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Jovellanos y la nacionalidad cubana

25 de diciembre de 2017

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La formación y desarrollo de la nacionalidad cubana se produjo entre la séptima década del siglo dieciocho y a cuarta del diecinueve. Este proceso coincidió con el incremento de la inmigración asturiana en Cuba, la que pasó del decimocuarto lugar entre las regiones españolas en el siglo dieciocho, al segundo en el diecinueve.

Muchas son las obras, en instituciones y piedras, dejadas por los asturianos aquí, en el comercio y en la industria del tabaco, y en el sector cultural tenemos que recordar a Manuel Isidro Méndez, primer biógrafo de José Martí, y a los periodistas Luis Amado Blanco, quien falleció cuando representaba a Cuba en El Vaticano, y a Rafael Suárez Solís, quienes dejaron una importante obra cultural aquí.

Pero muy en particular, quiero recordar hoy a Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los más ilustres pensadores españoles, un hombre que sin haber estado en Cuba, y sin proponérselo, influyó en la formación y desarrollo de la nacionalidad cubana.

En 1794 culminaba Jovellanos su Informe Sobre la Ley Agraria para la Real Sociedad Económica de Madrid, de 149 páginas. Un año antes se había fundado en La Habana la Real Sociedad Económica de Amigos del País, la institución que más hizo por la cultura y la economía en Cuba, y uno de sus principales postulados fue la creación de la primera cátedra de Economía Política, en la que se estableció como tema obligatorio la Ley Agraria de Jovellanos.

Fue esta la época de relaciones entre Francisco de Arango y Parreño, el hombre que introdujo en Cuba la máquina de vapor, Alejandro Ramírez, el Intendente de Hacienda, y Gaspar Melchor de Jovellanos.

Y aún está por investigarse la incidencia de esta correspondencia y la obra de Jovellanos en el desarrollo de la nacionalidad cubana.

Otros intelectuales y economistas cubanos de la época, como el Conde de Villanueva y José Agustín Govantes, escriben sobre la obra de Jovellanos y la toman como modelo a seguir.

Arango y Parreño, Apoderado del Ayuntamiento de La Habana en Madrid, síndico del Real Consulado, consejero de Indias y diputado a cortes, en su análisis acerca del monocultivo azucarero cubano, al igual que en su Discurso sobre la agricultura, sigue el acostumbrado esquema de Jovellanos.

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