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José Martí y sus consideraciones sobre los Estados Unidos y América Latina

17 de agosto de 2022

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José Martí, 1896 Federico Edelman José Martí, 1896 Carboncillo sobre papel 57 x 45 cm

José Martí, 1896, Federico Edelman, Carboncillo sobre papel, 57 x 45 cm

 

José Martí vivió durante casi 15 años en los Estados Unidos de América. Aunque en 1875 había conocido a Nueva York al hacer una breve escala en el viaje que realizaba desde España hacia México, fue en enero de 1880 que comienza a residir en esa ciudad norteamericana.

En 1881 entre los meses de enero y julio permaneció en la capital venezolana, pero después retornó a Nueva York.

En los Estados Unidos  pudo realizar una multifacética  labor esencialmente  como periodista, maestro y cónsul de varios países latinoamericanos, así como escribió y publicó dos libros de poesías, su única novela titulada Amistad funesta y sobre todo desarrolló una gran actividad política encaminada a lograr la reanudación de la guerra por la independencia de su tierra natal.

Martí pudo conocer las características de la sociedad norteamericana, los partidos políticos y las rivalidades existentes, las campañas electorales,  aspectos relacionados con la cultura y también los efectos causados por fenómenos atmosféricos y otras cuestiones.

En diversas ocasiones tanto en trabajos que publicó en Nueva York y en publicaciones de América Latina con las cuales colaboraba, así como en discursos pronunciados sobre todo en los años finales de la década del ochenta y principios del siguiente lustro, en el siglo XIX, él expuso consideraciones sobre los Estados Unidos.

Por ejemplo en un trabajo publicado en la edición del 8 de febrero de 1882 de la Opinión Nacional de Caracas, comentó: “Los Estados Unidos que nacieron de padres que emigraron de su patria por exceso de amor a la libertad, y austeridad en la virtud, se inclinan a mancillar esa valiosa herencia, compeliendo a pueblos menores a que existan para el provecho y acomodamiento de la Unión Americana.”

Mucho más crítico fue Martí 12 años después cuando en un trabajo titulado “La verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en el periódico “Patria”, el 23 de marzo de 1894 precisó que no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, “en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria.”

Martí señaló, además, que era de supina ignorancia y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados Unidos y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de ellas, “como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas definitivas” y agregó que semejantes Estados Unidos “son una ilusión o una superchería.”

Martí también se preocupó y escribió acerca de los Estados Unidos y de sus vínculos con los países de América Latina. Instó a los pueblos latinoamericanos a fortalecer la unión para poder enfrentar las ansias expansionistas y de dominio político y económico de los gobernantes norteamericanos.

De manera muy especial se refirió en enero de 1891 a este tema en el trabajo titulado Nuestra América, en el que en forma metafórica llegó a resaltar: “…¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”

Durante su breve pero fecunda existencia Martí no solo se consagró a la organización de la lucha por la independencia de Cuba, sino que también pensó y trabajó en la defensa de los intereses de los pueblos que conformaban lo que él identificó como Nuestra América.

Ya en 1881 en carta dirigida a Fausto Teodoro de Aldrey en la que explicaba las causas que motivaban su salida de Venezuela, señalaría al respecto: “De América soy hijo; a ella me debo”

Y el 19 de diciembre de 1889 en el discurso identificado como Madre América, pronunciado en la velada artístico-literaria organizada por la Sociedad Literaria Hispanoamericana a la que asistieron los delegados latinoamericanos a la conferencia internacional que se celebraba en Washington, Martí hizo referencia a las cualidades que caracterizaba a las tierras de América.

Expuso: “¿Adónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola.”

Y planteó más adelante: “De aquella América enconada y turbia, que brotó con las espinas en la frente y las palabras como lava, saliendo, junto con la sangre del pecho, por la mordaza mal rota, hemos venido, a pujo de brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y franca y vigilante, con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro; una América sin suspicacias pueriles, ni confianzas cándidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas, porque sabe que es la América de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del Callao, la América del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya.”

Igualmente Martí expuso la siguiente consideración: “¡Solo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manos! No conoce a nuestra América quien eso ose temer.”

Y además resaltó: “Por eso vivimos aquí, orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla. No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios; porque las mismas guerras que de pura ignorancia le echan en cara los que no la conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado en acelerar con el abono de su sangre el camino del progreso, y pueden ostentar en la frente sus guerras como una corona. En vano, -faltos del roce y estímulo diario de nuestras luchas y de nuestras pasiones, que nos llegan ¡a mucha distancia! del suelo donde no crecen nuestros hijos,-nos convida este país con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobardías el corazón, a la tibieza y al olvido. ¡Donde no se olvida, y donde no hay muerte, llevamos a nuestra América, como luz y como hostia; y ni el interés corruptor, ni ciertas modas nuevas de fanatismo, podrán arrancárnosla de allí!”.

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