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José Martí y sus apreciaciones acerca de Antonio Maceo

14 de diciembre de 2018

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José Martí sintió una gran admiración por el bravío luchador independentista Antonio Maceo, a quién la historia de Cuba recoge igualmente con el calificativo de El Titán de bronce.

La caída de Maceo se produjo en un enfrentamiento con fuerzas españolas el 7 de diciembre de 1896 en la zona de San Pedro, en Bauta, en la actual provincia de Artemisa.

Nacido el 14 de junio de 1845 en Santiago de Cuba, en octubre de 1868 a los dos días de haberse iniciado la guerra encabezada por Carlos Manuel de Céspedes él se incorporó a la lucha por la independencia de su tierra natal del dominio colonial español.

Aunque no lo conoció durante la etapa de la guerra de los Diez Años, si Martí se enteró de la grandeza de Maceo como combatiente y también supo apreciar sus cualidades como un hombre de principios al valorar la histórica Protesta de Baraguá como uno de los hechos más gloriosos de nuestra historia.

Antonio Maceo el 15 de marzo de 1878 con esa protesta realizada en Mangos de Baraguá se convirtió en símbolo de la intransigencia revolucionaria del pueblo cubano al no acatar el denominado Pacto del Zanjón.

En una entrevista sostenida con el General español Arsenio Martínez Campos ratificó en esa oportunidad que no aceptaba la paz sin la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.

Ya en la etapa inicial de la década de los años ochenta Martí empezó a relacionarse con Antonio Maceo a través de cartas cuando se trabajaba en la posible reanudación de la guerra.

Con exquisito respeto y sencillez se dirigió Martí al General Antonio Maceo en sus cartas.

Esto se aprecia, por ejemplo, en la misiva que él le enviara desde Nueva York, con fecha 20 de julio de 1882, en la cual le expresó: “No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que usted. Ni comprendería yo que se tratase de hacer, como ahora trato, y tratan tantos otros, obra alguna sería en las cosas de Cuba, en que no figurase usted de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos”.

En la etapa final de los años de la década del ochenta y en la inicial del siguiente lustro es que Martí tiene una más estrecha relación con Antonio Maceo.

Martí en esos momentos se hallaba trabajando en aras de lograr la reanudación de la lucha por la independencia y por supuesto concebía que ese proyecto no podía realizarse con efectividad sin contar con el apoyo resuelto de hombres como Antonio Maceo.

En 1893 Martí se entrevistó en Costa Rica con Antonio Maceo y en el mes de octubre en un trabajo que publicó en el periódico “Patria” dejó constancia de la impresión que le causó al señalar: “Jamás parece que aquel hombre pueda con su serena pujanza, afligir u ofender, por sobra de hecho ó parcialidad de juicio, la patria a quién ama de modo que cuando habla, a solas con el juramento, de la realidad de ella, del fuego que hay en ella, la alegría le ilumina los ojos, y se le anuda en la garganta el regocijo…”.

En este trabajo Martí resaltó la grandeza desde el punto de vista político de Antonio Maceo y atendiendo a ello llegó a manifestar: “…y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo.”

Y agregó seguidamente al resumir en una breve pero emotiva frase lo que a su juicio podía representar Antonio Maceo para el desarrollo de la causa de la independencia de Cuba, más allá de su aporte como combatiente y jefe capaz con las armas en la mano: “Con el pensamiento le servirá, más aún que con el valor. Le son naturales el vigor y la naturaleza.”

En correspondencia plena con esto José Martí tan pronto conoció el 26 de febrero de 1895 la reanudación en Cuba, dos días antes, de la guerra por la independencia cubana se dirigió a Antonio Maceo a través de una breve carta que le envió desde Montecristi donde él se había trasladado para dirigirse hacia Cuba en unión de Máximo Gómez.

En dicha misiva, fechada en esa ciudad dominicana el 26 de febrero del año citado, Martí le enfatizó a Antonio Maceo que más que al amigo le escribía al General y le agregó tras detallarle que la guerra se había hecho realidad en el territorio cubano: “Cuba está en guerra, General. Se dice esto, y ya la tierra es otra. Lo es ya para Ud. Y lo sé yo.”

Relativamente poco tiempo después tanto Antonio Maceo como José Martí, en distintos días del mes de abril y en ambos casos por la zona oriental de Cuba, retornaron a su tierra natal para dar su contribución directa a la guerra.

Incluso en la zona de La Mejorana, el 5 de mayo, sostienen un encuentro en el que también participó Máximo Gómez.

Una semana más tarde José Martí le escribió a Antonio Maceo lo que fue la última carta que le dirigió y en la que reiteró el papel que le atribuía a la presencia del bravío luchador independentista en los campos de Cuba y lo que éste representaba para el desarrollo de la guerra, al señalarle: “Súbase en los estribos, y haga arder los hombres a su voz.”

Varios días después, el 19 de mayo de 1895, se produjo la caída de José Martí en la zona de Dos Ríos cuando continuaba haciendo realidad lo que había proclamado con antelación al exponer que había evocado la guerra y su responsabilidad comenzaba con ella en vez de acabar.

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