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Juan Gelman

22 de febrero de 2013

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A partir de unos años acá, Juan Gelman comenzó a recibir los más importantes galardones literarios de las letras españolas. Se hacía justicia al hombre y al poeta, ya en sus años altos. Nos referimos al Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda; el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y el Premio Cervantes, que recibió en abril de 2008.
Pocos, muy pocos poetas vivos disfrutan de un reconocimiento tal. Pero Gelman ha tenido una existencia intensa, de grandes empeños y muy tristes infortunios, de riesgos y exilio, con una muy larga hoja de servicios al periodismo, a la prosa, a la poesía.
Los nexos del poeta con Cuba se remontan a varias visitas, muchos amigos colegas en el país y una larga colaboración con la institución Casa de las Américas. De 1965 data la edición cubana de su libro Cólera de buey. Veinte años después vio la luz en Cuba su Poesía, antología publicada por Casa de las Américas, con prólogo y selección del escritor Víctor Casáus. En las páginas de la revista Casa de las Américas han aparecido sus poemas más de una vez. De manera que Juan Gelman es un poeta varias veces enfrentado a las lecturas del cubano seguidor de la poesía escrita en el continente.
Muy amigo de la Revolución Cubana, llegó en enero de 1978 para prestar su servicio como jurado de poesía del Concurso Casa de las Américas. Figuró además entre los participantes del Encuentro de Escritores Latinoamericanos, celebrado entre los días 2 y 3 de febrero de aquel mismo año, centrado en el tema Cultura de dependencia y cultura de liberación, que expresó su repudio a los regímenes militares entonces imperantes en varias naciones de América Latina.
Otras visitas se han sucedido desde entonces, el poeta ha leído sus versos desde La Habana hasta Santiago, ante un auditorio absorto y conmovido, sabedor de la personalidad del escritor, en cuya obra frecuentemente encontramos la fusión del amor y de la lucha.
Afiliado al movimiento izquierdista de su país, el triunfo de la Revolución en Cuba en 1959, incentivó su actividad política y su adherencia a la vía armada revolucionaria. Perteneció a las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Montoneros). Sufrió persecución, exilio, el dolor inmenso del secuestro y desaparición, en agosto de 1976 y bajo la dictadura militar en Argentina (que causó la desaparición de unas 30 000 personas), de sus hijos Nora Eva, de 19 años, Marcelo Ariel, de 20, y de su nuera María Claudia, de 19, embarazada de siete meses. Estos dos últimos desaparecieron definitivamente, asesinados, aunque la niña nació en cautiverio y fue recuperada al cabo de muchos años de investigaciones.

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