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José Martí y su maestro Rafael Maria de Mendive

16 de noviembre de 2018

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Escultura “El maestro y su discípulo”, obra de José Villa Soberón en la Escuela Primaria “José María de Mendive”. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

 

José Martí sintió un gran respeto y cariño por Rafael María de Mendive, profesor a quién apreció como un padre desde el punto de vista espiritual y quién le trasmitió valiosas enseñanzas que mucho contribuyeron a su formación política y a sentir como suya la causa de la independencia de su tierra natal del dominio colonial español

En marzo de 1865 Martí ingresó en la Escuela de Instrucción Primaria Superior de Varones, y allí conoció y entabló una significativa amistad con Mendive.

El nacimiento de Mendive tuvo lugar en La Habana el 24 de octubre de 1821. Fue el séptimo de los ocho hijos que tuvieron sus padres.

Tras quedar huérfano un medio hermano suyo, fue quien lo ayudó y le facilitó que pudiera recibir una instrucción adecuada.

En 1834 ingresó en el Real Colegio Seminario de San Carlos. Ya en ese instante poseía buen dominio de la literatura española así como de los idiomas inglés y francés.

En ese centro recibió clases de Derecho, Filosofía y Latinidad que le fueron impartidas por renombrados profesores.

Sus excelentes resultados académicos, más el apoyo económico de su familia, le permitieron, ingresar, en 1838 cuando tenía 17 años en la Real y Pontificia Universidad de La Habana en la que culminó la carrera de Derecho en 1844.

Con una sólida formación académica y con el amor que sentía por la poesía y lo bello en sentido general, emprendió un viaje por el extranjero y su estancia fuera de Cuba se prolongó durante ocho años.

Se relacionó con destacadas figuras cubanas, como Félix Varela, José Antonio Saco y Domingo del Monte, que habían tenido que salir de su tierra natal y se asentaron en varios países.

En 1852 Mendive regresó a Cuba y en 1856 ingresó en la Sociedad Económica de Amigos del País.

Con 35 años estaba en plena madurez intelectual y contaba con una amplia producción literaria, fundamentalmente en el campo de la poesía.

Su casa se convirtió en centro de reuniones literarias y de carácter patriótico.

En 1864 asume la dirección de la Escuela Superior Municipal de Varones, y más tarde, en 1867, funda el colegio San Pablo, instalado en su propia vivienda en la Avenida del Prado, en La Habana.

El 10 de octubre de 1868 se inicia en Cuba en la zona oriental la guerra por la independencia.

Varios meses después, exactamente el 22 de enero de 1869 ocurre algo singular en La Habana.

En el teatro Villanueva se presentaba la obra “El perro huevero”. Y casi al final de la función en el público se produjeron gritos de vivas a Cuba y a Carlos Manuel de Céspedes.

Integrantes del Cuerpo de Voluntarios, fuerza militar auxiliar al servicio del régimen colonial español, reaccionaron indignados y desataron una feroz represión contra los asistentes en el teatro, represión que se extendió por otras áreas de la ciudad lo cual causó muertos y heridos.

Rafael María de Mendive estaba en el teatro y aunque logró salir poco tiempo después fue detenido y remitido a prisión. Estuvo en el Castillo del Príncipe cerca de cinco meses. Su colegio clausurado.

Finalmente resultó condenado a cuatro años de confinamiento en España, desde donde logró pasar rápidamente a Nueva York, ciudad en la que residió desde 1869 hasta 1878. Allí colaboró en varias publicaciones de lengua española y continuó alentando la causa independentista.

Mendive regresó a Cuba tras haber concluido la guerra de los Diez Años. Dirigió entonces el periódico liberal Diario de Matanzas desde diciembre de 1878 hasta marzo de 1879.

Seguidamente escribió para importantes publicaciones internacionales, y en 1883 apareció la tercera edición de sus Poesías.

Estuvo al frente del colegio San Luís Gonzaga de Cárdenas.

En 1886 en esa ciudad se enfermó por lo que resultó trasladado a La Habana donde murió el 24 de noviembre de ese año.

El 20 de diciembre se le tributó un homenaje póstumo en el teatro Tacón. Participaron algunas de las más destacadas figuras de la cultura cubana de la época.

Reitero que desde los años de la década del sesenta que se conocieron entre Mendive y Martí se produjo una gran identificación.

 

El maestro y su discípulo, obra de José Villa Soberón. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

El maestro y su discípulo, obra de José Villa Soberón. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

 

En su casa y particularmente en su biblioteca, el joven Martí acostumbraba a pasar muchas horas, donde además de leer y estudiar conversaba con su Maestro.

La estrecha relación existente entre ambos puede apreciarse en el contenido de varias de las cartas que Martí le dirigiera.

En una escrita en 1868, Martí le confiesa a Mendive que a cada instante daría por él su vida “que es de usted, y sólo de usted. Y otras mil si tuviera”.

En otra misiva que se ha estimado la elaboró en 1869 le hizo muy intimas confesiones a su profesor. Le detalló: “Trabajo ahora de seis de la mañana a 8 de la noche y gano 4 onzas y media que entrego a mi padre. Este me hace sufrir cada día más y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Ud. con toda la franqueza ruda que Ud. me conoce que sólo la esperanza de volver a verle me ha impedido matarme. La carta de Ud. de ayer me ha salvado.”

Martí le volvió a escribir a Mendive el 15 de enero de 1871, cuando estaba casi a punto de salir de Cuba como deportado hacia España, después de haber sufrido el presidio político y la realización de trabajo forzado.

Le manifestó: “De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y de Ud. es cuanto bueno y cariñoso tengo.”

Por el resto de su vida Martí recordaría a su maestro, a ese hombre que fue capaz de sembrarle en su corazón significativos sentimientos de amor a la patria.

Precisamente el primero de julio de 1891 en un trabajo suyo publicado en El Porvenir, en Nueva York, al hacer referencia a Mendive, señaló Martí: “De su vida de hombre yo no he de hablar, porque sabe poco de Cuba quién no sabe cómo peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y sus sátiras impresas.”

Y al describirlo, Martí lo hace con las siguientes interrogantes: “¿Se lo pintaré preso, en un calabozo del Castillo del Príncipe, servido por su Micaela fiel, y sus hijos, y sus discípulos; o en Santander, donde los españoles lo recibieron con palmas y banquetes?; ¿o en New York, a donde vino escapado de España, para correr la suerte de los cubanos, y celebrar en su verso alado y caluroso al héroe que caía en el campo de pelea y al español bueno que no había querido alzarse contra su tierra que le dio el pan, y a quien dio hijos?”.

Más adelante precisó Martí cómo le gustaba evocar a Mendive: “Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba.”

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