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La Adolescencia: ¿Crisis o cambios?

5 de julio de 2013

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No estoy de acuerdo y eso me lo enseñó hace muchos años la Dra. Elsa Gutiérrez Baró, a quien siempre me ha gustado llamar como la madre de los adolescentes cubanos, fundamentado en toda su obra dedicada a esta etapa de la vida, y decía que no estoy de acuerdo en llamar como es habitual a la adolescencia como una etapa de crisis, sino más bien una etapa de cambios sustanciales, como los que pueden suceder también en otras edades, por ejemplo, cuando pasamos a la ancianidad.
Una de las peculiaridades que vivimos cuando estamos en estas edades, es que no pensamos en el mañana y por ello, no somos conscientes de la repercusión que puede traernos en el futuro las acciones que hacemos en el presente, porque en realidad, cuando estamos en estas edades podemos llegar a sentirnos indestructibles, independientemente de que siempre tenemos presentes algunas preguntas, como esa de ¿Quién soy en realidad? ¿Qué quiero ser en mi vida? Y por supuesto, esa gran contradicción que se nos presenta en estas edades, de que no nos gusta que nos traten como niños porque ya lo hemos dejado de ser, pero tampoco tenemos la suficiente madurez y experiencias para exigir que se nos trate como adultos, ni mucho menos, para que nos den la libertad e independencia que consideramos que nos merecemos.
No quedan dudas de los cambios sustanciales que se producen en este tiempo que llamamos adolescencia y que incluye la primera juventud. Pasamos de la enseñanza primaria a la secundaria, con muchos cambios en cuanto a los horarios de clases, la existencia de un maestro por asignatura, la necesidad de mayor tiempo de estudio y la pertenencia a un grupo diferente al de la primaria, al cual, en esta etapa de la vida se nos hace muy necesario, me atrevería a decir que imprescindible, el pertenecer, el ser parte de ese colectivo de iguales.
Estamos ante cambios físicos que no nos permiten tal vez tener toda la belleza que soñamos y que pretendemos imitar de nuestros líderes, deportistas, artistas, o personajes socialmente destacados, pero son tiempos en que hay cambios de voz en los varones, se nos van los conocidos “gallos” cuando hablamos, se nos llena la cara de granos provocados por la llamada acné juvenil, y como estamos creciendo, nos sentiremos en ocasiones cansados, y en fin, no son solo los cambios psicológicos, esa contradicción que comentamos al inicio, ni niños, ni adultos, sino también en la esfera de la sexualidad, de la necesidad de independencia que realmente no podemos tener todavía porque dependemos de la mantención de nuestros padres y en cuanto a la procreación, podemos físicamente, en el caso de los varones, embarazar a la novia, pero física y psicológicamente ni la muchacha ni el muchacho, están preparados para un embarazo y parto y mucho menos para asumir una paternidad y una maternidad efectiva, a lo que se añade cómo nos puede llevar a no continuar nuestros estudios, perder las fiestas y actividades propias de esta edad o contrariamente, tener que renunciar al ejercicio de ser padres y madres, que nuestros hijos sean cuidados por los abuelos, y entonces, al pasar los años, nos sentiremos mal por no haber ejercido nuestras funciones de padres. Se produce entonces una gran contradicción entre querer ser padres y ser adolescentes o un joven en plenitud de sus facultades y deseos para asumir y disfrutar de las actividades propias de esta etapa de la vida.
Son tiempos en que vamos descubriendo nuevas cosas del mundo que nos rodea, surge dentro de nosotros esa necesidad de independencia, de que nos la sabemos todas, y por ello, en ocasiones nos negamos a escuchar y llevar a vías de hecho los consejos que nos pueden dar los mayores, esos consejos que en ocasiones, puede que no sean bien dados por los adultos, pero que siempre debemos escucharlos y en realidad, no nos permitimos esta oportunidad que tanto nos puede ayudar en estos tiempos no de crisis, sino de grandes cambios en el orden físico, psíquico y social.
Comprendemos la importancia que tiene ese gran amigo y ese grupo de pertenencia y por ello, los colocamos por encima de la relación a la que aspiran nuestros padres y abuelos que tengamos con ellos, y en esto no hay malas intenciones, sabemos perfectamente que no es que hemos dejado de querer a nuestros padres y abuelos, siempre al final, los vamos a necesitar y vamos a acudir a ellos en busca de protección, aunque por momentos nos molestan mucho sus imposiciones que consideramos desde nuestro punto de ver las cosas como injustas e incoherentes, todo esto al margen de tropezarnos también, no lo podemos negar, con padres que talvez nos rechazan, con padres extremistas o contrariamente con aquellos que no muestran ni el mas mínimo interés hacia nosotros, pero de estos temas conversaremos en otro momento. Si debe quedarnos claro un aspecto que se erige como una de las mayores contradicciones en este tiempo de adolescencia y primera juventud, y es el tema de las relaciones armónicas, con los adultos mas cercanos (padres, abuelos, tíos, maestros, entrenadores deportivos, instructores de arte o de otra especialidad, y en el caso de los que procesan una creencia religiosa, de sus confesores y orientadores), que con frecuencia son difíciles de lograr.
De momento, en la misma medida que en esta etapa de la vida nos auto conocemos y nos apoyamos en las experiencias y conocimientos de los adultos cercanos que no tiene porqué limitarse solamente a los padres, podremos ir encontrando ese acomodamiento, vamos a llamarle así, al cual debemos aspirar para que esta etapa de la vida puede sucederse, al menos, con un mínimo de armonía entre las diferentes generaciones con las que debemos convivir hasta que pasemos a la edad de la adultez, donde otras serán las contradicciones y cambios, que al igual que en la adolescencia, no tenemos porqué clasificar como crisis, sino mas bien, como etapas de cambios.

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