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La accesibilidad a la ciudad patrimonial y sus instituciones

24 de agosto de 2017

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El espacio público tiene un valor funcional, por las relaciones que establecen los ciudadanos en él; cultural, por los elementos simbólicos que poseen y cívico-político, como representante y expresión de la colectividad.

Para el logro de estas funciones debe garantizar la accesibilidad a estos entornos. La accesibilidad es la facilidad con la cual todos los ciudadanos pueden lograr el disfrute efectivo de todas las ofertas, servicios, actividades que existen en la ciudad, así como los desplazamientos a su interior. Lo que facilita el intercambio social entre todos los grupos existentes.

Para ello se emplea actualmente el término ciudad accesible que se refiere a aquella ciudad que no segrega, que permite la interacción entre todos los grupos sociales y permite el acceso equitativo a todos los beneficios de la ciudad. En síntesis que no tiene barreras físicas, ni sociales, ni culturales, ni económicas.

La ciudad accesible debe brindar iguales oportunidades desde el punto de vista de género (hombre o mujer), de edad (niños, jóvenes, adultos, ancianos), dimensiones (altura y peso), capacidades, discapacidades o necesidades especiales de cada uno, poblacional (etnias, razas), lingüística (turistas, minorías lingüísticas), religiones, orientación sexual, origen económico, ideologías y otros. Por ello constituye un ideal.

La ciudad debe proporcionar garantías para que todos sus ciudadanos puedan habitar, trabajar, recrearse o desplazarse. Esta categoría le proporciona un carácter inclusivo y la relaciona con el diseño universal o el diseño para todos.

Este análisis implica que el diseño de las ciudades debe tener en cuenta las peculiaridades de las personas de la tercera edad, las cuales ya se desplazan más lentamente, tienen limitaciones en la visión y la audición, necesitan un poco de tiempo para tomar decisiones y otras peculiaridades propias del proceso de envejecimiento. Todo ello influye en su accionar en los espacios públicos, en las viviendas, en el transporte y en todos aquellos espacios dónde desarrollen su vida así como en la interacción de otras personas.

Es oportuno aclarar que entre las personas de la tercera edad existen diferencias, dados por pequeños segmentos etareos que podemos establecer. Estos son de 60 a 75 años, 75 a 85 años y más de 85. Este último grupo se denomina cuarta edad.

Lo mismo sucede con los niños, las personas de baja estatura, las embarazadas, cualquier persona que traslade cargas, los ciegos o débiles visuales, los sordos, limitados físico motores y otros.

Todos estos aspectos es necesario considerarlos en el diseño de las instituciones que se crean en las ciudades patrimoniales para que estás personas puedan disfrutar de los servicios que ofertan.

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