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José Martí y sus valoraciones acerca de Rafael de Castro Palomino

27 de octubre de 2017

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castro palomino

 

En octubre de 1883 en la revista “La América”, en Nueva York, José Martí ofreció valoraciones sobre José Castro Palomino y su libro Cuentos de ayer y de mañana.

Martí elaboró el prólogo del citado libro en el que señaló: “Estos son tiempos de ira y extravío, en que se ve bambolear en el aire como un inmenso edificio que se cuaja y anda buscando asiento, y a las muchedumbres que de antaño gozan y mandan en la tierra, la alzando insensatas los puños cerrados, como si con sus nudillos roídos de odio pudieran detener el gran palacio humano que desciende, ya ayudando –como ingenieros que buscan en el fondo del río encaje a la mole que sustenta la torre de un puente– a ajustar entre las añejas construcciones esta nueva que toca a la tierra, incontrastable y confusa, envuelta aún entre sombras de noche y bruma de alba, iluminada a veces –cual suele iluminar la ira el cerebro– por ráfagas inquietas, como hilo de esadas suelto al viento, de luz insana y roja.”

Martí comentó que las reformas, como el hombre mismo, tienen entrañas de justicia, y veleidades de fiera y que lo justo, a veces, por el modo de defenderlo, parece injusto y en lo social y político acontece, como en las querellas de gente de mar y de suburbio, que el puñal de ancha hoja con que dirimen sus contiendas de honra, da a estas semejanza de delito.

También precisó que de todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno: y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia.

De inmediato aseguró: “La mente humana, artística y aristocrática de suyo, rechaza a la larga y sin gran demora, a poco que se la cultive, cuanta reforma contiene elementos brutales e injustos.”

Seguidamente  se refirió al papel de la educación y señaló que ésta suaviza más que la prosperidad y que no es educación meramente formal, de escasas letras, números dígitos, y contornos de tierras que se da en escuelas demasiado celebradas y en verdad estériles, “sino aquella otra más sana y fecunda que revela a éstos los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren , la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente.”

Más adelante expuso que por educación se ha venido entendiendo la mera instrucción y por propagación de la cultura la imperfecta y morosa enseñanza de modos de leer y de escribir.

Y resaltó: “Un concepto más completo de la educación pondría acaso rieles a esta máquina encendida y humeante que ya viene rugiendo por la selva, como que trae en sus entrañas los dolores reales, innecesarios e injustos de millones de hombres. Y sería entonces mensajera de vida aquella que ¡guárdenos Dios! se viene encima, a son de tambor de odio, con todos los arreos salvajes de la guerra”.

Con respecto al libro Cuentos de Hoy y de Mañana, de José de Castro Palomino, Martí lo catalogó como sano, generoso y útil.

Precisó al respecto que ni odios, ni intereses, ni preocupaciones, ofuscan el juicio del sensato y modesto autor y que constituía un libro que divulga en forma amena las razones en pro y en contra de las varias soluciones sociales.”

Añadió: “Con noble pena ha visto el autor de este libro la frente arrugada, los puños siempre cerrados, el modo rudo y colérico de los trabajadores y sus hijitos con los pies desnudos y las tabernas donde ahogan sus enconos y los tugurios donde respiran aire infesto.”

En el trabajo que elaboró al respecto para que sirviera de prólogo del citado libro, Martí también apuntó: “¡Lo que enseña este libro no lo enseña magistrando, y de empinada manera, sino conversando y en llano lenguaje.

Pone de bulto, con personificaciones exageradas y amenas que permiten al autor la concentración rápida y feliz de una secta en un tipo valiente,

al autor la concentración rápida y feliz de una secta en un tipo valiente, los dolores reales, las quejas violentas, los reproches injustos, las declamaciones comunes, las aspiraciones generosas y rudimentarias, las reclamaciones generosas y rudimentarias, la concepción vulgar de los sistemas sociales.”

También enfatizó: “Tiene el don raro de descubrir analogías esenciales en las contradicciones aparentes, y fía en el pacífico acercamiento y definitivo consorcio de los intereses que hoy discuten y sólo a observadores ligeros pueden parecer hostiles; si no se han confundido ya, es porque no se ha dado aún con la fórmula.  Contacto desusado, y con sereno juicio, ni

ni a los ricos adula, el autor de este libro, ni a los pobres increpa, ni aquellos oculta la urgencia de acatar el derecho del hombre a una vida remunerada y noble, ni a éstos esconde cuanto tendría de adementada y sangrienta a tentativa de imponer a una masa rica y fuerte, soluciones confusas o anti-humanas, contra las que se encrespa a veces, como corcel de jaique bravo que siente sobre el lomo a ruin zagal, cuanto de personal, volador y soberano encierra el admirable espíritu del hombre.”

E igualmente destacó: “¡Antes serán los árboles dosel de la tierra y el cielo pavimento de los hombres, que renunciará e espíritu humano a sus placeres de creación, abarcamiento de los espíritus ajenos, pesquisa de lo desconocido y ejercicio permanente y altivo de sí propio!”

En ese prólogo al libro de Rafael de Castro Palomino Martí preciso que sobre la tierra no hay más que un poder definitivo: la inteligencia humana, y que el derecho mismo, ejercitado por gentes incultas, se parecen a crimen.

Y agregó que la inteligencia da bondad, justicia y hermosura y que como un ala levanta el espíritu, y como una corona hace monarca al que la ostenta y como un crisol deja al tigre en la taza y da curso feliz a las águilas y a las palomas.

Enfatizó: “¡Quien intenta triunfar, no inspire miedo; que nada triunfa contra el instinto de conserva  ción amenazado. Y quién intenta gobernar, hágase digno del gobierno, porque sí, ya en él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigos sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros.”

Y al referirse nuevamente a la obra de Rafael de Castro de Palomino, señaló: “Y este libro que enseña todo esto, es más que un buen libro:- es una buena acción. Los libros que definen, calman. En toda palabra, ha de ir envuelto un acto. La palabra es una coqueta abominable, cuando no se pone al servicio el honor y del amor.”

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