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La Bolsa de La Habana

6 de junio de 2014

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En el lugar que había ocupado la droguería Lobé y Torralbas en el siglo XIX, Obrapía 33, hoy 257, se levantó a inicios del XX el edificio para The Royal Bank of Canada, quien abandonó así su antigua y discreta casa que lo había acogido desde 1899, también ubicada en la calle Obrapía. F. J. Sherman, agente en Cuba del Royal Bank of Canada y director de esta sucursal, solicitó a la Alcaldía Municipal autorización para la fábrica de una mejor y moderna sede. En 1902 comenzaron las obras de demolición de la antigua farmacia, bajo la dirección facultativa de Alberto de Castro, y entre 1903 y 1904 fue construida la nueva oficina del banco canadiense. Participaron para esta obras, como director facultativo el arquitecto José F. Toraya, y como contratistas la acreditada firma Purdy & Henderson.

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La terminación de este magnífico inmueble para The Royal Bank of Canada le abrió sin dudas un camino exitoso en Cuba a la empresa constructora estadounidense, la que intervendría luego en obras tan importantes de la capital como los Centros Asturiano y Gallego, el Capitolio Nacional, los hoteles Plaza y Nacional, el edificio La Metropolitana, entre otros. La Purdy & Henderson Co. se había establecido en La Habana en 1901 y según Guillermo Jiménez, en Las Empresas de Cuba 1958, había tenido antes intereses en otros sectores de la economía cubana, pues unos de sus primeros ejecutivos formó parte de la Junta del entonces Banco Nacional de Cuba hasta que éste quebró en 1921. Fue cliente del Banco Núñez y precisamente del Royal Bank of Canada.

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El nuevo banco contaba de dos pisos: la planta baja se destinó a las funciones propiamente financieras y la superior a despachos particulares. Luego en 1911 se le hicieron añadidos en el segundo piso.
A partir de un gran patio central se distribuyó el espacio del nuevo edificio coronado por un lucernario que permitía la iluminación natural.
La planta baja se resolvió con un amplio salón rodeado de mostradores para el uso del banco, y en la alta las oficinas se distribuyeron alrededor del patio, comunicados entre sí por una galería corrida.
Con acero y cemento se armó su estructura y la piedra natural fue escogida como elemento constructivo y decorativo de su fachada, jerarquizada ésta por una entrada que, a manera de arco de triunfo renacentista, precedía el vestíbulo. Una pequeña escalinata servía de acceso al mismo y sendos vanos enrejados cerraban la composición.
Su interior fue patrón de sobriedad y prestancia, sin faltar el uso de mármoles, finas cristalerías, bronces y maderas preciosas para su ornamentación y mobiliario general.

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Cuando el Royal Bank of Canada decidió construir su nuevo palacio financiero, concluido en 1919, en Aguiar y Obrapía, el presente fue ocupado por la Bolsa de La Habana.
La prensa del siglo XX la anunciaba como un “…centro de contrataciones, (…) en él se realizan todas las transacciones naturales de un mercado de valores, teniendo su característica especial, sobre el sistema de cotizaciones y contratos. Las funciones de la Bolsa son las naturales de esas entidades tales como compra-venta de valores, al contado y a plazos, pignoraciones, opciones, arbitrajes, etc.,…”
Aún cuando las funciones que comparte no estén conformes con la original, el primer edificio para The Royal Bank of Canada o la Bolsa de La Habana, bien se conserva como uno de los primeros ejemplos levantados en el entonces distrito financiero.

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