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Juan Bautista Antonelli

27 de noviembre de 2019

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Castillo San Salvador de la Punta

 

En carta al presidente del Consejo de Indias, fechada el 1ro de noviembre de 1591, Juan Bautista Antonelli apuntaba:

“Todas las fortificaciones que se hicieron en La Punta son de muy poco efecto estando el Morro abierto, mas si está fortificado con presidio y artillería podrá Su Majestad evitar muchos gastos que se ofrecen en los socorros que se envían a España”.

Y más adelante agregaba:

“También se evitaría la inquietud que sufren los vecinos de la Isla porque en las ocasiones en que se tiene noticia de corsarios, los hacen venir a la defensa del puerto, causándoles sin duda grandes disgustos por no tenerlo Su Majestad fortificado”.

Fue Juan Bautista Antonelli el constructor que dirigió las obras de fortificación de La Habana, o sea, los castillos de La Punta y el Morro. Pero esta historia comienza un poco más atrás:

El desastre de la Armada española en 1588 (aquella supuestamente Invencible), acrecentó el interés de España por seguir adelante el programa de fortificaciones en sus posesiones de Ultramar.

Así, a mediados de 1589 llegó a la Isla el nuevo gobernador Juan de Texeda, acompañado por un ingeniero militar de origen italiano proveniente de una familia conocida en Europa por su quehacer constructivo. El personaje se nombraba Juan Bautista Antonelli.

El perito revisó las locaciones seleccionadas, inspeccionó el estado  de las defensas y tomó notas de diversa índole. Después se marchó y regresó con la mano de obra especializada para llevar adelante sus proyectos: carpinteros, albañiles, constructores, herreros. Las obras se iniciaron hacia 1590, en La Punta y el Morro, a la entrada de la bahía de La Habana. Antonelli también se ocupó en otras obras, como la del la Zanja Real para el abastecimiento de agua a la ciudad.

Las construcciones marcharon con lentitud, y no fue hasta 1630 que se concluyeron ambas fortalezas, por lo que se completó el triángulo defensivo de la ciudad, dado que ya existía, desde antes, el Castillo de La Fuerza.

A partir de entonces pudo cerrarse la entrada de la bahía por medio de una larga cadena entre las dos orillas. La medida pudiera en estos tiempos parecernos ingenua, pero en su época surtió algún efecto, aunque no el suficiente para impedir el acoso de los invasores más decididos.

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