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La alegría de vivir

13 de junio de 2014

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fHace algunos años leí una novela que trataba de tres mujeres que estudiaron medicina juntas y cuyas vidas tomaron rumbos muy diferentes, y dos de ellas eran, al cabo de 10 años muy felices, pese a haber tenido graves problemas y pérdidas importantes, y la tercera, que la vida le había otorgado muchas más ventajas y éxitos no lograba ser feliz, y esta le preguntaba a las otras cómo era posible que pudieran ser felices, pese a lo que les había sucedido. La intención de contarles esta historia es dar pie para hablar de la felicidad y sus emociones concomitantes, pero ante todo quiero apuntar que no me refiero a la felicidad falsa, esa que la gente pretende mostrar a los ojos de los demás, ni a la euforia patológica (que es una manifestación de desequilibrio psíquico), sino a la capacidad de los seres humanos de ser felices basándonos en las ganancias y no en las pérdidas, que es al fin y al cabo lo que diferencia a las protagonistas de la novela, porque quien busca la felicidad absoluta, la perfección en la vida, el éxito profesional total, el matrimonio perfecto, la familia de porta retrato, sin mácula y sin tristeza, seguro que nunca la encontrará y será una de esas personas incapaces de ver lo que tienen, por lo que es como si no lo tuvieran. Así lo dice Shakespeare en una de sus obras y es que a veces tenemos delante de nuestros ojos la felicidad y no somos capaces de verla, porque buscamos por otros caminos lo que ya es nuestro. La risa, la alegría, el buen humor como expresiones de la felicidad tienen -como emociones positivas- muchos beneficios y el más importante es la salud del espíritu, ya que las personas que son felices tienen una postura, una actitud abierta, positiva ante la vida, son capaces de entender y afrontar los conflictos, los obstáculos, ajustando las velas -al decir de los optimistas- que quiere decir que usa los vientos de la vida a su favor. Es tan importante ser felices y tener alegría de vivir que los antiguos ya hablaron de esto y  Sócrates decía que la alegría, el buen humor, son importantes porque no hay aspecto de nuestro diario vivir que les sea ajeno, entendiéndose que cada día posee fuentes de felicidad, con lo que concuerdo plenamente (y en otras ocasiones lo he dicho) y es que no solo los grandes y trascendentales momentos de la vida son los que nos dan alegría, sino lo que tenemos en cada momento de nuestras vidas son la fuente más grande e importante de felicidad, o acaso ¿Se ha fijado en la cara de su hijo, de su esposa, de su madre al despertarse? Si no se detenido a contemplarlos con amor y se ha dado el permiso de emocionarse, entonces no pierda tiempo y hágalo enseguida y notará que su día comienza mejor, y en camino al trabajo fíjese en los colores del día, en las flores, dé los buenos días a su vecino y sonría a sus compañeros de trabajo y verá que esto lo llena de  tanta positividad que tendrá un estado de ánimo mucho mejor que cuando anda apurado, a la defensiva, pensando que le va a salir mal lo que tiene que hacer, molesto porque tiene que llegar tarde a la casa por un trabajo pendiente o salir temprano para llevar a  la niña a la presentación de baile. Si por el contrario, se detiene un instante  a pensar que tiene todas esas cosas: un trabajo, familia, vecinos, amigos, entonces es usted -hombre o mujer- una persona que tiene muchas razones para ser feliz y para levantarse todos los días con buen ánimo, sin esperar a ser un padre o madre feliz solo cuando los hijos se gradúen de la universidad, o cuando el marido deje de ir  a jugar béisbol los domingos con sus amigos, o cuando logre tener la casa que se desea, o lograr la gerencia de tal empresa, y así muchas metas, que son loables y es bueno luchar para alcanzarlas pero no son de ninguna manera lo único que nos hace felices porque como dijo Sócrates la alegría del alma forma los bellos días de la vida.

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