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José Martí y su viaje a la tierra de Simón Bolívar

14 de julio de 2017

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Busto de José Martí al lado de una estatua ecuestre de Simón Bolivar en el Parque América Latina en Québec

 

“Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino como se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.  El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano.”

José Martí evocó así en un trabajo publicado en La Edad de Oro su llegada a Venezuela y su visita inmediata a la estatua del bravío luchador independentista Simón Bolívar. Había emprendido el viaje hacia Venezuela el 8 de enero de 1881 y en este país sudamericano residió durante más de siete meses.

El 21 de marzo de 1881, en el Club de Comercio de Caracas, pronunció un discurso en el que se refirió a su estancia en Venezuela: “Días de fiesta me parecieron, aunque eran días de trabajo los primeros que pasé en Caracas, a bien que para mi los días de trabajo son los verdaderos días de fiesta.”

Igualmente Martí habló de sus anhelos y su lucha por ver a su Patria libre y darle continuidad a la obra de otros luchadores en América: “Se sabe que al poema de 1810 falta una estrofa, y yo, cuando sus verdaderos poetas habían desaparecido, quise escribirla.”

Y agregó al detallar concretamente sus objetivos: “Quise hacer en aquel pueblo mío, que en defensa suya y en brazos de la gloria ha visto caer a hombres de este pueblo, quise hacer una guerra amorosa, para impedir que se hiciese luego una guerra de hambre y de rencores que manchan ¡ay! para muy largo tiempo lo que engendran.”

En Venezuela el Apóstol impartió clases de gramática y literatura y también ejerció como periodista al colaborar con La Opinión Nacional y participar en la creación de la Revista Venezolana, de la cual fue su director. Su número inicial  circuló el primero de julio de 1881 y en la segunda edición se difundió un trabajo suyo que provocó una reacción airada del dictador venezolano, quién ordenó la salida de Martí del país.

El 27 de julio, en La Opinión Nacional de Caracas, se  publicó la carta de Martí que le enviara a Fausto Teodoro de Aldrey en la que le manifestó: “Mañana dejo Venezuela y me vuelvo camino de Nueva York. Con tal premura he resuelto este viaje, que ni el tiempo me alcanza a estrechar, antes de irme, las manos nobles que en esta ciudad se me han tendido, ni me es dable responder con la largueza y reconocimiento que quisiera las generosas cartas, honrosas dedicatorias y tiernas muestras de afecto que he recibido en los últimos días.”

Y añadió Martí: “Muy hidalgos corazones he sentido latir en esta tierra; vehemente pago sus cariños; sus goces me serán recreo; sus esperanzas, plácemes; sus penas, angustia; cuando se tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al viajador en su camino: los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida.”

Enfatizó seguidamente al patentizar su vocación y proyección americana y su amor por Venezuela en específico: “De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan los hijos fieles. Déme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mi un hijo.”

Los días en Venezuela dejaron una huella emotiva en la vida de José Martí.

 

En  varias ocasiones haría referencia a los aportes de Venezuela y de Simón Bolívar a la lucha por la independencia de los pueblos de Nuestra América.

En “Tres Héroes”, en la revista “La Edad de Oro”, señala acerca del gran Libertador de las Américas: “Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo.”

Y al evocar sus características como jefe guerrero destacó: “Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor. Los generales peleaban a su lado con valor sobrenatural. Era un ejército de jóvenes. Jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad. Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de América a ser libre.”

Años después, en 1892, en una velada organizada por la Sociedad Literaria Hispanoamericana, Martí expuso igualmente que había que venerar como hija a la tierra que nos ha dado en nuestro primer guerrero a nuestro primer político.

Al año siguiente, al intervenir en otra velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, esta vez en honor a Simón Bolívar, Martí volvió a resaltar el 28 de octubre de 1893, las cualidades de este gran luchador por quien sentía profunda admiración.

En esa oportunidad afirmó: “Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una carta de amores, es como sentirse orlado de oro por el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída, para el corazón.”

Y caracterizó como a su juicio debía ser recordado: “En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con

una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies..!”

Y casi al final de su discurso enfatiza: “¿Adónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos!”.

Y asegura: “¡Así, de hijo en hijo, mientras la América vivía, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas!”.

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