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José Martí y sus apreciaciones acerca de la enseñanza y los maestros

8 de diciembre de 2021

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El Maestro, 1999 José Miguel Pérez El Maestro, 1999 Acrílico sobre tela 84 x 65 cm

El Maestro, 1999 / José Miguel Pérez / Acrílico sobre tela / 84 x 65 cm

 

José Martí calificó a la enseñanza como una obra de infinito amor y resumió el papel del maestro al catalogarlo como la letra viva. Para él, el pueblo más feliz es el que tenga mejor educado a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de sus sentimientos.

El tema de la educación también estuvo presente dentro de su ideario puesto que le concedió gran importancia a la necesidad que tienen los hombres y mujeres de cultivar su inteligencia y de superarse en forma constante. Precisamente en relación con esto llegó a afirmar en 1875: “No fructifica la educación si no es continua y constante.”

También en el año citado en un trabajo titulado “El Proyecto de Instrucción Pública, Los Artículos de la Fe, La enseñanza obligatoria”, publicado en la Revista Universal de México, Martí afirmó que cuando todos los hombres sepan leer, todos los hombres sabrán votar y, como la ignorancia es la garantía de los extravíos políticos, la conciencia propia y el orgullo de la independencia garantizarán el buen ejercicio de la libertad. E igualmente precisó en este trabajo: “Un indio que sabe leer puede ser Benito Juárez; un indio que no ha ido a la escuela, llevará perpetuamente en cuerpo raquítico un espíritu inútil y dormido.”

Martí también comentó que cómo se podrá sentirse hombre y decirse que lo es si no se sabe leer y escribir. Y además detalló: “Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender. Pies, brazos, alas, todo esto ponen al hombre los primeros humildísimos libros de la escuela.”

Martí consideró a la educación como un árbol y al respecto aseguró que se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. Tuvo en cuenta que un pueblo instruido será siempre fuerte y libre y abogó por el desarrollo de la educación para todos los seres humanos sin distingo de razas o sexos.

Él enfatizó: “Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ella han de surgir.”

Martí precisó que la instrucción abriendo a los hombres vastos caminos desconocidos, les inspira el deseo de entrar por ellos.

En otra de sus reflexiones sobre la relevancia de la educación y lo que ésta representaba para los seres humanos, también resaltó en un trabajo titulado Escuela de electricidad, publicado en La América, en Nueva York, en noviembre de 1883: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo: es prepararlo para la vida.”

Se refirió al hecho que cada individuo debía preocuparse por su superación a través de toda la existencia y en este sentido, a manera de ejemplo, cito lo que señalara en 1889 en una de las ediciones de la revista La Edad de Oro. Precisamente en un trabajo titulado “Músicos, poetas y pintores”, Martí precisó: “La educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte.”

Martí además afirmó que la educación no sólo era una responsabilidad de las instituciones docentes, sino que todos los ciudadanos podían y tenían el deber de propiciar el desarrollo de la enseñanza como elemental compensación a la que habían recibido.

Y en relación con esto llegó a plantear: “Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás.”

Martí no sólo expuso todas estas y otras consideraciones significativas en relación con la enseñanza y la labor de los maestros, sino que también de modo fehaciente él dio su contribución a la educación de los seres humanos.

En 1877 él, por ejemplo, llegó a Guatemala y allí ejerció como profesor. Y de lo que experimento en tal sentido dejó constancia al exponer: “Yo llegué, meses hace, a un pueblo hermoso; llegué pobre, desconocido, fiero y triste. Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquel, sincero y generoso, ha dado abrigo al peregrino humilde.

“Lo hizo maestro, que es hacerlo creador.”

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