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José Martí y sus apreciaciones en torno a la educación y la pedagogía

23 de diciembre de 2016

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José Martí aseguró que el pueblo más feliz es el que tenga mejor educado a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de sus sentimientos. Atendiendo a ello puede decirse que el tema de la educación fue objeto de atención por parte suya y reflejó criterios muy significativos al respecto en diversos trabajos periodísticos.

Él le concedió gran importancia a la necesidad que tienen los hombres y mujeres de cultivar su inteligencia y de superarse en forma constante.

Precisamente sobre esto llegó a afirmar en 1875 que no fructifica la educación si no es continua y constante y casi 14 años más tarde volvió a patentizar que la educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte.

Ya desde 1878 Martí había expuesto que la instrucción abriendo a los hombres vastos caminos desconocidos, les inspira el deseo de entrar por ellos.

Cinco años después en otra de sus reflexiones sobre la relevancia de la educación y lo que ésta representa para los seres humanos, también precisó en un trabajo titulado Escuela de electricidad, publicado en La América, en Nueva York, en noviembre de 1883: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo: es prepararlo para la vida.”

Para Martí saber leer es saber andar y saber escribir es saber ascender.

Él, además, señaló que cómo se podrá sentirse hombre y decirse que lo es si no se sabe leer y escribir.

Martí consideró a la educación como un árbol y al respecto aseguró que se siembra una semilla y se abre en muchas ramas.

También tuvo en cuenta que un pueblo instruido será siempre fuerte y libre y abogó por el desarrollo de la educación para todos los seres humanos sin distingo de razas o sexos ya que aseguró: “Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ella han de surgir.”

Igualmente patentizó el compromiso que tenían todos los seres humanos de contribuir al desarrollo de la educación de sus semejantes al exponer: “Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás.”

Ya he citado algunos conceptos muy significativos detallados por él en torno a la educación y ahora me referiré a otros directamente asociados con la pedagogía.

En 1875 Martí planteó que la variedad debe ser una ley en la enseñanza de materias áridas y tres años después destacó que amenizar la ciencia es generalizarla.

En el propio año 1878 Martí dijo que siémbrese química y agricultura y se cosecharán grandeza y riqueza.

Hizo otras importantes reflexiones al respecto al señalar en 1883 que en las escuelas se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar.

Y precisó en el trabajo identificado como Pete Cooper, reflejado en La Nación, de Buenos Aires, el tres de junio de 1883: “Escuelas no debería decirse, sino talleres.”

Añadió en el citado material: “¿De qué vale aprender en las escuelas palabras cuyo sentido no se entiende, números cuyas combinaciones caprichosas huelgan en la mente cual caja de médico dislocados y fríos huesos, y estos o aquellos límites geográficos, que una ala de la memoria trae al cerebro, y otra ala se lleva?”

Martí no concibió a la educación separada de la realidad y por ello aseguró en uno de sus fragmentos “La educación ha de ir a donde va la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de  presentar.”

Por supuesto también abogó por una educación liberada de prejuicios y supersticiones y en tal sentido expuso en 1889 que la superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos.

Puede decirse que Martí a través de su existencia fue un gran maestro no sólo cuando tuvo frente a sí a un grupo de alumnos, en las distintas etapas y lugares en que ejerció esta noble profesión, sino también al escribir y al hablar lo hizo como un gran educador.

Precisamente acerca de lo que experimentó cuando tuvo la posibilidad de ejercer por primera vez esa profesión a su llegada a Guatemala en 1877 hizo referencia en un folleto titulado con el nombre de dicho país.

Expresó: “Yo llegué, meses hace, a un pueblo hermoso; llegué pobre, desconocido, fiero y triste. Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquel, sincero y generoso, ha dado abrigo al peregrino humilde.

“Lo hizo maestro, que es hacerlo creador.”

Y ahora que trato sobre esta faceta de la vida de Martí no me es posible dejar de citar otra importante frase suya relacionada con la educación puesto que en 1884 planteó algo que a mi juicio resulta trascendental y que mantiene una gran significación y vigencia en la actualidad.

Él afirmó: “Todo esfuerzo por difundir la instrucción es vano, cuando no se acomoda la enseñanza a las necesidades, naturaleza y porvenir del que la recibe.

Y además resaltó: “La enseñanza –¿quién no lo sabe?– es ante todo una obra de infinito amor.”

Martí calificó a los maestros como la letra viva e incluso, en un trabajo titulado Mario Fortuny, publicado en el periódico norteamericano The Sun, en la edición correspondiente al 27 de marzo de 1881, llegó a enfatizar: “…para ser maestro de otros es necesario saber servir.”

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