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José Martí y sus consideraciones sobre Cuba y su pueblo

1 de julio de 2022

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El 23 de junio de 1885 en una comunicación dirigida a los cubanos residentes en la ciudad estadounidense de Nueva York, José Martí aseguró: “Mis compatriotas son mis dueños. Toda mi vida ha sido empleada  y seguirá siéndolo en su bien. Les debo cuenta de todos mis actos, hasta de los más personales; todo hombre está obligado a honrar con su conducta privada, tanto como con la pública, a su patria”

En este breve pero significativo mensaje expresó que no tenía más derecho al dirigirse a los cubanos que vivían en Nueva York y que compartían con él sus ideales patrióticos que el hecho de ser uno de los que amaba bien a su patria.

Precisamente el objetivo de dicho mensaje fue esclarecer o enfrentar algunos rumores confusos que en torno a sus actos de carácter político se habían planteado en una reunión efectuada en Clarendon Hall, tal vez  debido, según puntualizó el propio Martí,  a exceso de celos, o desconocimiento involuntario de los hechos a que se referían.

Incluso en la parte final de esta comunicación  tras patentizar el grado de compromiso que tenía con sus compatriotas y su modo de actuar en tal sentido, señaló que en la noche del 25 de dicho mes, es decir dos días después de la elaboración de esta nota, estaría en Clarendon Hall para responder a cuantos cargos se sirvieran hacerle sus conciudadanos.

No resulta extraño que Martí hiciera este planteamiento puesto que en todo

momento estuvo consciente, y fue capaz de llevar a la práctica, otro principio significativo por él expresado, puesto que consideró que todo hombre honrado “puede dar cuenta de sus actos en todo momento; y debe estar siempre presto a darla.”

Durante su breve pero fecunda existencia Martí se sintió siempre comprometido con la causa de su Cuba querida y en correspondencia con ello actuó y padeció, desde joven, primero el presidio y la realización de trabajo forzado y después el destierro.

Y ese compromiso suyo con su tierra natal se correspondió plenamente con lo que él fuera capaz de proclamar en sus cartas, discursos y trabajos periodísticos.

En un discurso que pronunció en  Tampa el 26 de noviembre de 1891 señaló en forma categórica que de altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.

Y en correspondencia plena con dicho principio fue capaz de actuar  y llegó a sacrificarse por entero en aras de lograr que en Cuba se combatiese plenamente por la independencia.

No escatimó esfuerzos ni se dejó vencer por incomprensiones, ni por problemas de salud, ni por obstáculos aparentemente insalvables.

Fue capaz de reunir e incentivar a viejos luchadores y motivar a  muchos jóvenes para que dieran su aporte a la causa de su pueblo.

Y él se autoexigió enormemente puesto que no obstante la ingente y fructífera labor realizada durante años en la reorganización de lo que calificara como la Guerra Necesaria, le pareció que todavía había hecho muy poco por Cuba.

Esto lo hizo constar en una carta dirigida a su gran amigo y colaborador Gonzalo de Quesada y Arostegui,  a quien le señaló el primero de abril de 1895 cuando ya estaba próximo a dirigirse hacia Cuba para dar su  contribución  directa al  desarrollo de la guerra: “De Cuba, ¿qué no habré escrito?: y ni una página me parece digna de ella: sólo lo que vamos a hacer me parece digno.”

Sobre las características específicas del pueblo cubano Martí hizo alusión en distintos trabajos periodísticos y en sus discursos, así como en las cartas que envió a familiares y amigos, algunos de los cuales fueron sus colaboradores más cercanos en el empeño de lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba.

Por ejemplo en el discurso que pronunció el 26 de noviembre de 1891 en Tampa, que resulta identificado en nuestra historia con la frase que Martí lo concluyó, es decir  “Con todos y para el bien de todos”, precisó que “se dice cubano y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas…!”

Y agregó en la citada intervención que no había  palabra que se asemejase más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano.

Unos meses después en otro discurso, pronunciado en este caso el 17 de febrero de 1892 en el Hardman Hall de Nueva York, Martí  también enfatizó que el  cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad. Y en un trabajo publicado en Patria el 7 de mayo del propio año igualmente destacó que el  cubano ama la gloria porque es capaz de ella y ama a los que pasean por el mundo la gloria de su patria.

Igualmente en un trabajo titulado “Persona y Patria”, publicado en Patria, el primero de abril de 1893, Martí hizo el siguiente planteamiento al resumir las características de los cubanos: “El cubano, indómito a veces por lujo de rebeldía, es tan áspero al despotismo como cortés con la razón. El cubano es independiente, moderado y altivo. Es su dueño y no quiere dueños. Quien pretenda ensillarlo, será sacudido.”

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