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José Martí y sus consideraciones sobre Mariana Grajales

15 de julio de 2022

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Mariana_Grajales

 

José Martí sintió una gran admiración por Mariana Grajales, la madre de los Maceo.

Ella nació el 12 de julio de 1815 en la ciudad de Santiago de Cuba. En el transcurso de su existencia sobresalió por su firmeza así como por su amor y aporte a la causa por la independencia de Cuba. Representa la rebeldía y el patriotismo de la mujer cubana. Su extraordinaria vida constituye ejemplo y estímulo para las combatientes y madres cubanas que a través del tiempo han dedicado sus fuerzas y tesón a la causa revolucionaria del pueblo cubano.

Mariana Grajales es considerada como la Madre de la Patria en Cuba.

Hija de dominicanos tuvo de su primer matrimonio cuatro hijos y de su posterior unión con Marcos Maceo otros nueve.

Cuando se inicia la lucha por la independencia de Cuba, en octubre de 1868, instó a sus hijos y esposo a dar su contribución; incluso se trasladó hacia las zonas rurales de la provincia de Oriente a pesar de contar con 60 años. Unió así su vida y la de toda su familia a los que luchaban por la liberación de Cuba del dominio colonial español.

Con heroísmo singular afrontó la caída en combate de sus seres más queridos, entre ellos su esposo y varios de sus hijos. Su firmeza de madre revolucionaria se reflejó en forma elocuente y simbólica en un gesto que se recoge en la historia de Cuba.

En 1878 después de concluida la guerra de los Diez Años Mariana Grajales salió rumbo a Jamaica dispuesta a seguir la lucha. En todo momento se mantuvo atenta a la situación de Cuba y alentó a todos aquellos que deseaban reanudar la guerra por la independencia de su tierra natal. En la confianza plena de que se alcanzaría la libertad de Cuba transcurrieron los últimos años de su fecunda existencia.

José Martí tuvo la posibilidad de conocer y apreciar la sensibilidad y a la vez la firmeza patriótica de Mariana Grajales. Acerca de ella dejó constancia en un trabajo que publicó en el periódico “Patria”, en la edición del 12 de diciembre de 1893, varios días después de haberse producido el fallecimiento de Mariana Grajales.

“Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria, hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero, de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña. Murió en Jamaica el 27 de noviembre.”

Tras recordar que Mariana perdió en la guerra a varios de sus seres más queridos destacó su actitud y la calificó como un ejemplo de mujer.

También señaló: “¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego, cubanos ó españoles, curaba a los heridos? ¿No fue, sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol?”.

Y agregó en el citado trabajo: “¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de Maceo con su pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor!”.

Además, en una carta fechada en Key West el 15 de diciembre de 1893 que le envió a Antonio Maceo, Martí le manifestó: “Su madre ha muerto, En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ése, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a un hijo, y la recordaré con amor toda mi vida.”

En un trabajo publicado en “Patria”, el 6 de enero de 1894, Martí volvió a resaltar las cualidades de la madre de los Maceo al expresar: “Que había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto.”

Agregó al evocarla teniendo en cuenta su dimensión histórica: “Así queda en la historia, sonriendo al acabar la vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que pelearan.”

Y en la parte final de ese breve trabajo recordó un instante particularmente dramático y simbólico en la vida de Mariana.

Martí contó al respecto: “Fue un día en que traían a Antonio Maceo herido: le habían pasado de un balazo el pecho: lo traían en andas, sin mirada, y con el color de la muerte. Las mujeres todas, que era muchas, se echaron a llorar, una contra la pared, otra de rodillas, junto al moribundo, otra en un rincón, hundido el rostro en los brazos. Y la madre, con el pañuelo a la cabeza, como quien espanta pollos echaba del bohío a aquella gente llorona: “¡Fuera, fuera faldas de aquí! ¡No aguanto lágrimas! Traigan a Brioso. Y a Marcos, el hijo, que era un rapaz aún, se lo encontró en una de las vueltas: “¡Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al campamento!”.

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