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La calle Mercaderes

10 de julio de 2020

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Recorrido de la calle Mercaderes. Plano de la Ciudad de La Habana, 1825 (fragmento).

Recorrido de la calle Mercaderes. Plano de la Ciudad de La Habana, 1825 (fragmento).

 

Mercaderes es una de las calles más antiguas de la ciudad, surgida como resultado del crecimiento del primer núcleo poblacional alrededor de la Plaza de Armas, a partir de lo ordenado por las Leyes de Indias: “comenzando desde la plaza mayor y sacando desde ella las calles a las puertas y caminos principales”. Estos ejes primarios fueron enlazando los espacios públicos que iban surgiendo y, a su vez, aglutinando las funciones principales de la entonces villa de San Cristóbal de La Habana. Para el historiador José Martín Félix de Arrate, hacia 1761, “…entre todas, la más nombrada es la de Mercaderes, que sale de una de las esquinas de la plaza Nueva para la parte norte y termina en la de la parroquial mayor, siendo su extensión de cuatro cuadras, y por una y otra acera están repartidas las tiendas de mercaderías en que se halla lo más precioso de los tejidos de lana, lino, seda, plata y oro y otras brujerías y cosas preciosas del común uso, las que atraen mucho concurso a este paraje”. De ese modo, fue una de las primeras calles en tomar su denominación, vinculada directamente con la actividad dominante en todo su recorrido.

Mercaderes corre desde la Plaza de Armas hasta la Plaza Vieja, pues ya en su continuidad se torna en Inquisidor a partir de la calle Muralla. Antiguamente se decía que iba desde la pescadería, en el Boquete, a la calle San Salvador de Horta, nombre que tomaba en ese tramo de Teniente Rey.

En sus predios se ubicaron magníficas residencias como la de los marqueses de Arcos, siendo don Ignacio de Peñalver y Cárdenas tesorero de la Real Hacienda y al instalar en su casa dicha función, se le conoció a esta primera cuadra como de la Tesorería. Seguida a esta se hallaba la casa del conde de Fernandina, lamentablemente desaparecida, cuyo espacio hoy día lo conforma un parque ecológico. De la tipología doméstica destacan en su recorrido las viviendas de Mercaderes entre Obispo y Obrapía como la casa homónima de esta última, seguidas por las del conde de Villanueva (actual hotel del mismo nombre) en la esquina con Lamparilla, y la llamada Casa Aguilera (Museo Nacional de la Cerámica), en la intersección con Amargura. Igualmente, sobresale la hermosa mansión del adinerado norteamericano Santiago Burnham convertida en la casa museo Simón Bolívar desde 1993.

 

Calle Mercaderes desde Empedrado y desde Amargura, hacia la Plaza Vieja

Calle Mercaderes desde Empedrado y desde Amargura, hacia la Plaza Vieja

 

Cercana a la Plaza Vieja, la casa de la Cruz Verde, que fuera del conde de Lagunillas, evoca aún los tiempos en que se realizaba el Vía Crucis los viernes de Cuaresma y con ella se marcaban las estaciones. Por su parte, el edificio de los Pelícanos completa el repertorio con su estilo art nouveau que alcanza su máxima expresión al final de la calle con el Palacio Cueto (hoy hotel de igual nombre). El costado de la antigua Plaza Nueva que corresponde a Mercaderes contiene una surtida e importante representación de edificaciones del período colonial y otras del siglo XX, afiliadas a los códigos del eclecticismo o del neocolonial.

Otrora daban a su vera, entre las calles O’Reilly y Obispo, una de las fachadas de la iglesia y convento de Santo Domingo, erigido en el siglo XVIII y demolido durante la primera mitad del siglo XX. En su lugar se construiría en 1958 el edificio para la compañía Terminal de Helicópteros S.A.; reformado en el 2006 para el Colegio San Gerónimo de La Habana. Asimismo, un lateral del Palacio de los Capitanes Generales (hoy Museo de la Ciudad), da para esta calle, lo que sin dudas impregnaba a este tramo de una gran carga simbólica al reunirse en tan pequeño espacio dos de los poderes más representativos de la colonia: la iglesia y el cabildo.

 

Mercaderes entre Obispo y O’Reilly, 1960

Mercaderes entre Obispo y O’Reilly, 1960

 

En el orden de lo civil-público a Mercaderes se le sumaron las funciones de hospedaje realzadas con el hotel Ambos Mundos en 1925 y la comercial y administrativa con la instalación de varios cafés, boticas y oficinas como las del banco H. Upmann, en la esquina con Amargura, primera sede construida expresamente para un banco, en 1903. De igual manera, fueron famosos los establecimientos dedicados a café: La Dominica, en la esquina con O’Reilly, célebre por su jalea de guayaba; o el Taberna, considerado el más antiguo de la zona y siempre muy concurrido, actualmente dedicado a la música del gran Benny Moré.

La prensa de la época como el Directorio Criticón de La Habana de 1883 comentaba la concentración de bancos y casas de cambio existentes en la calle Mercaderes, llegando a compararla con Wall Street de New York, como décadas después se denominaría entonces a la calle Aguiar. Juan Franqueza, autor del comentario, refiriéndose a la misma describía: “Cuando se sale del tramo donde se han puesto los cambistas, la calle varía de aspecto, pues en ella están situados los principales comerciantes importadores de géneros, casas de giro, etc., y otros muchos negocios de importancia y acude a ese punto la gente más emprendedora del país, que se la distingue cuando no la ahogan la turba de aventureros que atrae el agiotaje. Entonces se ve que se está entre la verdadera aristocracia comercial y que todo tiene el barniz de la riqueza. Ser comerciante de la calle Mercaderes parece una garantía de solidez, y como es antigua esta reputación, se conserva en la conciencia general.”

Mercaderes también acogió diferentes imprentas, entre las que se destaca la de don Blas de los Olivos, donde nació la Gaceta de La Habana, que por orden del gobernador conde de Ricla comenzó a publicarse en 1764.

Asimismo, diferentes acontecimientos ocurridos en esta calle le otorgan innegables valores históricos. El primero de ellos, el incendio en la antigua ferretería Isasi en 1890, donde perdieron la vida 31 personas, entre bomberos y civiles. El segundo, vinculado a las luchas revolucionarias de la década de 1950 para derrocar la tiranía batistiana: el asalto a la Armería el 9 de abril de 1958 como apoyo a la huelga general organizada por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (M-26-7).

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