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Joseíto Fernández en el 105 Aniversario de su natalicio (2)

15 de noviembre de 2013

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Iniciar un reencuentro con quien fuera llamado “El Rey de la Melodía”, conlleva a remembranzas devenidas en grata aventura, cuando no indiscreción.
Estas confesiones, excitan cierto temor por vulnerar conversaciones muy personales –entre el cantor y quien hace estos comentarios-, sostenidas en alguna esquina del barrio, o simplemente, compartiendo plácidamente con otras personalidades de la música, en el hogar del pianista Cheo Belén Puig, o en la modesta sala de su casa.
Ya nadie pone en duda que Joseíto Fernández ha sido uno de los más genuinos cultores del arte musical popular cubano. Inolvidables resultan sus interpretaciones de danzonetes, canciones, rumbas, boleros, guarachas y en especial la guajira-son. Indiscutibles géneros y formas, para los que supo disponer la gracia de un repentismo poético singular, estilo inconfundible e inspiradas estrofas dedicadas a su madre, a la mujer cubana, a la amistad y, en muchos casos, a la denuncia de los males de una sociedad equivocada e injusta.
Dueño de un elegante y sublime vuelo poético, elegante el mismo en el vestir y en su conducta ciudadana, su anchurosa vida musical  se prodigó, a través, de las ondas radiales y el disco fonográfico, por toda Cuba y una buena parte de América latina.
Su raigal expresión cantable, también se prodigó a través de la televisión y el celuloide. Aparejado a ello, la instantánea fotográfica devino carta de presentación de su cubanísima estampa, en muchas partes del mundo.
Encontrarse con Joseíto a cualquier hora del día en una calle habanera y abordarlo,  liberaba la franca sonrisa que afloraba a sus labios y el saludo de un hombre sencillo, de un artista que estuvo por encima del compromiso tácito concertado con una buena parte de los pueblos del mundo, cuando emocionado entonaba los conocidos versos martianos, desde la melodía de su inmortal guajira-son Guajira Guantanamera.

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