versos mío, no publique ninguno antes del Ismaelillo: ninguno vale un ápice. Los de después, al fin, ya son unos y sinceros.”

Martí le pidió además a Gonzalo de Quesada cómo proceder con otras de las cosas que tenía en su oficina y con otros de sus trabajos.

Y también reflejó lo que sentía al hallarse próximo a salir hacia su tierra natal: “De Cuba ¿qué no habré escrito?: y ni una página me parece digna de ella: sólo lo que vamos a hacer me parece digno.”

Varios días después de haber escrito dicha carta, tras vencer diversas dificultades, José Martí pudo llegar a Cuba, por la zona suroriental. Eso fue exactamente el 11 de abril.

Y en otra de las cartas que le dirigió en este caso de conjunto a Gonzalo de Quesada y Arostegui y a Benjamín Guerra, fechada el 15 de abril, les señaló: “Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida, La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio.”

Martí cayó combatiendo por la independencia de Cuba el 19 de mayo de 1895, en la zona de Dos Ríos.

Pero, más allá de su ejemplo, su legado, reflejado en poemas, cartas, discursos, trabajos periodísticos y demás materiales, en gran medida, se pudo salvar gracias a la tesonera labor realizada por Gonzalo de Quesada y Arosteguí, quién pudo editar por primera vez una buena parte de las obras de ese hombre excepcional que fue José Martí.

En la actualidad el Centro Estudios Martianos lleva adelante la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí en las que tras un minucioso trabajo investigativo se ofrecen no sólo los materiales elaborados por Martí, así como sus discursos, poemas y otras obras, sino que se brindan datos complementarios sobre los hechos, lugares y personas por él mencionados.

Los escritos originales y los documentos de Martí además de haber sido considerados como Monumento Nacional por parte de Cuba, también resultaron inscriptos en el 2005 en el Registro de Memoria del mundo por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

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