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José Martí y sus apreciaciones con respecto a la música, el teatro, la pintura y la escultura

15 de diciembre de 2021

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Tu transparencia tangible, 2003 Raúl Santo Serpa Tu transparencia tangible, 2003 Técnica mixta sobre cartulina 71 x 52 cm

Tu transparencia tangible, 2003, Raúl Santo Serpa, Técnica mixta sobre cartulina, 71 x 52 cm

 

José Martí expuso valoraciones en torno a la música, el teatro, la pintura y la escultura en trabajos que salieron reflejados en publicaciones en las que trabajó ó colaboró en diferentes etapas de su vida. A la música la catalogó como una lengua espléndida que vibra en las cuerdas de la melodía y se habla con los movimientos del corazón.

También precisó que el color tiene límites, la palabra labios; la música, cielo y más adelante detalló que lo verdadero es lo que no termina; y la música está perpetuamente palpitando en el espacio. Acerca de ello se refirió en la reseña que publicó en la Revista Universal de México, en su edición del 25 de mayo de 1875, al tratar acerca de la presentación en la capital de ese país del destacado violinista y compositor cubano José White.

También con respecto al teatro en un trabajo publicado en la Revista Universal, de México, el 4 de agosto  de 1875, Martí llegó a señalar que no es más que el conjunto de algunos sueños y el  reflejo de algunas ideas. Además afirmó que el teatro es copia y consecuencia del pueblo y que un pueblo que quiere ser nuevo, necesita producir un teatro original

Comentó que  pintar pasiones, que es el objeto del teatro, no  es pintar una pasión exclusiva, fenomenal, aislada y además manifestó que las pasiones deben levantarse  en el teatro, cuando se levantan gradual, incontrastable y visiblemente, naturalmente, como las olas de la mar, – levantan en alto, por reacciones grandiosas: el hombre como debe ser.

Y en torno a las artes plásticas Martí comentó sobre la pintura y la escultura, respectivamente. Por ejemplo acerca de la escultura llegó a señalar en un trabajo publicado en la revista La América, en Nueva York, en el número correspondiente a junio de 1883 que si algo difícil tiene es una estatua en reposo.

En relación con la pintura manifestó que el arte de pintar tiene dos guías principales: la imaginación y la inteligencia. Para Martí el que pinta igual que todo el mundo caerá pronto en el olvido y el que obrase teniendo en cuenta su propia inteligencia e imaginación   y lo hace bien perdurará ya que habrá sido original.

En varias ocasiones él hizo comentarios o reseñas sobre distintas exposiciones que visitó. Precisamente en otro de sus trabajos, el titulado “El desnudo en el salón”, que  publicó en The Hour, en Nueva York, el 31 de julio de 1880 hizo la siguiente reflexión relacionada con los pintores: “Merece llamarse pintor el que sabe colorear un trozo considerable de piel humana sin monotonía y sin dureza, destacándola risueña y perfumada de la tela.”

Otra consideración significativa sobre la labor de los pintores y la trascendencia de un cuadro, la detalló en el trabajo que hiciera sobre la  exhibición de pinturas del ruso Vasily Vereschagin. En dicho trabajo que  salió publicado  en La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el 3 de marzo de 1889, expuso que el alma ha de quemar, para que la mano pinte bien.

Precisó que un  cuadro no debe echar de sí por su estrechez a los seres que en él tienen vida; y añadió que debe dilatar el espacio para que se destaquen de él; debe dar techumbre de cielo a sus paisajes; extensión relativa al número y tamaño de las figuras que en el cuadro se crean.

Para Martí podría ser  incorrecto el detalle; pero el  conjunto tenía que ser armónico. Resaltó, además, que hay que creer en lo que se pinta  y al respecto manifestó que el pintor que quiere ser algo más que retratista, debe acostumbrar su pincel a las riquezas, movilidad, golpes lumínicos y contrastes del color. Esto lo planteó en una valoración que hizo sobre la visita que realizó a una exposición de bellas artes en México y que salió reflejada en la Revista Universal el 29 de diciembre de 1875.

También en el mencionado trabajo expresó que la novedad en la pintura no debe llegar nunca a la completa falsedad de color, a la incorrección del dibujo, a la dureza de las ropas, a la carencia de expresión en las fisonomías y de gracia en la colocación de las figuras. Igualmente reflexionó en torno a las motivaciones que podía o debía tener un  pintor para realizar el acto de creación a cabalidad.

En su trabajo Una visita a la Exposición de Bellas Artes, él llegó a señalar que un pintor demasiado humano no podía concebir ni ejecutar bien una figura que no está probablemente en su corazón, y que no está seguramente en la atmósfera que respira, en la sociedad en que se mueve, en las necesidades por completo distintas de la vida actual.

Martí al resumir su criterio acerca de cómo un creador podría sobrevivir o no a la trascendencia de sus obras, enfatizó en un trabajo publicado en The Sun, en Nueva York, el 30 de octubre de 1881: “El artista que ha de sobrevivir en sus cuadros dibuja la verdad. El que se contenta con la mera copia y ornamentación de lo perecedero está destinado a perecer.”

Martí expuso criterios sobre la labor específica de varios artistas plásticos en diferentes trabajos periodísticos. Por ejemplo, opinó  acerca de la obra del artista francés Francisco Dumaine. Fue en ocasión del fallecimiento de este maestro de la Academia azteca de San Carlos que  publicó en la Revista Universal, de México, un artículo acerca de sus obras escultóricas.

Sobre Dumaine, autor del grupo Las Huérfanas, afirmó que sentía el mármol como los buenos pintores sienten el color  y añadió de inmediato: “Dumaine ha sabido reflejar en la piedra la soledad y la amargura; sus Huérfanas enamoran los ojos del alma y del cuerpo, sorprenden por su corrección de dibujo y entristecen por la doliente verdad de su expresión”.

En su artículo publicado el 16 de julio de 1876, en la Revista  Universal de México, Martí  al resumir sus impresiones acerca del artista que acababa de fallecer, lo calificó de estudioso, original, correcto y delicado. Más adelante comentó en relación con los sentimientos de Dumaine, y se refirió a lo que él había experimentado al poder concluir alguna obra.

Y patentizó: “Y ¡qué placer con la victoria! Y ¡qué victoria esta humana de crear un hijo bello en las informes y duras masas de la tierra!”

Cuando escribió este trabajo  Martí contaba tan solo con 23 años. Y como se puede apreciar ya era capaz de reflexionar con profundidad sobre la labor y la tenacidad de un artista, en este caso un escultor, e interrelacionar su motivación con la vida. Y agregó en sus reflexiones sobre el empeño de los creadores de transformar algo material en una obra de arte: “Debe ser inmensa, y fiera, y soberbia en sus sacudimientos íntimos, el alma de los escultores.”

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